Desde que se puso de novia con Chino Darín, Úrsula Corberó pasa dos o tres meses al año en la Argentina. Su última visita, sin embargo, duró lo que un lirio. No viajó para ver amigos ni a su familia política, sino para la presentación de El jockey, que desde el jueves está en salas comerciales. Estrenada en el Festival de Venecia y seleccionada para representar al país en la carrera por el Oscar a Mejor Film internacional, la última película de Luis Ortega (Caja negra, Monobloc, Los santos sucios, Lulú) sigue a un jockey cuyos éxitos quedan en el olvido a raíz de una sucesión de conductas autodestructivas, la última de las cuales desemboca en un accidente que lo deja internado en un hospital del que escapa para buscar una nueva vida. No sabe qué desea ni mucho menos hacía dónde va. Sí que la principal aliada de su cruzada no es otra que su novia embarazada Abril, el vehículo para que la protagonista de la serie La casa de papel haga su debut laboral en estos pagos.
Fue gracias al hijo de Ricardo Darín, quien había trabajado con Ortega en la serie Historia de un clan (2015) y el largometraje El Ángel (2018), que comenzó a gestarse su incursión por el particular universo creativo del realizador. “De su cine me interesa todo”, dice la barcelonesa ante Página/12, y sigue: “Una de las cosas que más me llama la atención es la poca necesidad de los personajes de reaccionar de forma habitual a los acontecimientos. Por ahí pasa algo traumático, muy dramático, y en una ficción esperas que el otro personaje reaccione, lo que está muy vinculado con las grandes interpretaciones. Y en sus películas todo pasa por otro lugar. Les da un misterio por el que no sabemos muy bien cómo están operando, qué les pasa. Igual me gusta porque son personajes muy humanos, pero poco convencionales. Eso es sexy”.
-¿Sexy?
-Me resulta sexy no saber todo. Yo soy un libro abierto, muy tipo "todo para afuera", así que siempre me ha resultado sexy lo opuesto, que es la gente más introvertida. Esa cosa de no saber qué piensa, cómo se está tomando algo, cómo se siente.
-En el Festival de Venecia dijiste que componer a Abril te permitió conectar con el oficio de una manera muy distinta a tus trabajos anteriores. ¿Cómo definirías esa conexión?
-Fue todo muy experimental desde el principio. El jockey me viene aportando cosas nuevas todo el tiempo. Fue, además, mi primera vez trabajando en la Argentina. El explorar mi profesión en un país con el que me siento tan unida, en el que ya tengo amigos y familia política, significó conectar desde otro lugar. Ha sido bastante mágico.
-¿El que no fuera un papel protagónico fue un factor a favor de aceptar la propuesta?
-Yo venía de sostener mucha presión en la mochila porque había filmado El cuerpo en llamas, así que fue una liberación total. Para mí no hay personajes chicos y si hubiera sido más pequeño, lo habría hecho igual. Me da la sensación de que esa división de actores es una cosa más de antes, hoy está todo un poco más mezclado. Es igual que los cantantes, que ya no hacen un género particular y pueden sacar un disco con una bachata, un reggaetón y una balada. Estoy a favor de la diversificación de los acontecimientos, sobre todo cuando tiene que ver con una vertiente artística y creativa. Me ayudó el no tener un personaje con tanto protagonismo porque para mí fue un experimento.
-¿En una película de estas características se puede tener participación más activa? ¿Cómo fue la relación con Ortega para trabajar a Abril?
-Intenté trabajar, pero Luis no me dejó. Yo estaba muy ansiosa de querer saber todo sobre Abril y a Luis le chupaba un reverendo huevo: decía que no pasaba nada, que iríamos encontrándolo. ¿Pero cómo vamos a "ir encontrándolo"? Hubo algo muy libertador de su parte al decirme que el personaje era lo que yo hiciera. Me ayudó a destensar ciertos mecanismos, porque venía de cosas más comerciales donde hay menos tiempo y está todo mucho más cuadriculado. Luis es un chamán de la paz.
-¿Por qué chamán de la paz?
-Es muy de explicar con palabras. Lo que genera en el set tiene una ambivalencia extraña: parece que nadie está haciendo lo que tiene que hacer porque está todo demasiado relajado. Pero en realidad no, es parte de la unión por la que vamos a trabajar todos juntos. Yo venía a mil, muy enchufada, y con Luis fue otra cosa. Él fue más flexible conmigo y hubo un poquito más de improvisación. Fueron cositas pequeñas que generaron juegos distintos en cada toma. Con Nahuel fue un poco más específico porque la película tiene un lenguaje muy particular, unos tiempos muy concretos. Y que a nivel interpretativo haya una conexión y no sean actuaciones al uso es mérito de Luis.
-Hablás de lo particular del cine de Ortega y del carácter experimental de tu trabajo. ¿A esta altura de tu carrera te interesan papeles desafiantes?
-No quiero personajes que no me desafíen, eso significaría que ya hice algo así. Lo nuevo da miedo y vértigo, todo lo que se experimenta por primera vez da respeto, te importa y te mantiene motivado y con la curiosidad despierta. Sentí mucho vértigo en El jockey porque es muy distinto a lo que venía haciendo y rompe con esa cosa de mujer empoderada, fuerte y capaz. Abril tiene eso, pero desde otro lugar. Siento que es uno de los personajes más valientes que hice. Ella no tiene necesidad de hacerse ninguna coraza, simplemente está tranquila sin tener que demostrarle nada a nadie. Es una cosa fuerte y valiente darse el permiso a uno mismo de ser como uno es.