El anarquismo del escritor estadounidense Jesse Ball –uno de los invitados al festival de literatura Filba Internacional, que comenzará este jueves 26 y se extenderá hasta el domingo 29- desdeña rangos y autoridades como lo hacía su padre, gran admirador de Kropotkin. “No se derribará el orden mundial ni florecerán dulces comunas en los prados. Pero, dentro de estos confines demenciales, podemos hacer lo posible por ignorar la jerarquía y generar intercambios que entrelacen las vidas con las deudas de la vida en lugar de dividirlas con el uso del dinero”, sugiere en el hipnótico Autorretrato, publicado por Sigilo, con traducción de Virginia Rech. Allí, el escritor emula el mismo procedimiento que había utilizado el artista y escritor francés Édouard Levé en su propio Autorretrato, “un abordaje que no eleva ningún hecho por encima de otro -como lo explicita en la nota introductoria-, sino que deja a los hechos coexistir en una masa inútil, como la vida”.
Ball (Nueva York, 1978), un narrador fuera de serie cuya obra se inscribe en la corriente literaria del absurdo, llega con otro libro bajo el brazo: El sueño, hermano de la muerte, un manual de instrucciones para tener “sueños lúcidos”, que también salió este mes por Sigilo, con traducción del escritor Santiago Featherston. Ambos volúmenes se suman al catálogo de una editorial que ya había publicado Cómo provocar un incendio y por qué, Los niños 6 y Cuando comenzó el silencio. Toque de queda, un mundo donde se ha prohibido la música, fue editada por La Bestia Equilátera. El poeta y narrador más tatuado de la literatura estadounidense tiene corazones, zorros, letras, avejas, avispas, un círculo y hasta el texto entero de un manual de instrucciones que el mismo escribió en su pierna izquierda; empieza en el tobillo y las palabras en inglés van ascendiendo por la tibia.
“Aunque parezca que la imaginación nos permite incluso exceder la naturaleza, seguramente nunca podremos lograrlo. El mundo está lleno de plantas y animales, y es mucho más interesante tal vez analizar o pensar en la vida, esta vida tan vívida que amplifica nuestros corazones y nuestras ideas. Es por eso que pienso acerca de las plantas y los animales todo el tiempo, y me pareció que era lo correcto que tuvieran una posición central”, reconoce Ball, profesor de escritura creativa en la School of the Art Institute de Chicago, la importancia que tienen los animales, las plantas y los árboles en Autorretrato. Ese libro lo escribió en diciembre de 2017, cuando se dio cuenta de que tenía 39 años, la misma edad que tenía el artista y escritor francés Édouard Levé cuando escribió su famoso Autorretrato.
“Nosotros somos organismos en el universo y tenemos esta facultad relacionada con la imaginación que nos permite, tal vez, llegar a otros lugares. En mi experiencia, eso es algo maravilloso; estar como dormidos en nuestro propio cuerpo para poder pensar sobre la condición animal”, agrega el escritor estadounidense con un tono de voz donde se revela que le encanta “la tristeza dulce que es simplemente sentir todo lo que se ha perdido, todo lo que se fue”. Detrás del joven Jesse que robaba libros hay una historia de rebeldía, una especie de modesta revancha contra el capitalismo neoliberal depredador. “Cuando aparecieron las grandes cadenas de librerías, muchas pequeñas librerías no pudieron sobrevivir y quebraron. Una de mis librerías favoritas era de un amigo en Long Island, donde yo crecí, y tuvo que cerrarla. Como estaba muy enojado, con mucha rabia por lo que estaba pasando, decidí robar los primeros libros en las grandes librerías, una colección de clásicos que publicaba Harvard University Press, en griego, latín e inglés. No robé toda la colección, pero robé bastante”, confiesa sin hacer alarde de esos robos, y aclara que nunca podría robar libros en una librería independiente o pequeña.
-El robo de esos libros quizá se pueda conectar con que te definís como anarquista, al igual que tu padre. ¿Cómo es ser anarquista en Estados Unidos en el siglo XXI?
-Creo que hay diferentes tipos de anarquistas. Uno que se ha popularizado es el anarquismo que se usa para hacer actos violentos o para destruir imágenes, activistas tirando cócteles de molotov. El anarquismo que adoro es aquel que percibe las estructuras de poder y las estructuras sociales que estratifican y ponen a los individuos en cajas y los reducen al punto de que pierden su cualidad de personas. Entonces me gusta actuar como por fuera de esas estructuras; que no todo sea un intercambio mediado por el dinero. Por ejemplo, si me estoy mudando y pido ayuda, y alguien viene y me da una mano con las cajas, y luego esa persona me llama y me cuenta que su abuela tiene Alzheimer, entonces voy a visitarla para leerle un libro; existe ahí una relación, un intercambio que permite enriquecer la humanidad de las personas. El anarquismo no borra la humanidad de las personas. Me gusta estar dentro de ese tipo de relaciones. Como anarquista, no me gusta decirle al presidente “señor presidente” porque creo que todas las personas son iguales.
