Arrastrados por el piso, girando como trompos, desfilando con swag, revoleando su cuerpo con la fuerza de unos pequeños y fibrosos Hércules de 50 kilos. Por primera vez en la historia, el breakdance participó en los Juegos Olímpicos como una disciplina oficial y, así, enfrentados en batallas uno contra uno, los b-boys y b-girls demostraron su destreza en París 2024. La de oro fue para Japón y se la colgó en el cuello la joven Ami Yuasa, de apenas 25 años.
Días después de coronarse de gloria en este deporte que aún no embolsa la hegemonía de masas pero que sí entroniza a los seres más cools de la Tierra, Yuasa anduvo de visita por Argentina. Vino para juradear en la versión doméstica de la Red Bull BC One Cypher. "Es mi primera vez aquí y voy a quedarme cuatro días. Vamos a hacer algunas sesiones de entrenamiento con algunos argentinos, y espero tener tiempo para recorrer", tiraba al NO desde un hotel céntrico, mientras apuraba un sorbito de agua. Ahora mismo, Yuasa debe andar subida a algún avión viajando a quién sabe dónde.
Pero hubo una competencia, hubo baile, sudor y lágrimas. La compe de Red Bull tuvo como winners a la b-girl Carito y al b-boy Lautaro Ponce (Wild Soul), que fueron distinguidos por el atento jueceo de la japopiba Ami. "Destaco la buena vibra y la buena energía", dijo antes de esta jornada que aunó a los mejores bailarines de la escena nacional. Claro, su mirada comprime el peso específico de ser la primera campeona mundial, la primera en saber cuánto pesa el oro olímpico.
Por caso, ¿qué se sentirá en el cuerpo ser campeona olímpica? "Bueno, yo estaba realmente muy contenta por todo lo que pasó. Pero estoy más contenta ahora por haber vivido esa experiencia y por haber estado en los Juegos Olímpicos. Realmente aprecio muchísimo todo el apoyo de mi familia y mis amigos. Estoy muy contenta, pero creo que nada cambió mucho realmente", confiesa la champ oriunda de Kawaguchi, en la prefectura de Saitama. "Sigo compitiendo igual que antes."
En su país, Ami causó una revolución mediática. De hecho, todavía carga con esa estela de campeona y sus devenires: después de pisar tierras niponas, viajó a Eslovaquia y luego a Portugal, extendiendo el tren competitivo. "Hace unos años comencé a viajar por el mundo, así que en todos lados me respetan mucho. Tengo que elegir qué hago con mi carrera, porque no quiero decepcionar a las chicas que me siguen en todo el mundo. Pero si yo no me decepciono, no decepcionaré a nadie más."
Yuasa regala confianza y recuerda que desde pibita, cuanto tenía unos 6 años, que anda ligada al baile. Aunque fue a los 10 que profundizó su amor por los pasos, los movimientos rápidos y los giros. "No hay un momento específico en el que recuerde que era buena en esto, pero desde chica que comencé a darme cuenta de que me encantaba esta cultura y que quería hacerlo el resto de mi vida", señala.
Fue en 2018 que Yuasa se convirtió en una bailarina profesional, cuando comenzó oficialmente a trabajar con Red Bull. Aunque, ¡vamos!, amén del rigor high profile, también baila para divertirse: "En ese momento no quería pensarlo como un trabajo", lanza esta joven quien, durante aquellos tiempos, cursaba estudios de literatura inglesa y sus jornadas eran, según dice, un "50 y 50". Entonces, pasó de buscar laburo y meter materias de la facu a dedicarse 24x7 al breakdance, su oficio, su vida.
Japón mantiene desde hace años un lugar destacado dentro de la disciplina y, haciendo close up, es uno de los países más poderosos en el breakdance a nivel mundial. "El de Japón es uno de los niveles más altos, especialmente para las chicas, que es muy, muy alto. Para participar en los Juegos Olímpicos había tres japonesas."
Y durante los últimos 15 años, la disciplina comenzó a expandirse como un virus entre los jóvenes nipones, llenando plazas, esquinas y gimnasios de b-boys y, como apunta, principalmente de b-girls. Entre las leyendas, Ami destaca a Narumi, ERi y Katsu One, bailarines de su generación, y a Ayumi, quien también participó en los Juegos Olímpicos.
Esta centennial, que el 11 de diciembre cumplirá los 26, trata de mantener una pata en la familia y los amigos, su cable a tierra. "Suelo salir con las chicas a tomar algo e ir de compras. Hago esas típicas cosas, ¿sabés? Las chicas siempre hablan mucho y nosotras hablamos todo el tiempo. Disfrutamos de eso", narra en un inglés nítido.
Además, cuando le toca viajar, prende Spotify y le da duro al pop japonés de los '70. "Me tranquiliza", lanza aunque no, no le suena Miki Matsubara, la artista que destrabó la ebullición retronostálgica del city pop. Disfruta entregarse al random de sus playlists y, de paso, le pone el ojo a algunas bandas actuales a las que hay que prestarle atención: Fujii Kaze, Back Number y Vaundy.
Yuasa levanta la vista, le da otro sorbito al agua embotellada y sabe que todo esto (los viajes, las competencias, las aguas embotelladas en hoteles enclavados al lado de pizzerías históricas de ciudades indestructibles) no sería posible sin el baile. Por eso, se anima a darle una recomendación a quienes recién están arrancando: "Lo más importante es hacer lo que les gusta. En mi caso, si no estuviera bailando, realmente no sé qué sería de mi vida. Tendría una vida muy aburrida. Demasiado, tal vez".
Y en el horizonte se divisan los Juegos Olímpicos 2028 con base en Los Ángeles, Estados Unidos. ¿Participará? Ami Yuasa hace un ademán leve, frágil, como develando lo atípico de su proeza en París 2024. ¿Participarás en Los Ángeles, Ami? "Estuve entrenando mucho para los Juegos Olímpicos. Busqué crear mis propios movimientos, mis propios pasos. Creo que voy a seguir en esa línea…" ¿Entonces? "No, no lo creo. Fue una experiencia increíble, me encantó. Pero quiero buscar nuevos desafíos. Y espero que las nuevas generaciones puedan intentarlo y tener la experiencia que tuve o, incluso, mejor."