El próximo 30 de septiembre se proyectará en la Universidad de La Plata "Soporte para el Habitar", un documental dirigido por Ana Cacopardo y Andrés Irigoyen. Esta producción recupera las experiencias de tres barrios populares de Mar del Plata y pone de relieve el impacto nacional de las políticas implementadas por la Secretaría de Integración Socio Urbana (SISU) entre 2019 y 2023, durante la gestión de Fernanda Miño, en colaboración con la Fundación “Soporte”, un colectivo de profesionales que coordina Fernando Cacopardo, académicos de la Universidad Nacional de Mar del Plata y el CONICET.

La primera experiencia se llevó a cabo en el barrio popular El Caribe, donde se instalaron servicios de agua y electricidad en 101 de las 130 viviendas relevadas. Esta iniciativa facilitó la creación de una agenda de necesidades comunes entre los vecinos y permitió a la Fundación presentar una segunda línea de proyectos. 

Con la nueva etapa de trabajo pudieron abordar dos ejes clave: la accesibilidad y la circulación dentro del barrio, y la identificación de que el 35 por ciento de las viviendas carecía de baño o tenía acceso deficiente. Como resultado de esa política se construyeron veredas, un playón deportivo, tres puentes peatonales y 20 núcleos húmedos, que son módulos de baño y cocina. El trabajo se centró en garantizar el acceso a algo tan básico como un baño, adaptando el diseño a las características de cada vivienda y teniendo en cuenta las decisiones de las familias sobre cómo habitar su espacio.

A través de las voces de vecinas y vecinos de tres de los barrios más marginados de Mar del Plata: El Caribe, Alto Camet y Villa Evita, el documental retrata la ejecución de una política que sienta un precedente y permitió mejorar la calidad de vida a más de 500 familias y generar trabajo para más de 50 personas. “Cuándo me contaron que este trabajo iba a paralizarse por la decisión de Milei de desfinanciar las políticas de integración socio-urbana, pensamos en construir este documental, como testimonio pero también como herramienta que reivindica lo público: el del Estado, de la Universidad, de los científicos, de la organización local.” cuenta Ana Cacopardo, periodista, docente y documentalista.

Con una mirada sensible y profundamente política, lxs protagonistas narran su lucha y el trabajo comunitario realizado en cuadrillas, un proceso de aprendizaje colectivo que permitió llevar agua potable, conexión eléctrica segura y accesibilidad para personas con movilidad reducida. Además, el trabajo en conjunto fomentó la creación de emprendimientos productivos, con un enfoque de paridad de género. Los mismos habitantes del barrio pudieron ver cómo sus casillas comenzaron a convertirse en viviendas dignas con baños y cocinas de material

También cómo el trabajo se convirtió para muchas mujeres, en la posibilidad de salir de sus casas, reducir las tareas de cuidado, encontrar un oficio en la construcción, y poder cumplir un sueño completamente impensado en sus trayectorias, el de un techo propio.

Para conocer más sobre este trabajo Las12 conversó con los realizadores Ana Cacopardo y Andrés Irigoyen, Macarena Blanco Pepi, arquitecta de Soporte y Soledad Gutierrez, una de las protagonistas del documental y vecina de el barrio El Caribe.

Las voces de las vecinas y trabajadoras son contundentes y emocionantes, evidencian el impacto del proyecto, que pone en el centro las trayectorias y necesidades de sectores populares. Foto: Valentìn Salvo.


El trabajo interdisciplinario

“Esto va a hacer muy feliz al barrio y vamos a poder juntarnos a jugar”, dice un niño de siete años mirando a la cámara. “Estamos pensando en una placita, me están haciendo mi casa”, suma una niña mientras sus amigos juegan en una montaña de arena que forma parte de la obra en construcción en el barrio Popular El Caribe.

Andrés Irigoyen, director y realizador audiovisual explica que las historias de vida que se relatan representan las diversas problemáticas que surgieron durante el proceso de construcción: “Aparece el problema de la falta de acceso a la tierra, redes contra la violencia de género y mujeres cartoneras que lideran cuadrillas de construcción. Villa, un referente de Alto Camet, que trae una historia marcada por la violencia estructural, pero también por la lucha y la dignidad. Villa y su familia fabrican los pilares para conexiones eléctricas seguras”.

