París, abril 8 de 1979

Querido Negro:

Hace poco recibí tu segunda carta (versión corregida y aumentada de la primera), y me dispuse a contestarte, porque como consecuencia de la mudanza a París el año pasado se me había traspapelado la primera que por fin, la semana pasada, reapareció. Ahora que tengo las dos versiones y, sobre todo, la dirección, me pongo a escribirte.

Quería hacerlo principalmente porque a principios del año pasado ocurrió una cosa muy curiosa: le mandé a Adolfo Prieto, en un solo paquete, dos ejemplares de “El arte de narrar”, uno para él y el otro para vos, dedicado y todo, porque no tenía tu dirección. Días más tarde, recibí la respuesta de Adolfo, en la que me decía que había recibido el ejemplar de él, pero no el tuyo. Como los dos estaban en el mismo paquete, convendrás que se trata de un misterio más espeso que el del Triángulo de las Bermudas.

Yo quería que el libro te llegara por la dedicatoria. Como Diálogo bajo un carro es el poema que menos me disgusta, es casi como si te dedicara el libro (Juan L. y Aldo, por razones de edad, aparecen como las películas de Visconti en Cannes, es decir fuera de competición). En tu segunda carta me decís que llegó a tus manos. El día que tenga algún ejemplar hago una remake de la dedicatoria y te lo mando o te lo doy, por qué no?, en tus propias manos, por encima del humo oloroso de una parrilla.

En tu segunda carta mencionás también mi elegía meteorológica “Nunca me olvidaré de aquel verano”. Debo decirte que en materia de arqueología cada vez que busco entre mis poemas cae ante mis ojos tu incomparable “Lugoneada a Juan José Saer” –obra de aproximadamente la misma época que, a diferencia de mi balbuceo, parece que hubiera sido escrita ayer.

Un recuerdo me visita también a menudo: el día que nos conocimos, en un edificio burgués de Rosario, subíamos, con Rubén Sevlever, el ascensor hacia el departamento de uno de sus tíos, y nos pusimos a hablar de Mosquitos de Faulkner. Te acordás? Esa primera temporada en Rosario, después que me rajaron del Litoral, es el mejor período de mi vida. Todo el resto, en comparación, no es más que un sueño monótono.

“...y todo esto es locura para el mundo”.

En tu carta me anunciás la aparición de un libro de poemas, “allá por marzo o abril”. Según mis cálculos, debería recibirlo dentro de quince días por correo o, por qué no?, en mis propias manos, uno de estos días, por encima del humo oloroso de una parrilla.

El domingo pasado llamé por teléfono a lo de Adolfo, y hablé un rato con la Negra, para que me contara algunas novedades. Me dijo que Adolfo estaba en Estados Unidos –en San Diego, creo, y que llegaba de vuelta el viernes 6. Has tenido noticias? Yo espero recibir alguna carta de ellos prontamente.

A Aldo le escribí pidiéndole sus poemas –lo mismo te propongo a vos– para mandárselos a Gabriel Rodríguez que tiene, o tenía, vaya uno a saber, una editorial en Caracas –que es la que sacó mi libro–, pero no obtuve respuesta. Como dice el viejito del verdugo, la película de Berlanga: Con la ilusión que yo tenía!

Si es verdad que Daniel Wagner está en Ginebra (a qué otra ciudad podía caer) sería, para mí, cuestión de vida o muerte tener su dirección, y si es posible, su teléfono. (Si vos tenés teléfono, mandámelo también. Nunca se sabe). Cerca de mi casa está una de las mejores bodegas de París y tengo muy pocos amigos con quiénes compartirla.

Bueno, la hoja se termina, París no es una fiesta, y mañana tengo que viajar tres horas en tren para ir a laburar. Así que me despido hasta la próxima, con un gran abrazo.

Juani

 

Así que vivís en la calle Fontanarrosa? Yo, en Rosario, preferiría el Bulevar Oski o la avenida Divito.

Un fascimilar de esta carta fue publicado en el libro de Martín Prieto "Saer en la literatura argentina" (UNL, 2021).