-¿Este anarquismo igualitario que practica se traduce electoralmente en el voto a alguna fuerza política?
-El proceso de votación en Estados Unidos es bastante ceremonial. En general, los candidatos son todos conservadores; las políticas que llevan a cabo son similares. Incluso aquellos que dicen ser más liberales, terminan adoptando medidas conservadoras. Por ejemplo, en el caso de (Barak) Obama se continuó con todas las intervenciones bélicas en el extranjero y también restringió mucho la labor de los periodistas. Hubo ataques a los periodistas y también muchísima vigilancia durante su gobierno, cuando se supone que es más liberal. El proceso electoral en Estados Unidos parece ser un chiste. Las personas piensan que están garantizando la democracia, pero la democracia se consolida cuando reforzamos los intercambios más pequeños en nuestras comunidades. Creo que si lográramos que una parte importante de la población dejase de creer en la importancia del dinero las personas podrían comportarse de manera más humana y unida. La votación entonces sería algo insignificante porque la población entendería que la democracia depende de la acción conjunta y que las vidas se podrían beneficiar unas de otras.
-¿Por qué uno de los ideales que más odiás de la sociedad estadounidense es el concepto de libertad?
-Hay una idea exacerbada del individuo que promueve el pensamiento occidental, que es bastante oscura y que entiende, por ejemplo, que los autores son escritores originales, que son personas especiales que crearon algo. La idea de originalidad es bastante falsa porque la obra de un escritor depende de un movimiento y de un contexto, que a su vez se relaciona con lo que sucede con los otros. No existe la genialidad per se, sino que cobra sentido en cuanto al impacto que tiene la vida de los demás en la propia vida. En mi vida como escritor, las técnicas que usé en mis libros han sido pensadas como extremadamente originales o experimentales, pero resulta que estas técnicas o ideas son simplemente el producto de que leí muchísimos libros antiguos, y son cosas que han estado alrededor de la cultura por miles de años. No es algo que se me ocurrió a mí solamente. En todo el mundo hay personas que utilizan la herramienta de la escritura para expresar el pensamiento, eso ha sucedido desde siempre, y hoy en día tenemos la suerte de poder acceder a un montón de documentos. Sería hermoso si las personas pudieran utilizar mucho más toda la herencia de la humanidad.
-Tus obras no son populares, según planteás, porque son absurdas y porque solo “las generalizaciones burdas de lo absurdo, como Dalí, son populares”. ¿Por qué te interesa la corriente literaria del absurdo?
-La fuerza del absurdo es que entra en lo que podríamos llamar “realismo”, que no tiene nada que ver con el realismo falso, que es cuando alguien dice “este film es realista”, es decir que muestra eventos dentro del universo que todos hemos acordado; es el universo en el que nuestras vidas se encuentran. El verdadero realismo tiene que ver con aceptar que la vida está formada por fragmentos. Que miramos hacia adelante y hacia atrás, y estamos confundidos y desesperados porque queremos que las personas estén de acuerdo en pensar quiénes somos, que tenemos lo que queremos tener y cosas por el estilo. Lo ambiguo está más cerca de lo real que lo realista. Lo interesante de esta literatura absurda es que permite hacer un hueco a través del cual entra la luz y podemos ver cuál es ese punto al que nos enfrentamos. Hay una carga social muy fuerte para las personas porque realmente no saben qué decir. Incluso los filósofos más reconocidos no han sabido qué decir. Y lo que nos dice el budismo como solución es que simplemente tenemos que sentarnos y no hablar. Que eso es suficiente. Pero la literatura del absurdo destaca que la verdad es algo difícil y a las personas les cuesta asimilar eso.
-En un momento de Autorretrato afirmás que te cuesta escribir y que te comprendan. ¿El malentendido no está implícito en la conexión escritura-lectura?
-No diría exactamente que es difícil escribir. Lo difícil es que las personas comprendan lo que quisiste decir, una barrera que es natural. El significado del lenguaje es una cuestión de identidad. Somos criaturas que todo el tiempo utilizamos el lenguaje para comunicarnos con el fin de adquirir recursos. No creo que el lenguaje sea algo que se sostiene de manera aislada o por sí mismo. Tiene que ver con el movimiento y con el comportamiento de las personas dentro de la sociedad. Lo maravilloso de escribir tiene que ver con no ser bien comprendido; tal vez eso hace que la obra se vuelva más rica de lo que fue inicialmente. En el trabajo de creación tengo una sola capa inicial, que es mi comprensión. Cuando una persona lee mi obra, existen dos capas en la mente de esa persona. En la primera, la persona está intentando imaginar lo que quise decir y en la segunda, utiliza esos personajes o lo que yo creé para poblar con ellos su mente. Ahí surge una relación también con su propia vida y eso se vuelve mucho más radiante que el significado que busqué al escribir.
* Viernes 27 a las 11 en el auditorio del Malba, charla magistral "Nuestra propia versión".
* Sábado 28 a las 18 en el auditorio del Malba, "La paradoja de escribir el silencio", diálogo con la vietnamita-canadiense Kim Thúy.