Vaca Muerta da para todo. Incluso para inspirar una instalación que busca generar conciencia sobre el fracking, pero desde un tenor poético. Tras ingresar al Espacio Investigaciones del Futuro (Boers 937), situado en el polo (post) industrial de Villa Lynch, una estructura gigante de metal da la bienvenida. Apenas bajan las luces de la sala, empieza un viaje hacia un lugar inhóspito que 10 años atrás cobró vida en el mapa y en la agenda argentina. Entonces esos caños naranja experimentan una taquicardia mecánica que dialoga con la fluidez de la marimba, los silencios, el corno francés y el trombón (ambos tocados en vivo por músicos). Mientras el ensayo electroacústico toma forma de paisaje sonoro, las pantallas respaldan un relato sobre lo absurdo. En esas escenas las torres de perforación se funden con peluches de dinosaurios, hoteles de nombres renacentistas y hasta con la línea B del subte.
A partir de la buena recepción y convocatoria que tuvo durante los dos últimos fines de semana, Geonnitus añadió una nueva función este sábado 28 de septiembre, de 18 a 21, que tendrá como invitada especial a la reconocida investigadora Maristella Svampa. “Como técnica de extracción de petróleo y gas, el fracking implica un grado máximo de abuso y explotación de la corteza terrestre, ya que consiste en extraer hidrocarburos de las piedras, literalmente. Es una técnica extrema que produce sismos con el tiempo. Por eso, Geonnitus es una obra póstuma”, explica el periodista Pablo Schanton, coordinador de la instalación junto a su colega Marina Aizen. “Su tonalidad general es de réquiem. Se trata de oír el acúfeno (tinnitus) de una tierra (geo) que fue expuesta a una explotación indiscriminada. El Geonnitus sería como el trauma sonoro de la tierra y también de la Tierra como planeta”.
El reconocido periodista fue convocado por Aizen, cofundadora de Periodistas por el Planeta. La asociación civil investiga e informa acerca de los síntomas de la crisis ambiental del siglo XXI (cambio climático, transición energética, pérdida de biodiversidad). El año pasado ampliaron su espectro de sensibilización al involucrar nuevas formas de narrativa en su prédica. Para eso crearon el Proyecto Eco Eco, que propuso probar con poesía, cuento, canción, rap, meme y fotografía. Una vez que se involucraron con la literatura, ahora el reto era hacerlo con el arte. A Schanton, en calidad de médium, se le ocurrió esta vez generar una sociedad con el Festival Ruido para concretar una obra multimedia que devino en Geonnitus (de alrededor de una hora de duración, con entrada gratuita).
Javier Areal Vélez y Florencia Curci, del Festival Ruido, estuvieron a cargo de la producción artística y la curación. Y acudieron al artista multimedia Leonello Zambón (el neologismo ‘Geonnitus’ fue idea suya) al realizador audiovisual Julián D’Angiolillo y a la compositora Cecilia Castro. “Éste es un grupo interdisciplinario que hizo un laboratorio de campo”, dice Curci. “Nuestra idea era ir a Vaca Muerta a investigar el terreno para hacer una colaboración en Buenos Aires, a manera de eco de la experiencia que vivimos. En el proceso de producción nos dimos cuenta de que pensábamos parecido a otros artistas. Entonces convocamos a Carlos Lescano y Rodrigo Márquez, que tenían algunas producciones que nos venían muy bien para la obra. Se coparon en participar, pese a que no estuvieron en el laboratorio de campo”.
Luego de que en febrero se comenzara a esbozar, el siguiente paso era apersonarse hasta Vaca Muerta para hacer los registros sonoros y visuales. “Lo que más suena allá es el viento”, ilustra Castro. “Nosotros teníamos que retratar ese paisaje sonoro, porque es representativo del lugar. Pero en simultáneo yo ya estaba pensando en los instrumentos que tenían que estar. Esto estuvo pensado previo a la estructura. Los bronces (trombón y corno francés) iban a representar bien la dimensión y la escala de Vaca Muerta. Permitirían expresar lo que estábamos viendo, personificarían un poco al fracking”. A lo que Curci añade: “Aparte del viento, lo que más suena allá son los motores y las máquinas. Es un rugir constante, un eco fantasma ensordecedor, un aturdimiento del cuerpo, vibraciones y sonidos sub graves”.
Durante el viaje a Vaca Muerta, el grupo de artistas entendió que la obra debía diferenciar lo que estudiaron a la distancia acerca del lugar y lo que percibieron estando ahí. “En la ruta, íbamos probando música, como acompañando las imágenes”, evoca Castro. “Cada cosa que veíamos nos daba la sensación de que estábamos en una película de ciencia ficción. Hay asociaciones que uno no pensaría. Las vacas, una arenera… De hecho, salíamos de noche a andar con la camioneta y todo eso seguía funcionando. No sólo que nada paraba, sino que todo estaba iluminado con unos reflectores”. Y Curci completa: “En el día conviven el paisaje y la industria. Pero a la noche el paisaje desaparece, y esa maquinaria gigantesca pareciera que estuviera flotando”.
Más que crítico, Geonnitus apeló por un abordaje sugestivo para hablar sobre el fracking. Y ese acercamiento desprejuiciado se refleja en la instalación. “No encontramos las palabras para decirlo, pero sí encontramos una forma de traerlo y de abrir pensamiento”, reflexiona la cocuradora del Festival Ruido. “Concluir es cerrarse, y lo que queríamos era traer elementos y resonancias para abrir”. Esa postura la fueron definiendo en sincronía con el desarrollo de la construcción de la obra. “Fue un idea y vuelta constante, mientras procesábamos los materiales y el viaje”, revela Castro, artista sonora. “Empezamos a pensar en la estructura como algo que dialogue con los instrumentos. Todo fue muy por etapas. Cuando lo vimos todos juntos, vino la etapa de ajustes”.
Marina Aizen aclara que no hubo bajada de línea de antemano. “Le dimos total libertad a los artistas. Esperábamos ver la obra sin meterles presión”, afirma. A la hora de pensar en arquetipos a seguir, las referencias fueron locales. “Las muestras colectivas Casa tomada (Centro Cultural del Bicentenario, 2016) y Simbiología (CCK, 2022)”, devela Shanton. “Por supuesto, estaba atento a la apertura teórica hacia la relación entre arte y ecología del siglo XXI, como se puede leer en los libros de Nicolas Bourriaud, Graciela Speranza o Paul Ardenne. Los cinco artistas fueron 5 días a Vaca Muerta como los 3 personajes de Stalker, la película de Andrei Tarkovski. Estuvieron en una ‘zona de interés público’ de la que públicamente no se sabe nada”. En tanto la cofundadora de Periodistas por el Planeta remata: “Ésta es una forma de pintar una realidad que la propaganda oficial no te muestra”.