El acceso a derechos para mejorar la calidad de vida

El Registro Nacional de Barrios Populares revela que en la Provincia de Buenos Aires hay más de 2.000 barrios donde cerca de 2,5 millones de personas viven en condiciones precarias. Lo que demuestra que aún son millones las personas que no acceden a servicios esenciales y básicos, para el cuidado de la salud, el bienestar y el desarrollo de sus vidas.

Uno de los barrios beneficiados con esta política es el Barrio Popular Villa Evita, uno de los barrios más marginados y olvidados de Mar del Plata. Según los testimonios de lxs vecinos no contaban con acceso a ningún servicio hace apenas 12 meses. En el documental se puede ver cómo a través del financiamiento de la SISU y el trabajo colectivo de lxs vecinos del barrio y la Fundación Soporte, en una obra de menos de 8 meses se pudo lograr el 100 por ciento de las conexiones al servicio de agua potable y energía eléctrica. 

Para muchas familias involucradas, acceder a una vivienda digna que contemple sus necesidades era algo impensado. Vivían hacinadas en casillas, sin derechos ni servicios básicos. Este proyecto no sólo hizo posible el sueño de un techo propio, sino que también impulsó la mejora de los barrios desde y para los sectores populares, en colaboración con arquitectxs, ingenieros e investigadores. Además, la cooperativa que ejecutó las obras incluyó a residentes que se convirtieron en beneficiarios directos.

“Jamás hubiera podido tener algo así por mi cuenta. Ahora las nenas tienen su habitación, los varones otra, y yo tengo la mía. Fue un cambio muy lindo, no lo podíamos creer”, cuenta Soledad Gutiérrez, vecina del barrio El Caribe y cocinera del comedor comunitario Mil Sonrisas. Soledad, que vivía con sus 12 hijos en una casa muy precaria, pudo acceder a servicios básicos y remodelar su hogar para hacerlo más habitable y cómodo. Las mejoras no sólo transformaron su vivienda, sino que también impactaron significativamente en su calidad de vida. Su historia es también la de muchas mujeres que viven expuestas a situaciones de violencia intrafamiliar desde muy jóvenes. “No tengo palabras para agradecer. Ver cómo las familias agrandaban sus casas y cómo cambiaba un barrio olvidado fue increíble”, cuenta Soledad.

Sin embargo, esta realidad está ahora en pausa debido a la decisión del Gobierno Nacional de frenar el financiamiento de proyectos como los que llevaba adelante la SISU (Secretaría de Integración Socio-Urbana), eliminando la intervención estatal en estos territorios. Hoy predomina una lógica de mercado, individualista y empresarial en lo que respecta a la vivienda.

Cuadrillas con perspectiva de género

Soledad también recuerda cómo aprendió el oficio de la construcción: “Al principio me estafaron dos veces cuando intenté pagar por mejoras en mi casa, hasta que llegó esta propuesta y pude sumarme a construir con mis propias manos como ayudante de albañilería”, relata. Así fue como aprendió, mirando a quiénes venían a su casa a trabajar. Reconoce que algunos compañeros no aceptaban fácilmente que una mujer formara parte de las cuadrillas, pero con el tiempo se integró, junto a otras vecinas que también aprendieron oficios como termofusión y electricidad, entre muchos otros.

La formación de cuadrillas para los proyectos en los barrios se basó en capacitaciones que evaluaban las habilidades de cada vecinx, lo que permitió que fueran los propios habitantes quienes construyeran su entorno y tomaran decisiones sobre su espacio. También se tuvo en cuenta un cupo de género, para que el trabajo sea equitativo e incluyera a las vecinas. Este trabajo en conjunto habilitó la conformación de una red de apoyo entre las mujeres del barrio, muchas de las cuales vivían situaciones de violencia. Este trabajo comunitario y colectivo les permitió salir de sus hogares, independizarse económicamente y aprender oficios, transformando su realidad.

Macarena señala: "Queríamos incluir a la mayor cantidad de pobladores de los mismos barrios donde se implementaban las políticas públicas". Así, el proceso comenzó con un diagnóstico de las capacidades instaladas en la comunidad, desde conocimientos de construcción hasta instalaciones. “Antes de iniciar la construcción, organizamos capacitaciones en instalaciones de agua y electricidad”, comenta Macarena. A partir de ahí, se conformaron cuadrillas mixtas, con hombres y mujeres trabajando juntos, en un rubro como la construcción que suele estar mayormente masculinizado.

