¿Dice que no está dispuesta a renunciar a las galanterías de los caballeros que puedan invitarla, pagarle alguna cena, abrirle una puerta, o agasajarla de algún modo? Y tiene razón. ¡Por supuesto que no hace falta renunciar a eso! Esos gestos no tienen ninguna objeción en sí mismos. Porque feminismo no se opone a femenino (1). E igualdad (de géneros) no se opone a diferencia: se opone a desigualdad. Yo, siendo feminista, también disfruto de ellos... En todo caso es un acuerdo de gustos y tratos entre personas, algo completamente singular y privado.

¿Creen quizás que ser feminista supone estar en contra de los hombres? Error total. Claro que hay muchos indicios para que se piense eso. Pero el feminismo, o mejor dicho los feminismos, son movimientos que abogan por la igualdad de los derechos de las mujeres. Que visibilizan las violencias y los modos en que se ejercen los micropoderes cotidianos que dejan a las mujeres en situación de sometimiento y que están tan incorporados en nuestra sociedad. Por eso hicieron falta todas estas militancias, todos estos escritos, para empezar lentamente a darnos cuenta de ello a fin de poder cambiar estas formas de relación. Y estos cambios incluyen a los hombres también. Este concientizar y modificar requiere de equipo, del conjunto social, para poder llevarlos adelante. ¿Cómo vamos a dejar afuera a los varones?

¿O también quizás se cree que para ser feminista se debe participar en los grupos que salen a pelear por los derechos de las mujeres, que además muchas veces hacen performances callejeras como modo de expresión? Para nada es así (es larga la historia del movimiento que oficialmente comienza en el siglo XIX aunque hay antecedentes previos). Y hay muchas maneras y formas de participar. Diría que hay tantas maneras de ser feminista como mujeres. Algunas se agrupan, algunas batallan por los derechos, otras no. En mi caso, mi manera de ser feminista es dar a conocer a les autores, pensarles con otras colegas, dar clase, difundir las ideas, escribir y estar atenta a esas microescenas cotidianas. Viajaba yo en un subte. Me senté entre el panel que limita la puerta y un señor con auriculares que estaba con las piernas totalmente abiertas ocupando todo mi espacio. ¿Será que las mujeres debemos cerrar siempre las piernas en público? Me volvían escenas de infancia donde me enseñaban eso. No me animé a decirle nada. Me sentí humillada por mi silencio. De esas escenas hablo, de esas costumbres atávicas, que manifiestan los repartos de poder. Pero espero que la próxima vez (porque seguro habrá una próxima vez) yo pueda no callar.

No es necesario conocer ni participar de ningún grupo militante feminista para darse cuenta de que es un movimiento que devela las violencias y los femicidios ocasionados a lo largo de la historia (agosto 2024: cuatro femicidios en tres meses, en Mar del Plata) y brega por poner en la mesa temas y formas que ayuden a las mujeres a tener una mejor vida... Pensando en todo esto ¿cómo puede entonces alguna mujer decirse “no feminista”? ¿Qué de todo esto puede no identificarla si ella, sus amigas o sus parientas podrían ser una de esas mujeres?

Con la teoría crítica primero y con la militancia después, se pusieron en cuestión algunas ideas filosóficas y psicológicas acerca de las subjetividades, las sexualidades, los repartos sociales, las identidades y las maternidades. Y estas ideas tuvieron tanta potencia de verdad que influyeron en leyes que efectivamente se van sancionando en nuestro país. Gracias por ello.

Estos derechos se refieren a todas las mujeres sin distinción. Atraviesan todas las clases sociales e intersectan con las etnias y la nacionalidad además del género. Constituyen otra mirada, por ejemplo, sobre las cuestiones muy femeninas de la reproducción, la producción y los cuidados.

Por ello, por primera vez en Argentina vemos poner en discurso temas típicamente femeninos como la menarca, la vulva, el climaterio. Y entonces aparecen tratamientos de salud y belleza para esos aspectos del cuerpo femenino que antes estaban silenciados y librados a su propia suerte.

Las diferencias evidenciadas entre los grupos feministas locales (algunas legítimamente apoyadas en distintas ideas y conceptos), a las cuales los medios de comunicación dan tanto espacio, tampoco tienen que ser de importancia para todas las mujeres. De hecho, yo tampoco estoy al tanto de ellas. Mi militancia consiste en estudiar, transmitir, para explicar los textos, hablar o escribir como aquí. Ser feminista no quiere decir salir a la calle si no se quiere, se puede serlo en la vida propia y sus alrededores. Pero no podemos dejar de reconocer las necesidades que tenemos todas las mujeres del planeta de continuar la causa.

Y aun así... ¿Por qué no toda mujer adhiere?

Porque nos movemos por etiquetas. Estamos apurades para desentrañar algunas cosas y hacemos generalizaciones. Feminismo: odio a los hombres. Feminismo: enojadas mostrar las tetas. No.

Pero también, porque este orden social afecta tanto a hombres como a mujeres. Algunas mujeres (por suerte cada vez menos) se entregan a esos clichés del lugar femenino ya conocidos y antiguos: la libidinización e idolatría por el poder masculino, y el lugar de objeto en que se ofrece ella a cambio de protección. Son posturas que se repiten porque no saben o no ven que podría ser de otro modo. Que hay otras opciones.

La consigna “lo personal es político” explica que no elegimos libremente, aunque creamos que sí. Dice que en lo personal se expresan las determinaciones sociales y culturales de la polis, además de las particulares de cada cual. No hay tal espontaneidad. Por eso este debe ser un trabajo en equipo con los varones y con toda la sociedad: no solo individual.

Tenemos ejemplos visibles en nuestra sociedad de esas posiciones femeninas y de sus efectos devastadores.

Esto está cambiando y debe seguir cambiando. Por ello ninguna mujer más puede no ser feminista.

Patricia Factorovich es psicoanalista.

Nota:

 

(1) La pesadilla de lo igual. Cuaderno 3, Inadi. Buenos Aires diciembre 2010.