“¡Viva la literatura, carajo!” quizá se convierta en el lema del Festival Internacional de Literatura Filba, que inauguraron Diana Bellessi y Pablo Katchadjian en el auditorio del museo Malba. Son cuatro días en vez de cinco, un recorte que da cuenta del impacto que ha generado “el no hay plata” del gobierno de La Libertad Avanza. “En contextos de crisis tan fuertes -como la económica, social y política que estamos atravesando-, creemos que la necesidad de apostar por la cultura se refuerza, de algún modo se redobla la apuesta, se hace imprescindible. La función social que creemos que puede tener la lectura y la circulación de los libros se establece como una forma de resistencia cultural”, planteó Pablo Braun, presidente de la Fundación Filba, organizadora de este festival que se extenderá hasta el domingo en varias sedes, y manifestó su preocupación porque “no hay desarrollo saludable de un país si no se comprende que la cultura es clave para la formación de nuestra identidad”.
Braun contó que a días de comenzar la 16° edición del festival le avisaron que la sede en la que se iban a realizar talleres y clases gratuitas, el Centro Cultural de la Ciencia, conocido como el C3, que depende de la secretaría de Cultura de la Nación, le dio de baja a la programación, que incluía al estadounidense Jesse Ball, al colombiano Luis Carlos Barragán y al poeta argentino Jorge Boccanera, entre otros. “No hubo mucha explicación; ‘cuestiones internas’, dijeron. Desinterés absoluto por la cultura, decimos nosotros. Ese desprecio nace de una ignorancia muy grande que no ve, ‘no la ve’, que la cultura no es un gasto. No hay verdad en esa suerte de extorsión intelectual que propone detener las políticas culturales de un país para resolver la pobreza”, cuestionó el presidente de la Fundación Filba. Braun recordó que desde el comienzo del Filba “apostamos a la articulación entre lo público y lo privado, con un Estado que se comprometa con políticas públicas que defiendan el sector y que entiendan que el acceso a la lectura y a los libros construye nuestra identidad y nos hace más libres”.
En uno de los discursos inaugurales más políticos, el presidente de la Fundación Filba aseguró que “en este escenario por momentos desolador, también surge la contracara del trabajo colectivo, de la unión entre los muchos que tiramos para el mismo lado y que queremos que la literatura circule”. Esta edición del Filba cuenta con la participación de quince escritores internacionales invitados, entre los que se destacan el estadounidense Jesse Ball, la británica Nell Leyshon, la vietnamita-canadiense Kim Thúy, la ecuatoriana Yuliana Ortiz Ruano, los españoles Mar García Puig y Luis López Carrasco, el colombiano Luis Carlos Barragán, los chilenos Benjamín Labatut y Alejandra Costamagna y el esloveno Ales Steger, entre otros. “Somos muchos los que creemos que el mundo es un poquito mejor con la literatura. Somos muchos a quienes los libros nos ayudaron a ver el mundo, a entender sus posibilidades, riesgos y profundidades. Seamos muchos más los que sigamos creyendo en la fuerza de la literatura”, concluyó Braun y sugirió reescribir el lema libertario del actual gobierno por el “¡Viva la literatura, carajo”.
La directora del festival, Amalia Sanz, confesó que cuando convocaron a Bellessi y Katchadjian “los dos nos dijeron que no”; pero después, cuando cada uno se enteró quién iba a ser el otro o la otra, los dos expresaron “admiración mutua” y cambiaron de opinión. En cuanto al eje temático de esta edición en torno al silencio precisó que “no es un silencio que calla”, sino que es “un silencio que dice” y criticó el “puro ruido, la reproducción de mentiras y barullos que no nos dejan ver lo importante”. Cuando apareció en el escenario Katchadjian en versión cabellera abundante (“parece Leo Maslíah con pelo”, comentó alguien del público), pidió que bajaran “un poco la luz” y aclaró que no estaba actuando, que no era una performance. Confirmó que Bellessi y él rechazaron la primera invitación y lo “fundamentó” con un accidente desopilante que padeció hace unos años, cuando inauguró el Festival Internacional de Poesía en Rosario. “Yo había escrito un texto y lo iba a leer, y habían puesto una copa de agua en la tarima. Cuando llegué a la tarima, le pegué una patada y se cayó el agua en el texto. Levanté el texto que chorreaba agua, vinieron, sacaron todo, sacudimos el texto, me trajeron otra copa de agua, volví a poner el texto, le volví a pegar una patada en la tarima y se volvió a mojar el texto. Yo estaba fascinado con lo que había pasado y creo que nadie escuchó mucho lo que dije”, admitió el autor de El Aleph engordado, reescritura de un clásico de la literatura argentina que impulsó a María Kodama, la entonces heredera de los derechos de la obra de Jorge Luis Borges, a iniciarle una querella penal por defraudación a los derechos de propiedad intelectual en 2011.
Katchadjian conoció a Bellessi cuando a los 19 años se anotó en un curso de letras de canciones que daba la poeta y que lo llevó a escribir poesía. “No me gusta el silencio”, reconoció el autor de las novelas Qué hacer, Gracias, Amado señor y Una oportunidad, entre otras. “El silencio me parece siempre sospechoso, como new age, y también pensaba en el contexto político. En un tiempo en el que esta gente grita mucho, tampoco hay que hacer silencio frente a eso”, observó el escritor y mencionó “4 minutos 33 segundos”, la obra de John Cage. “Otro compositor, Christian Wolff, estaba en la casa de Cage, que quedaba sobre una avenida ruidosa, y estaba la ventana abierta. Wolff iba a tocar una obra en el piano y Cage fue a cerrar la ventana, pero Wolff le dijo que no la cerrara. El silencio es como querer cerrar la ventana, pero el ruido sigue igual”.
Bellessi subió al escenario y dijo: “solo voy a leer unos poemas”. Esa pequeña gran voz que escribe los versos de la autora de Crucero Ecuatorial, Tributo del mudo, Danzante de doble máscara y El jardín, entre otros libros, despliega diminutas revelaciones una y otra vez sobre la huella de la conciencia humana. La poeta leía mientras los oídos se rendían ante la belleza de su música. Empezó con “La enseñanza silenciosa” y continuó con “Ranas en Santa Rosa” y “La faena”. ¿Nadie va a aplaudir?, preguntó ante un público maravillado. Cerró con el poema “El fin del día”: “silencio traicionado amigo nuestro/ en el vendaval oscuro del día/ dispuesto vaya a saberse a qué/ donde el alma se pierde como un piojo/ en la cabellera turbia del mundo”.