Luego en la construcción de módulos de baño y cocina, se armaron tres cuadrillas simultáneas, incorporando a mujeres que no solo querían trabajar, sino también aprender el oficio. A medida que avanzaba la obra, algunas de ellas fueron ascendiendo a medio oficial, y actualmente continúan trabajando en la construcción. Macarena destaca la importancia de estas capacitaciones que permitieron la participación activa de las vecinas generando oportunidades laborales sostenibles en el tiempo.

Daniela Franco, quien comenzó como peón, aprendió el oficio de albañil durante el proyecto, así pudo mejorar su casa y su calidad de vida, al tiempo que se conectaba con otras vecinas beneficiadas por esta política pública. En las escenas del documental, se observa a las familias planificando con arquitectas, investigadores e ingenieros la disposición de los espacios. Por su parte Macarena señala que su participación en la implementación de estas políticas públicas también transformaron su vida como académica, “me permitió fusionar mi formación en investigación sobre hábitat popular con la arquitectura en sentido social”. Su trabajo se centra en la colaboración entre universidades y organizaciones sociales para mejorar la infraestructura y el acceso a servicios básicos.

Una casa bella, ¿para quién?

El Registro Nacional de Barrios Populares revela que en la Provincia de Buenos Aires hay más de 2.000 barrios donde cerca de 2,5 millones de personas viven en condiciones precarias. Lo que demuestra que aún son millones las personas que no acceden a servicios esenciales y básicos, para el cuidado de la salud, el bienestar y el desarrollo de sus vidas.

“Es fundamental destacar que la articulación no sólo se da entre la sociedad civil y el Estado, sino también entre grupos científicos y académicos con el Estado, lo que permite adaptar las políticas públicas a las realidades de los territorios. Este entramado de colaboraciones reduce la verticalidad de las políticas estatales, favoreciendo un enfoque más horizontal y participativo”, reflexiona la arquitecta y subraya la urgencia de abordar los problemas que enfrentan los sectores populares. En el documental, el coordinador de Soporte, Fernando Cacopardo, es contundente: “Desfinanciar estos programas es una práctica genocida”.

La primera proyección de “Soporte para el habitar” tuvo lugar en la Facultad de Arquitectura de Mar del Plata. Ana recuerda lo emocionante de ese estreno, pero no puede evitar pensar en que hace más de 20 años presentó "Cartoneros de Villa Itatí", un documental sobre la crisis de 2001. “Sentí una abrumadora sensación de fracaso colectivo al ver que la desigualdad estructural sigue presente. Pero me reconfortó escuchar a la gente de los barrios y a mis compañeros del CONICET. Me inspiraron esos jóvenes arquitectos e ingenieros que, en lugar de optar por el mercado, eligen trabajar por el derecho a la vivienda y al agua. Estas experiencias son como luciérnagas en la oscuridad, brillando cuando la situación es más crítica”.

En ese sentido, la creación de la Secretaría de Integración Socio-Urbana en 2019 marcó un hito al proporcionar un marco para la ejecución de proyectos que responden a las necesidades de las comunidades. “Integrar no es solo una cuestión material, sino también humana”, comenta Macarena. En un contexto donde la división y la desigualdad parecen prevalecer, iniciativas como estas nos recuerdan que la construcción colectiva puede ser clave para transformar vidas y comunidades enteras. La lucha por el acceso a servicios esenciales y el derecho a una vivienda digna continúa hoy más que nunca.

"La casa es bella, pero ¿bella para quién?", se pregunta la investigadora del CONICET en una de las escenas del documental, citando al arquitecto argentino Jorge Mario Jáuregui. Durante el film, se cuestiona la visión individualista tan presente hoy en los discursos políticos. En contraste, la fuerza colectiva, el trabajo en articulación entre academia y territorio y la perspectiva de género permiten reflexionar sobre nuevas formas de relación entre ciencia y política para lograr soluciones inclusivas y sostenibles. Es por eso que tanto los integrantes de Soporte como los realizadores del documental insisten en la necesidad de que todas las autoridades actuales vean el documental y se den cuenta la necesidad de reactivar estas políticas para poder compensar las desventajas en las que viven las personas en barrios marginados donde no llegan servicios básicos, donde los niñxs no tienen acceso a una plaza.

“Tomamos para el título del documental la noción de Soporte, tal como la usa este colectivo de investigadores y docentes de Mar del Plata. Soporte como técnica constructiva pero también como impulso para la vida.”, resume la documentalista Ana Cacopardo, sobre el título del documental que se proyectará el próximo lunes 30 de septiembre a las 17 horas en el aula 105 de la Universidad de La Plata.