“Bailar es escuchar con la cintura, mija, nada más, los pies a uno se le mueven solitos, vea”. Ainoha, una niña de ocho años, oye las canciones y las recomendaciones de los adultos y aprende “a sudar mi cuerpo huesudo y chiquito como un caballo chúcaro”. Crecer es soltar la lengua; masticar las palabras y morderlas como si estuviera chupando un mango maduro. En su extraordinaria novela Fiebre de carnaval (ConcretYuliana Ortiz Ruanouna historia con la dolarización de finales de los noventa como telón de fondo