Nogoyá es la primera obra teatral sobre la masacre en el Pabellón Séptimo, la represión en la cárcel de Villa Devoto que en plena dictadura militar (1978) dejó un saldo de al menos 65 muertos. La obra está en cartel en el mismo año en que comienza el juicio por el hecho (el miércoles 9 de octubre), que sentará en el banquillo a tres exfuncionarios del Servicio Penitenciario Federal. Sebastián Moreno es el director de este espectáculo que puede verse en el Teatro Carnero, ubicado a tan sólo dos cuadras del penal. En diálogo con Página/12 cuenta cómo fue llevar a la escena un suceso tan difícil de representar.
"Me asfixio, Dios/ pienso en mi cara/ se está quemando, ahora/ mi cara, ¡Dios!", canta dramáticamente el Indio Solari en "Pabellón séptimo (relato de Horacio)", un tema que no se escucha en Nogoyá pero que estuvo en todo el proceso resonando como inspiración, igual que "Toxi taxi". Un libro fue otro puntapié importante: la obra está basada en Masacre en el Pabellón Séptimo, de la abogada y crimonóloga Claudia Cesaroni, impulsora de la causa judicial. Libro que, en su momento, el Indio recomendó.
Un clima opresivo, siniestro impregna a la obra desde el comienzo. Actores con vestuario del Servicio Penitenciario dan la orden al público de ingresar a la sala en grupos de tres y sentarse en tablones. La cercanía con el hecho escénico es muy fuerte. Se produce cierta incomodidad. El realismo que desprenden una cucheta, los colchones, un calentador, una pava y las actuaciones de quienes encarnan a los presos y los uniformados va entrando en diálogo con elementos más oníricos y canciones como "Coplera del prisionero", de Horacio Guaraní. La obra -del mismo nombre que una de las calles de la prisión- no muestra solamente la requisa previa a la masacre, el incendio y la represión con gases lacrimógenos y tiros, sino también las visitas de familiares y el pensamiento del afuera, específicamente de los vecinos del barrio.
"Tomamos del libro de Claudia la segunda parte, relatos volcados al expediente judicial, de sobrevivientes. Otra referencia fue la película El túnel de los huesos (dirigida por Nacho Garassino) que relata una fuga en los noventa de la cárcel de Devoto. Los que se estaban fugando contaron que cuando hicieron el túnel abajo de la tierra se encontraron con huesos. Una teoría es que esos huesos pueden pertenecer a los muertos de la masacre. Hasta el día de hoy no se hizo una excavación para verificarlo", cuenta Moreno.
La idea de hacer este espectáculo le rondaba desde hacía más de diez años, desde que quedó inaugurada esta sala independiente tan cerca del penal. "Siempre pensé que tenía que hacer algo en relación a la cárcel. He pensado en talleres y fui varias veces, sobre todo para la investigación de la obra. En 2014 leí el libro de Claudia y en 2015 me la crucé, le dije que quería hacer la obra y al toque me dijo que sí", dice el director. Hubo muchas idas y vueltas, cambios en el elenco, la pandemia en el medio, hasta llegar a una primera función con presencia de familiares de víctimas y sobrevivientes.
"Esta es la masacre más grande de la historia carcelaria argentina. Por primera vez en la historia, una causa relacionada con presos comunes fue declarada por la Justicia como de lesa humanidad. Esto, que sentó un precedente, fue lo más difícil para el equipo jurídico de Claudia: que la Justicia aceptara que fue una masacre, no un motín, y que la considerara imprescriptible. Recién después de diez años de eso se hace el juicio", explica Moreno. Y expresa: "Me movilizan las injusticias, sobre todo las dirigidas a las personas que no tienen voz. Los presos son las personas que menos representación tienen; a la gran mayoría de la sociedad no les interesan. La admiración por Claudia es porque va a contracorriente: siempre dice que poner más dolor al castigo no tiene sentido y provoca lo contrario a lo que uno intenta buscar: justicia, reparación".
En Nogoyá actúan Alicia Aguilar, Carlos Ariel Amadeo, Miguel Cervera, Carlos Gonzalez, Ernesto Guridi, Lautaro Liverani, Julián Szmulewicz y Celeste Tepedino. Este sábado habrá función en Teatro Carnero (a las 20, Pedro Lozano 4707) y el 5 de octubre será en el Club General Lamadrid, frente al penal, a las 21.30. En octubre habrá más funciones en la sala.
-¿Cómo pensaste la escena del incendio, seguramente la más compleja de representar?
-Era una de las más difíciles. Dividí el momento en dos situaciones: la requisa ingresando -80 policías, algo que no era habitual- directamente a pegarles y los presos soportando esos golpes y empezando a sacar a los penitenciarios del pabellón. Luego, una vez que los penitenciarios salen del pabellón les empiezan a tirar gases y tiros, tanto desde fuera del pabellón como desde fuera de la cárcel... se prende fuego el pabellón y no les abren las puertas. Toda esa situación era una escena aparte. Siempre la pensé con la idea de no hacer un golpe bajo, mostrando esa situación de muerte. La intención era hacer una escena bella. Fue complejo y finalmente tomamos como referencia la danza butoh; por un lado es muy bella pero a la vez muestra esa crudeza de la muerte y la marca que deja en el cuerpo. Intentamos trabajar la escena con luces, sonido y movimiento de danza.
-¿Qué aportó para la construcción de la obra la cercanía con el penal?
-El barrio es bastante tranquilo, hay bastante silencio. Pero a la noche se escuchan los sonidos de la cárcel, gritos o una sirena que utilizan para avisar que se van a abrir las puertas porque hay un traslado. Es movilizante para la gente saber que estamos contando algo que pasó muy cerca y que de algún modo sigue pasando. No una masacre semejante, pero sí las torturas, vejaciones y sobre todo lo que viven los familiares cuando visitan a los presos... es algo que sigue sucediendo. El maltrato, la falta de empatía. La cercanía da un plus a la obra. Hace que conmueva.