La génesis de No tiene un desgarrón es un tanto fortuita, al menos -según su directora- desde las vicisitudes coincidentes que la hicieron posible. Basada en Heldenplatz (Plaza de los Héroes), de Thomas Bernhard, con interpretaciones de Julieta Cardinali y Vera Spinetta, y dirección de Rita Cortese -a partir de la adaptación realizada junto a Carolina Santos-, No tiene un desgarrón significa también la primera obra con dirección de Cortese en Buenos Aires. Es también una nueva visita a la obra que, hace unos años, supo interpretar; ahora desde una mirada diferencial, en sintonía con las dos actrices -para el caso de Spinetta, se trata de su primera incursión teatral-, y en diálogo inevitable con los días aciagos que corren. El discurso de odio que circunda a la obra de Bernhard ofrece un correlato inevitable al contexto argentino. No tiene un desgarrón se presentará el viernes próximo a las 20 en Sala Lavardén (Mendoza 1085).

“El arte es lo que nos salva. Y por eso podemos hablar de esta situación riéndonos, superando el horror y la angustia que está viviendo el pueblo. De todas maneras, cuando uno atraviesa determinados materiales y toma el hecho artístico, eso te salva. Es algo que pasó en todas las épocas; en todos los momentos de gran destrucción, siempre el hecho estético -y de la forma que fuera: poesía, pintura, teatro, música- salvó. La desesperación es un estado habitual para el artista, y digo la palabra artista con todo respeto, porque existe el mundo del espectáculo y el mundo de arte, que son dos cosas distintas”, comenta Rita Cortese a Rosario/12.

-Ahondar en esa desesperación para compartirla, ¿no?

-Bueno, mirá, la obra tiene un texto que repetimos casi cotidianamente: “Tardo en prepararme para existir, pero no renuncio”. Me parece una síntesis bien linda de lo que está pasando.

-Es una obra con la que ya tenés una relación, y evidentemente toca un nervio sensible ante lo que nos sucede.

-Y de una manera que no tenés idea. A esta obra yo la hice hace bastante tiempo en el Teatro San Martín, y originalmente tiene tres actos. El primero está contado por las dos empleadas: el ama de llaves y la empleada doméstica más nuevita de la casa; y entonces se me ocurrió hacer una adaptación que fuera contada desde ellas. O sea, es una adaptación mía y de Carito Santos de la obra de Bernhard, Plaza de los Héroes, y me tiene muy feliz, porque es la primera vez que dirijo acá, en Buenos Aires; la primera vez que dirigí teatro fue en la escuela que tenía en Rosario: “El Gimnasio”. Y bueno, estoy muy contenta de haber podido tomar este material, que hacía tiempo quería dirigir. Pero viste cómo es, todo es azaroso; quiero decir, un día viene Julieta Cardinali a casa y me dice: “¿Por qué no hacemos algo?”; “¡Y dale!”. Y así surgió, así la estamos haciendo en este momento. No fue nada premeditado, sino que el azar nos encontró en el momento justo, también porque la obra tiene una actualidad muy interesante.

-Y es el debut en teatro de Vera Spinetta.

-Algo que para mí es de una responsabilidad enorme.

-Ellas te colman de elogios en las entrevistas, así que ahora te pido a vos que hables de ellas.

-(risas) Con Julieta tengo un vínculo desde hace muchos años, nos queremos mucho y además es una actriz muy increíble. A Verita no la conocía personalmente, y tiene una magia en el escenario que es también única, de una presencia muy fuerte, algo que en el escenario no es poca cosa; cuando digo presencia, me refiero a un estado, una irradiación, muy fuerte. Y Julieta que es una actriz inconmensurable, fantástica. Así que fue un proceso de mucha felicidad, de mucha entrega y de mucha convicción. Pero se fue dando sin que fuera puesto en términos de obligatoriedad, se fue dando así, desde una conjunción muy armónica.

-¿Dónde elegiste poner la atención al adaptar el texto original?

-Elegí, secretamente, contar la obra a partir de la pregunta sobre cómo generar las tensiones necesarias, y eso es muy difícil. Una de las tensiones fue saber que, cuando estas dos empleadas domésticas se quedan sin casa -porque esa casa se vende-, también se quedan sin techo, sin agua caliente, sin cama. En un punto, es una obra desesperada; y en otro punto, hay una profunda esperanza. Y eso es de una actualidad muy notable y no elegida, porque es una obra con unos textos que te tocan por diferentes lugares. Ya te digo, yo la tengo conmigo desde hace mucho tiempo, mucho antes de atravesar esta etapa que estamos viviendo en Argentina y en el mundo, por eso tiene actualidad.

-Respetaste la ambientación de origen.

-Sí, respeté el ámbito donde se desarrolla originalmente, que es además el living de esta casa ya vendida.

-Y dando voz a quienes habitualmente no se les presta atención.

-Exactamente, el punto de vista de los que no tienen voz con respecto al poder, ante una circunstancia ‘X’ que es la que desarrolla toda esta situación que atraviesa la obra.

-Se me ocurre pensar a las dos a la manera de un solo personaje, porque se requieren mutuamente.

-Son dolores compartidos y dolores diferentes, y las dos se van rescatando; ése es el punto. Eso es algo que tiene la obra y es genial, no está inventado por mí. La obra habla de eso, habla del otro, y habla también de los cuerpos.

Hablar del otro, ponerse en lugar del otro, no parece ser la moneda de cambio que circula hoy. Ante esta situación, Cortese confiesa: “No tengo palabras para describir este momento que estamos viviendo. Es un proyecto de exterminio, que lleva adelante el Presidente de la Nación, elegido por el pueblo democráticamente. Ésa es la otra lectura que tenemos que hacer; de lo contrario, achicamos el pensamiento. Es un momento para pensarnos, para fortalecernos. Una obra que en este sentido tiene vigencia es Marathon, de Ricardo Monti, donde la gente bailaba una maratón de tango y milonga por el techo y la comida, y por un premio que no sabía cuál era. El director de esa maratón, el que guiaba, decía: ‘Bueno; si esto no fuera ridículo, sería una tragedia. ¡Que siga el baile, damas y caballeros!’. Yo creo que estamos en ese punto histórico en la Argentina”.