Gustavo Cerati lo expresó con calor y luz: el amor, amarillo. Así debería ser el futuro de la música, una llama viva, ígnea e iluminadora. Como el corazón y la yema del arte de Silvia Pérez Cruz, que el jueves 26 presentó su último disco en la ciudad de Buenos Aires.

La rama dorada que encendió la catalana con el  final de la gira de su disco Toda la vida, un día, en el Auditorio Belgrano, fue un evento que no ocurre muy a menudo. Pérez Cruz arrebató al público porteño como una mecha encendida; cantó, tocó instrumentos y dejó una noche histórica llena de pasión, singularidad y emoción. Una experiencia aúrea.

Toda la vida, un día en vivo

Al comienzo de Antes del atardecer, la segunda película de la saga (pero la primera que explora la posibilidad del retorno de ese amor casual en un viaje de tren), Jesse, interpretado por Ethan Hawke, confiesa que se imagina una novela que retrate toda una vida en los brevísimos minutos que dura una canción popular.

Silvia Pérez Cruz plasmó una idea similar en el álbum que presentó en vivo en el barrio de Belgrano. El disco, de tapa azafranada como España, se divide en cinco movimientos que representan La flor y la infancia, La inmensidad y la juventud, Mi jardín y la madurez, El peso y la vejez y, al fin, El renacimiento y el parto. Cada uno de ellos tiene un color específico.

Con cada nuevo disco, se arriesga y logra superar al anterior. Comparte esta cualidad con otras figuras únicas como la inglesa Celeste, Rosalía, Marisa Monte o la cantante de jazz Cecile McLorine Salvant. Cada disco es irrepetible y singular y perfecto. Este llegó luego de los también asombrosos Farsa y MA Live in Tokyo.

Infancia de un recital único

“Como la flor / Hay que romperse / Salir y brotar / Verter la sangre al nacer…” canta Pérez Cruz al comienzo de un concierto que, como su disco, es circular. Luego, ese estribillo que se imprime como duende flamenco, en la sonrisa del público: tatán, tatán, tatán... un scat de swing que fusiona improvisación y virtud, partitura e ingenio, composición y libertad. Todas cualidades de la artista.

Si Ástor Piazzolla encapsuló la vida porteña en su clásico “3 minutos realidad”, Silvia lo captura el mundo a través del jazz, la música española, el rock y el trap y la música argentina. Incluso festejó con el público su reciente nominación a los Latin Grammys junto a Residente, por “313”, en las categorías de Mejor canción del año y Mejor video.

Es que la cantante, que mantiene una relación íntima y artística singular con nuestro país desde sus primeros discos, ha explorado desde standards de jazz hasta el cancionero del folklore argentino, pasando por canciones de Jorge Fandermole y Fito Páez. En este concierto, contó con invitados, como Liliana Herrero (también presente  en el álbum), el guitarrista y arreglador Pedro Rossi y Luna Monti.

Silvia Pérez Cruz: el recital de toda una vida

Con una puesta en escena y luces conceptualmente minimalista, Silvia Pérez Cruz vestida de amarillo vibrante, presentó un concierto que reflejó la esencia de su disco. El desafío fue trasladar la riqueza sonora de la grabación de estudio, realizada con cientos de músicos y orquesta, a un formato en vivo de solo tres instrumentistas.

La formación estuvo integrada por Carlos Montfort, que tocó violines (también interpretados como fiddle en su acepción folk y popular), percusión, trompeta y teclados. Marta Roma se encargó del chelo y la trompeta y Bori Albero tocó el contrabajo. Además, todos ellos se unieron en coros.

Silvia Pérez Cruz lució de amarillo vibrante en su concierto en Buenos Aires

Silvia Pérez Cruz, influenciada por los arreglos de cámara de Nick Drake, ha logrado algo similar al brit-folk de culto: rodearse de músicos que son no solo profesionales, sino también amigos, compañeros y copilotos en su música, a quienes ella llama "mi pequeña sociedad ideal".

Una artista contemporánea

En vivo, Silvia Pérez Cruz es una experiencia única, distinta a su trabajo en estudio. como sucede en el jazz, así como con King Crimson y Frank Zappa, su música se transforma en una fusión intensa y hipnótica de improvisación y puesta en escena sonora. 

Canta, toca el saxo y la guitarra, mientras que trompetas resuenan desde los costados del escenario, creando atmósferas que van del canto a capella a arreglos que evocan una sensación orquestal. Absolutamente contemporánea, la fragmentación, esa marca característica desde el Bitches Brew de Miles Davis hasta el Radiohead de Kid A en adelante, fue parte de la espectacularidad del concierto.

El concierto hizo magia con lo que no estaba, no por carencia, sino demostrando que, en épocas de sobreproducción, la ausencia puede ser más elocuente. Texturas duras de rock, sin guitarra eléctrica, y capas de sonido oscuras que flotaron aireadas gracias a los arreglos de cuerdas. 

El espectáculo incluyó casi todo el disco, junto con fragmentos de canciones de Spinetta, Simon & Garfunkel y Chavela Vargas. Una sinfonía del presente. Silvia hace con su voz lo que Jimi Hendrix hacía con su guitarra.

Silvia hace con su voz lo que Jimi Hendrix hacía con su guitarra

Yupanqui con Liliana Herrero

En una noche donde todo fue asombroso, la intérprete brilló especialmente cuando invitó a Liliana Herrero y Pedro Rossi en "Chacarera de las piedras" de Atahualpa Yupanqui. Un ejercicio de emoción y erudición, ya que interpretó la canción dos veces: primero sola y luego con Herrero. El aplauso final fue colosal.

Silvia no solo canta y toca varios instrumentos, sino que también charla con el público y recita poesía, como el verso de Fernando Pessoa: "El poeta es un fingidor / Finge tan completamente / Que hasta finge que es dolor / El dolor que de veras siente". El auditorio, que por momentos se convierte en coro bajo la dirección de Silvia, puede aprender y disfrutar al mismo tiempo.

Renacimiento

La vida, eso tan complejo que la artista logró resumir en un disco y en una noche porteña perfecta, y que al igual que en Antes del atardecer tiene un final abierto, llegó a su fin. Fueron casi tres horas de música

Y si un verbo definiera este concierto fuera de serie, sería ‘compartir’, algo que la artista repitió varias veces. No fue solo una frase retórica, sino un llamado genuino. O, en sus propias palabras: 'Cuidemos a la cultura, porque la cultura nos cuida'.

Como dijo Silvia Pérez Cruz hacia el final, 'cuidemos a la cultura, porque la cultura nos cuida'.

Casi al final, Silvia Pérez Cruz, que ha hecho suyas canciones indivisibles de sus autores originales (entre ellas, "Take this waltz" de Leonard Cohen, "Siga el baile" o su irreal versión de la bailantera "La lambada"), regresó al calor de la gente que no quería volver a casa.

Cantó, entre los bises, "Los dos gallos", la canción emblemática y de resistencia de la guerra civil española. Es así: nada de esa noche dorada lo podrá borrar el viento.