El 23 de agosto de 1984, pocas semanas antes de la presentación del informe conocido como Nunca Más, sobrevivientes del centro clandestino de detención “Club Atlético” realizaron una conferencia de prensa en la sede de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) para relatar los horrores que habían vivido durante su cautiverio. Para conmemorar los 40 años de esa presentación en sociedad, este viernes el Instituto Espacio para la Memoria (IEM) y la Red Federal para la Defensa de los Derechos Humanos y la Democracia organizaron en la sede la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) Autónoma la charla “Ahora más que nunca: Nunca Más”, con exdetenidos de aquel centro clandestino. "El día de la conferencia de prensa pudimos con nuestras voces decir quiénes éramos”, rememoró la sobreviviente Delia Barrera.

El salón principal de la sede de la CTA Autónoma, ubicado a pocas cuadras de la Plaza de Mayo, fue escenario de un momento emotivo para sobrevivientes, familiares de desaparecidos y militantes de organizaciones de derechos humanos. Pocos minutos antes del comienzo de la charla, estallaron los aplausos para recibir a la Madre de Plaza de Mayo Elia Espen. “Madres de la Plaza, el pueblo las abraza”, retumbó el canto en la sede de la central sindical, entre saludos y abrazos.

Delia Barrera fue secuestrada de su domicilio el 5 de agosto de 1977 con su pareja, Hugo Alberto Scutari. Los dos fueron trasladados al "Club Atlético". Allí vio por última vez a su marido, que sigue desaparecido. Delia destacó la importancia de los encuentros entre los sobrevivientes del centro clandestino que empezaron a realizar en los años ‘80, luego de la dictadura. “Empecé a encontrarme con otros sobrevivientes, y empezamos con nuestros encuentros a poner nombre y apellido a los apodos de los compañeros con los que habíamos compartido ese cautiverio. Después, llegó la conferencia de prensa, y ese día pudimos con nuestras voces decir quiénes éramos”, afirmó.

La conferencia de agosto del ‘84 en la Conadep, realizada por sobrevivientes del “Club Atlético” que buscaban contar el horror que habían visto y habían vivido, fue registrada por una crónica del diario La Razón que cubrió la presentación. “La palabra de quienes estuvieron allí vale más que cualquier comentario”, afirmó aquel artículo, en el que se destacó a quienes “tuvieron la valentía y el coraje cívico de poder formularlas”. “Ahora la tarea le corresponde a la Justicia federal”, planteó la crónica de la época.

Mónica Córdoba, otra de las sobrevivientes que participó de la charla, recordó que luego de ser liberada del “Club Atlético”, en 1977, se sumó a Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas “para hacer los hábeas corpus por los desaparecidos”. Luego, llegó a la Conadep cuando “me puse a pensar en el dolor de una madre por perder a un hijo, además de todo lo que uno llevaba consigo en la vida que una tuvo”. Luego de hacer su declaración ante la Comisión, se sumó a los encuentros con los sobrevivientes del centro clandestino.

Gabriela Funes nunca olvidará cuando, luego de ser secuestrada y llevada al “Club Atlético”, al llegar entre agresiones e insultos la tabicaron, le pusieron grilletes y le dijeron: “A partir de este momento, no sos más quien sos sino un número y una letra”. Gabriela reivindicó su pasado militante y afirmó que se siente “orgullosa de haber pertenecido a esa generación”. Ella era pareja de Ricardo “Tato” Peidro, otro de los sobrevivientes del “Club Atlético” que también participó de la charla. Ambos militaban en la Juventud Universitaria Peronista (JUP) de la Facultad de Medicina y vivían en Lanús, de donde fueron secuestrados. “Uno ve documentos importantísimos, o videos como el que vimos antes, o películas, pero ninguno puede describir lo que es un campo de concentración”, afirmó Ricardo.

Ubicado en la avenida Paseo Colón entre San Juan y Cochabamba, en la ciudad de Buenos Aires, “Club Atlético” era el sótano de un edificio de tres plantas perteneciente al Servicio de Aprovisionamiento y Talleres de la División Administrativa de la Policía Federal Argentina (PFA). Tras el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, se convertiría en uno de los centros clandestinos de detención, tortura y exterminio de la Capital, integrando el llamado "Circuito ABO" (Atlético, El Banco y El Olimpo).

Miguel Ángel D’Agostino es otro de los sobrevivientes de ese campo de concentración. Fue secuestrado de su domicilio en Castelar, cuando se encontraba cursando el último año de la escuela técnica. Estuvo secuestrado, y luego fue liberado. “Como quien deja un paquete en la vereda, me dejaron en la vereda del Hospital Borda con los ojos vendados, con las manos maniatadas. Me pidieron que cuente hasta 100 y me vaya de ese lugar rápido”, contó. Pronto, Miguel comenzó a investigar en qué lugar había estado secuestrado durante su cautiverio. “Me di cuenta de que tenía indicios suficientes como para salir a la búsqueda. Volví a la puerta del Hospital Borda y empecé a caminar en sentido a la cancha de Boca Juniors, al Riachuelo, al Río de la Plata. Después de un año y medio de hacer esta rutina, logré encontrar el campo de concentración”.

Uno de los momentos más emotivos de la charla fue cuando tomó la palabra Ana María Careaga, quien estuvo en “Club Atlético” mientras estaba embarazada, y que es hija de Esther Ballestrino de Careaga, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo que fue secuestrada en diciembre de 1977 en la Iglesia Santa Cruz y luego desaparecida. Ana María recordó cuando, estando en cautiverio y ante los horrores de la tortura, se hizo "por primera vez la pregunta por la condición humana" y recordó cómo logró sacar fuerzas para resistir el cautiverio. "Yo sentía que no estaba sola, que había una vida adentro mío, que había podido sobrevivir, que había una parte de mi cuerpo a la que no habían podido llegar, y para mí eso fue una victoria", contó y recitó un poema llamado "Canción de cuna para no dormirnos" que compuso para su hija, Anita Fernández, moderadora de la charla. "Pequeña, desafiaste la vida y creciste en mi vientre, buscando luces blancas entre sombras oscuras. Entre tanto dolor, desafiaste a la muerte. Mi sangre fue tu vida, tu sangre fue mi fuerza".

De la charla también participó Gabriela Sosti, fiscal comprometida con los derechos humanos que intervino en juicios por crímenes de lesa humanidad. "Tengo grabada en la sangre, en la memoria y en el corazón de abogada cada relato de lo que hicieron a Miguel, a Ana, a Gabi, a Delia, a Mónica, a Ricardo, a Hugo y a muchísimas compañeras y compañeros que lucharon y soñaron por una patria con la que yo sigo soñando", dijo.

Informe: Juan Pablo Pucciarelli