“Acá estamos, sobrevivimos”, dice Lucas Finocchi, uno de los cantantes y guitarristas de Mostruo!. A la pandemia, a la hostilidad de la industria musical, al simple paso del tiempo. A todo eso alude, de alguna manera, el nombre del nuevo disco de la banda platense: No morí (2024). Después de veinte años de existencia en el circuito local, la banda acaba de publicar su sexto disco de estudio: un trabajo elegante, contundente, cancionero y algo pop que consolida un sonido con una mayor presencia de teclados. “Nosotros siempre tuvimos títulos que intentaron ser irónicos y graciosos. Este ‘no morí’ se puede tomar como algo literal, como sobrevivir a la pandemia; o también como un ‘acá estamos, seguimos tocando, haciendo discos y estamos vivos’”, refuerza Finocchi sobre el concepto del disco que presentarán el sábado 28 de septiembre a las 20,30 en la Comunidad Ferroviaria de Tolosa (3 y 526) junto a Carmen Sánchez Viamonte y Paul Higgs.

Grabadas en Estudios Hollywood de City Bell (La Plata) por Alfredo Calvelo y Gabriel Ricci Liajovetzky, las canciones del disco fueron apareciendo después de Moderno (2019), su trabajo anterior, en días de aislamiento social y confusión generalizada. El caos del mundo sigue, pero por otros motivos. En ese tiempo, cada uno armó maquetas en su casa y las compartió con los otros integrantes de la banda. Después de tener una veintena de canciones, se las mandaron a Richard Coleman, quien se ocupó de la selección final. “En un principio lo habíamos pensado como productor del disco pero después se le complicó a él y a nosotros, porque en pandemia era difícil moverse”, revela Finocchi: “Es el primer disco de Mostruo! que tiene la formación nueva, porque ahora tenemos dos teclados. Entonces, termina de armarse desde ahí, hay más cabezas pensando y más ideas compositivas que las de Kubilai Medina (guitarra y voz) y mías, que somos los cantantes y los que en general componíamos las canciones antes", precisa.

El elenco se completa con Gabriel Ricci Liajovetzky en bajo, Santiago Rogati en batería, Alfredo Calvelo en teclados, programaciones y coros, y Víctor Amoresano en teclados. El nuevo disco está centrado en la canción –con estribillos gancheros y melodías adhesivas-, pero predomina un sonido que va desde el rock clásico hasta el indie platense. La novedad es la mayor presencia de teclados, que le aporta un sonido más pop. “Si bien es un disco que suena a Mostruo! es algo distinto”, resalta el cantante y guitarrista. “Creo que antes Mostruo! era mucho más guitarrero, rock de guitarras bastante tradicional. Era lo que primaba o con lo que nos defendíamos en vivo. Pero ahora las guitarras pasaron a otro plano, más compartido. Es una banda que suena un poco más elegante. Pero que tiene otras texturas o se permite otras sonoridades más actuales”, puntualiza.

En este sentido, la participación de la joven y ascendente cantante Carmen Sánchez Viamonte en cuatro temas le aporta un color distintivo al disco. Además de meter coros en varias, hace dos canciones a dúo con Finocchi: “Más de lo que hay” y “Lento el tiempo”. “Carmen es una artista de La Plata y tiene una proyección nacional. Yo la admiro mucho, es una gran amiga y una gran artista. Y es fan de la banda, muchas veces cuando tocamos en Pura Vida se sube a cantar algún tema. La idea era que grabara en dos temas y se quedó en cuatro. Al disco le aporta una linda sonoridad su voz”, resalta Finocchi. Coleman, además, metió un pedal juguetón en “La mañana”. Otra canción que se destaca es "Aroma a soledad", que tiene una inspiración ricotera.

“Lo de la autogestión no fue una cosa ideológica, siempre fuimos muy de hacer lo que nosotros queríamos, en todo sentido. Y creo que ahí sí hay una línea de aprendizaje que tiene el rock platense sobre eso o de una generación donde para nosotros los que marcaban el camino, los Redondos o Spinetta, eran tipos muy fieles a su obra y lo que comunicaban sobre lo que un artista debía ser tenía que ver con ser fiel a su obra y no ‘transar’ o ‘venderse’ a la industria, como decían antes”, resalta. “Siempre fuimos muy de la autogestión porque nos gustaba meternos en todo, en la gráfica o en hacer los videos con gente cercana. Y eso fue armando una forma de comunicar y hacer los discos, que tiene que ver con lo autogestivo, pero por una cuestión artística. Los Redondos y El Mató son un ejemplo de eso”.

