Desde San Sebastián

El Festival de San Sebastián se convirtió en la jornada del martes en una tribuna internacional de apoyo al cine argentino, en momentos en que es atacado y denostado por el gobierno de Javier Milei y por sus camisas pardas de las redes sociales. José Luis Rebordinos, director del Zinemaldia, convocó a un multitudinario acto oficial en las escalinatas del Kursaal, la sala mayor del festival, donde él mismo leyó un comunicado de solidaridad con una industria que está siendo desmantelada por el aparato de gobierno oficial: "La Dirección del Festival de Cine de San Sebastián quiere mostrar su solidaridad con la industria cinematográfica argentina ante la situación excepcional que vive con la paralización de muchos de sus proyectos, el vaciado de contenido del INCAA, y con las medidas que este gobierno está tomando que ponen en peligro el desarrollo, no solo de su cinematografía, sino también de otras manifestaciones de su cultura", dice el texto en su párrafo inicial.

El acto, que se hizo junto a una enorme bandera argentina sostenida por muchos de los actores, actrices, directores y productores que participan del festival en forma masiva (hay 16 largometrajes en distintas secciones y otra decena de proyectos en los laboratorios de coproducción y "work in progress"), fue el centro de una jornada plena de cine nacional, que incluyó en el mismo día los estrenos de El hombre que amaba a los platos voladores, de Diego Lerman, en concurso oficial; Reas, de Lola Arias, en la sección competitiva Horizontes Latinos, y la proyección especial de Traslados, el documental de Nicolás Gil Lavedra sobre los vuelos de la muerte.

"La Dirección del Festival de Cine de San Sebastián -continuó el comunicado leído por el propio Rebordinos- quiere dejar claro que este apoyo no significa ninguna intromisión en la política de Argentina. Durante años hemos colaborado con un INCAA que ha tenido diferentes colores políticos perteneciendo a gobiernos conservadores y liberales o a otros de tipo peronista. Con todos ellos, y con sus características propias que a la ciudadanía argentina corresponde definir, la industria argentina ha conseguido desarrollarse con normalidad y ser una de los más importantes de América Latina, mostrando una imagen positiva del país y siendo un motor económico del mismo".

El texto oficial concluyó de manera contundente: "Hoy, el Festival de Cine de San Sebastián como manifestación cultural que es, no puede permanecer al margen del desmantelamiento de una cinematografía nacional por parte de un gobierno que, además, justifica a una dictadura militar que asesinó a miles de ciudadanos. ¡Aguante el cine argentino!" A lo que siguió una salva de aplausos y el cántico compartido por toda la concurrencia de "¡Argentina no se vende, se defiende!"

A las palabras de Rebordinos se sumaron las del colectivo argentino presente en San Sebastián leídas por las actrices Maricel Alvarez, María Alché y la directora Lola Arias. En el texto, que leyeron a tres voces, se dice: "El Festival de San Sebastián es uno de los más prestigiosos del mundo, además de ser un festival que celebra y apoya como ningún otro al cine argentino. En la edición actual, Argentina está representada por 26 películas y proyectos en diferentes secciones. Estas obras no solo recorrerán el mundo, sino que también abrirán un espacio para el diálogo entre distintas culturas. Esta  significativa presencia es el fruto de políticas cinematográficas que a través del INCAA fomentaron activamente nuestra industria audiovisual, prolífica y reconocida a nivel mundial. Sin embargo, actualmente nos enfrentamos a una parálisis absoluta que haherido de muerte al cine argentino".

El comunicado argentino señala que "en la próxima edición no habrá 26 películas. Probablemente haya cinco, dos, ninguna. Imaginemos lo que eso significa en los cines de la Argentina, sin películas nacionales que proyectar, en las que nuestro público pueda verse, pensarse. Al igual que la ciencia, la universidad pública, los jubilados, el cine es una moneda de cambio más en una guerra cultural que a nadie beneficia y que no aporta nada a la nación. Más bien parece una cortina de humo para distraer a la sociedad en una economía donde día a  día se hace más difícil acceder a las cosas más elementales, generando hambre, ignorancia y odio".

"Esto es parte de la agenda de un gobierno ultraliberal -concluye el texto del colectivo argentino- que intenta promocionar como libertad la destrucción de nuestra memoria y nuestra soberanía cultural. La cultura, la salud y la educación son derechos fundamentales del pueblo argentino. La cultura es la usina de símbolos de un pueblo. Es tarea del Estado proporcionar las condiciones necesarias para la creación y la producción de bienes culturales. Por eso estamos alzando nuestra voz en defensa de nuestra identidad y nuestros derechos. La lucha por el cine argentino es una lucha por nuestro futuro".

Minutos antes, en la conferencia de prensa que dió en el Kursaal el equipo de El hombre que amaba a los platos voladores, su protagonista, Leonardo Sbaraglia, consultado sobre la situación del cine argentino, dijo que quería hacer suyas las recientes palabras de Adolfo Aristarain cuando fue homenajeado por la Academia del Cine Español. "Como dijo Adolfo, no hay que salvar al cine argentino, hay que salvar a la Argentina. ¿Hasta dónde va a llegar ésto? No hay voluntad de diálogo. El gobierno nacional está ciego frente a una industria exitosa, que da trabajo a muchas familias y que trae divisas, y ha generado un escenario de conflicto donde no lo había". 

"La sensación es de tristeza y de impotencia frente un ataque sistemático", completó el director Lerman. "La incertidumbre es absoluta, no sé si ésta será mi última película, porque hoy no se puede pensar a futuro. ¡Necesitamos que el Incaa siga funcionando".

Por su parte, Hernán Findling, presidente de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Argentina, sostuvo: "Es necesario que comprendamos con convicción que con cada obra que hacemos le estamos dando identidad, trabajo y cultura a nuestro amado país".