La ópera permanente. Más allá de la fortaleza del pasado, con sus cánones y tradiciones consolidadas, la ópera, esa forma de espectáculo creada hace más de cuatro siglos, conserva en sus genes el don de la experimentación y la actualización. De algo de eso dará cuenta el Festival Nueva Ópera, la manifestación bianual que en su quinta edición se desarrollará entre este jueves y el domingo 13 de octubre. En el espacio cheLA (Iguazú 451), se pondrán en escena las 15 óperas seleccionadas para esta edición, un muestreo pensado para representar el amplio catálogo de ideas, ocurrencias, estéticas, modas y tendencias actuales. Las entradas se pueden reservar de manera gratuita a través del sitio atlanticx.org/festival –donde también está detallada la programación– con la opción de realizar una donación voluntaria del monto que cada asistente considere adecuado.
“El realidad el festival es la etapa final de un ciclo de dos años en el marco más amplio del Programa Nueva Ópera” explica a Página/12 Miguel Galperin, director artístico del festival. “La idea surge desde Fundación Williams, impulsada también por la ONG AtlanticX, y las obras seleccionadas resultan de dos ideas básicas del programa. Por un lado generar diferentes mecanismos de continuidad que permitan a compositores desarrollarse. En este sentido proponemos una etapa de formación y reflexión que llamamos ‘Escuela Invierno’, donde se desarrollan ideas que en la etapa siguiente, que es de residencias, se consolidan en proyectos concretos”, explica Galperin. “Es decir que, por ejemplo, obras como Vox Humana, de Guillermina Etkin (que se pondrá en escena el viernes 27), con la participación de Graciela Oddone, o en el Consejo de las Cosas, de Florencia Barchovsky (domingo 6 de octubre), con Víctor Torres y Paula Socrón, pasaron por la instancia de generar la idea, el proyecto, luego la instancia de desarrollo en la residencia y ahora se estrenan en el Festival”, agrega el director artístico de Nueva Ópera.
“Por otro lado, entendemos que Nueva Ópera también tiene que servir de vidriera a los que desde hace tiempo indagan en la ópera contemporánea”, continua Galperín. “Entonces abrimos el concurso Nueva Ópera, del que resultaron ganadores compositores de trayectoria como Oscar Edelstein, que va a presentar ese gran trabajo Viaje a la Catedral de Santa Mónica de los Venados (la obra con que se inaugurará el festival el jueves), y Renée Carmichael con Virgen de los Generados (Jueves 3 y viernes 4 de octubre), un trabajo de gran despliegue multidisciplinario”, agrega. “Además, varios de los proyectos de esta edición surgen de residencias internacionales, a partir de que en 2022 la escuela de invierno se realizó en Nueva York. De esa experiencia salieron Fee Exercise (viernes 27), de Marina Rosenfeld, y Ways to Pass the Day (sábado 28 y domingo 29), de Natacha Diels y Daniel Bruno”, concluye Galperín.
La catedral y sus sonidos
La astilla de hueso, con música de Francisco del Pino sobre la dramaturgia de Victoria Cóccaro (5 y 6 de octubre); El gusanito, de Lolo y Lauti, basada en el disco El Gusanito en persona, de Jorge de la Vega (11 ); 85 balas, de Luisina Girelli (10 y 12); Estás en el umbral: diálogo entre lo humano y lo virtual, de Sol Rezza (10 y 12); Derivatives, de Hunter Brown y Jorge Castro (12 y13), y Concierto para la Batalla de El Tala, de Gabriel Chowjnik y Mariano Llinás (13) son parte de la programación que comenzará el jueves con dos funciones, a las 19.30 y a las 21.30, de Viaje a la Catedral de Santa Mónica de los Venados, de Oscar Edelstein y Manuel Eguía.
La ópera se desarrolla en la Sala Cristal Sónico, el resultado de un largo trabajo de investigación del compositor y el físico en el marco del Programa Teatro Acústico de la Universidad Nacional de Quilmes. “Los Cristales funcionan como caleidoscopios, entonces todo lo que suena se transfigura al pasar por ahí, aumentando el carácter fantasmal de cada escena”, explica Edelstein. “Como ocurre con la luz, los sonidos pueden modificar enormemente el sentido de las acciones teatrales cuando no están utilizados como simples apoyos redundantes de lo que ocurre y esas transformaciones producen una multiplicación de sentidos que se parece mucho a la sensación de sorpresa que genera la novedad”, continua el compositor.
Inspirado en la Santa Mónica de los Venados imaginada por Alejo Carpentier en su novela Los pasos perdidos, en cuya catedral el protagonista siente haber encontrado el origen de la música, el viaje de Edelstein, creador de la música y la dramaturgia de la obra, va hacia nueva memoria acústica. “La obra tiene una estructura general que se enlaza con las diferentes configuraciones que van tomando los cristales sónicos. Si bien se trata de escenas metafóricas de tipo mágicas, busqué que cada una tuviera su propia lógica y su autonomía, aún en ese tipo de continuidad que da el ir hacia un lugar que está determinado desde el comienzo”, continua compositor.
Diez cantantes y diez instrumentistas se mueven por la escena. En ese recorrido aparecen desde un hada rubia hasta un croupier, pasando por Zípoli, Kassia, Cristálida y el Señor de los espejos, entre otros personajes. “El público acompaña el itinerario de los protagonistas en torno a las ideas que surgen del uso del espacio acústico- musical, sus horizontes móviles y la sugerente promesa del hallazgo de una ‘nueva rueda musical’ que podría modificar la historia de la música”, agrega Edelstein, que concluye con un máxima que bien podría representar el universo de la ópera en movimiento: “Recordar es hacerse de nuevo. Saber es volverse rígido. Crear es poder recordar, sin saberes, algo que no ha ocurrido”.