La figura hegeliana del Alma bella es la que describe una posición muy extendida en los tiempos anteriores del comienzo neoliberal. Describe a quienes denuncian una situación por sus horribles falencias pero a su vez no reconocen como están implicados en aquello que denuncian. Incluso son de un modo u otro cómplices de aquello que critican.

El canalla es una nueva construcción política y subjetiva más propia del neoliberalismo actual y sus representantes.

A diferencia del alma bella el canalla no critica nada, no necesita encubrir con estrategias retóricas la maldad y crueldad propias de sus planes políticos para generar pobreza. Estos se exhiben sin pudor porque se consideran parte inevitable del juego. El canalla no se hace cargo de las consecuencias de sus actos y por eso se presenta como el portador de una ley absoluta e indiscutible para dar forma a la realidad. Evidentemente esa ley no existe y el forzamiento de los poderes mediáticos alcanza un nivel extremo para dar consistencia imaginaria a esa ley.

En el mundo canalla la propia realidad es un juego donde cada día se acumulan vidas en ruina. El gobierno de los canallas actúa no solo como si no tuviera nada que ver con el horror que genera día a día sino que lo que sucede confirma su certeza absoluta. Por ello no escuchará a nadie. El canalla se satisface, goza especialmente de experimentar con el límite ¿Cuánto soporta un cuerpo atravesado por el hambre y el dolor sin explotar? Sin ningún sentimiento de culpabilidad la población se transforma en un campo de experimentación acerca de lo que tardan los sobrevivientes en estallar.

Si el modo canalla triunfa, tarde o temprano la aceleración actual del capitalismo conducirá al país a una destrucción creativa, como decía Shumpeter, la creación de un nuevo lugar definitivamente distinto, el país se seguirá llamando igual, pero ha ingresado en una nueva dimensión propia del nuevo mundo que se está constituyendo para garantizar las crisis del capitalismo financiero actual.

Si los canallas continúan como la nueva posición subjetiva del capitalismo depredador,

los países que estén situados bajo esa impronta, deberán tratar a su población como un material disponible despolitizado y por tanto deshistorizado.