El gobierno sigue desesperado por sumar dólares a las reservas internacionales. El discurso oficial es que la estrategia pasa por eliminar pesos del mercado interno. Sin embargo, en la práctica los funcionarios se concentran en buscar nuevas fuentes de divisas. Entre los inversores circula el rumor del cierre de un acuerdo de un préstamo con bancos internacionales por casi 3000 millones de dólares. Se pagarían tasas elevadísimas de dos dígitos.

El segundo semestre pasa rápido y los próximos vencimientos de bonos soberanos y bopreales están cada vez más cerca. Para cumplir con esos pagos no alcanza con haber eliminado el excedente de pesos de la economía sino que hace falta contar con divisas en las arcas del Banco Central. El overhang monetario es una variable que directamente no juega en esta partida.

Las cuentas pueden hacerse de muchas maneras pero sin acceso al financiamiento externo los números para repagar la deuda no cierran. No importa el tipo de cálculo ni el optimismo del funcionario que haga el cómputo. Parafraseando a Rodolfo Walsh, el equipo económico está al filo de entrar a una posición de Zugzwang con el vencimiento de los bonos.

El gobierno estiró recientemente la primera etapa del blanqueo por 30 días apostando a sumar dólares a los depósitos e inflar contablemente las reservas. Pero esta medida no resuelve el problema. Necesita fondos frescos que pueda usar con libre disponibilidad. El rumor del acuerdo con la banca internacional es una muestra de la urgencia del gobierno para hacerse de divisas. El préstamo estaría atado a una tasa cercanas al 15 por ciento.

El punto es que la urgencia por las divisas irá en aumento durante los próximos meses. La dinámica de la cuenta corriente agrava esta situación. En los últimos días se publicaron nuevos datos del Indec sobre la entrada y salida de turistas al país. Las cifras se reafirmaron al cierre de la semana pasada con la publicación del balance cambiario del Banco Central. La cuenta corriente registró un déficit de casi 1300 millones de dólares.

Los argentinos están contentos viajando al exterior y son cada vez menos los extranjeros que llegan a la Argentina. Los precios en dólares de ir a comer afuera, comprar ropa y pagar el hospedaje están igual o más caros que en países del primer mundo europeo. La comparación no es sólo con España sino incluso contra los precios de Alemania.

La Argentina terminó el primer semestre del año con una tasa de pobreza de más del 52 por ciento. Son los peores datos en los últimos 20 años. ¿Cómo pueden costar lo mismo las cosas en la Argentina que en el país más desarrollado de Europa? Este último punto es uno de los que permite ver de forma más simple las contradicciones de la economía argentina. El programa económico evidentemente no cuadra.

La promesa del orden macroeconómico y las mieles que traerá en los próximos años pierden sentido ante el sacrifico social. En las áreas metropolitanas la gente empezó a zigzaguear entre las vías para evitar pagar el boleto de tren. Una foto que dice mucho más que cualquier indicador de la macro.

El gobierno, sin embargo, sigue insistiendo que la brecha cambiaria se cerrará de arriba para abajo (o sea, que el precio de los dólares financieros terminará convergiendo al precio del dólar oficial de casi 1000 pesos), que el ajuste fiscal es eje innegociable de la gestión y que la inflación terminará siendo cero. Es un anhelo que parece alejado de los datos de la realidad. La inercia del 4 por ciento mensual de los precios minoristas se mantiene inamovible.