-En La Plata hay un circuito muy afianzado y bandas que solo tocan allá. Pero hay otras, como El Mató -de la misma camada que ustedes-, que trascendieron el territorio y tienen alcance nacional, ¿Por qué se da eso?

-Mostruo! es un ejemplo de artistas que no van a tocar a otro lado. Vamos muy poco, salimos dos o tres veces por año a tocar. Pero tocamos mucho en La Plata, somos parte del decorado platense. Y eso se fue dando así. Hay bandas más locales y otras no tanto. El hecho de decidir dedicarte a la música tiene que ver con eso. Los chicos de El Mató tempranamente tuvieron una voluntad de ir a tocar a un montón de lugares y seguir tocando y meterle. Además de que para mí hay algo que sucede en términos de sumar público: nosotros acá en La Plata tenemos un montón de gente que nos va a ver, que se canta los temas y que es muy fiel, pero en otro lado no se armó eso. No sé si porque no fuimos o por otra razón. La Plata tiene un microclima que favorece a las bandas y que también es lindo para quedarse, no hace falta salir. Los que han salido le han metido un montón de laburo, como Estelares, El Mató; yo vi cómo crecieron esas bandas y todo el laburo que le metieron. Para nosotros la música siempre era más un lugar de disfrute y quizás pusimos la energía en otros laburos. No nos enfocamos a poder vivir de esto.

-¿Qué aporte dejó esa generación al rock argentino en cuanto al sonido, al discurso y a la estética?

-Hay cosas muy disímiles en esa camada, pero a todas las une que son bandas con mucha libertad, que no siguen una tendencia, como el caso de NormA, que no les importaba lo que sonaba en la época. Lo mismo El Mató y nosotros. No éramos el grito de la moda en ese momento, hacíamos las cosas que nos gustaban. Quizás las bandas de La Plata no están muy preocupadas por lo que es tendencia y generan productos que terminan siendo genuinos. Son cosas en las que vos podés creer. Si no le creo a un artista me cuesta mucho que me guste. La Plata es un poco eso: cada uno va para donde se le canta el culo y el medio ambiente ayuda a que todas esas levaduras avancen. Después, cuando salen a tocar a otros lados, algunas tienen suerte y otras no. Hay un buen medio ambiente que le da calor a eso: la gente que va a ver las bandas, las movidas, los centros culturales, los colectivos artísticos y los medios independientes. Acá te armás una banda y tenés un caminito para hacer. No hace falta tener guita o contactos, podés llegar fácilmente.

-En el comunicado de prensa dicen que el disco está "repleto de amor, soledad, hartazgo y escepticismo". De hecho, en la canción "Estudio bar" cantan: "El mundo está por explotar, trato de caminar normal". ¿Tiene que ver con la confusión y la incertidumbre que estamos viviendo?

-Sí, va un poco por ahí. Yo vengo sintiendo como una cosa medio posapocalíptica, de transitar por un mundo que se va convirtiendo en otra cosa. No te digo que hay zombies pero un poco sentís que podría pasar. En el sentido de que hay un montón de convenciones sociales que se están rompiendo y el nivel de violencia e intolerancia que se maneja en general. Hay acuerdos que ya no son válidos. Y no lo digo solamente en términos políticos, lo digo en términos de trato cotidiano y humano donde parece que el otro es un problema. Quizás uno romantiza el pasado, pero me pasa de no entender mucho hacia a dónde vamos y tener la sensación de un futuro nuevo. Y eso se filtra en las canciones. Sin embargo, el estribillo de la canción “No morí” dice "estoy bien". Es algo muy simple pero a la vez muy interesante en esta época. "Estoy acá, estoy bien" y es un montón poder decir eso hoy. El disco, entonces, tiene luz, pero también aparece el conflicto con lo cotidiano.

-Siempre hay luz en la oscuridad y viceversa, ¿no?

-Nuestra generación creyó que había cosas que estaban saldadas, como el respeto por los derechos humanos, por ejemplo. Eran discusiones que ya ni dábamos y de repente nos encontramos discutiendo cualquier pelotudez. Cuando escribo canciones es para sublimar. Hacer una canción feliz es como hacer una película sin conflicto.