Con un imponente edificio enclavado en altura en una zona residencial de la ciudad de Salta, se erige el Museo de Antropología, inaugurado el 21 de abril de 1975, desandando un camino hacia los 50 años de existencia.
El edificio, que cuenta con amplias salas distribuidas en dos plantas, expone parte de la importante colección que custodia, especialmente piezas arqueológicas provenientes de distintos sitios de la provincia y una colección etnográfica. En este marco, un aporte significativo lo constituye la colección de la Universidad Nacional de Salta, que fue cedida en comodato en 1980.
Sin embargo, las primeras colecciones que albergó fueron las provenientes del Instituto de Antropología y Ciencias Afines del sitio arqueológico de Tastil, rescatadas por el equipo dirigido por el doctor Eduardo Mario Cigliano y colecciones particulares, ofrecidas en préstamo por miembros de la Sociedad Científica del Noroeste Argentino.
Leonardo Mercado, licenciado en Antropología con especialización en Arqueología graduado en la Universidad Nacional de Salta, es quien ejerce el cargo de director del Museo desde finales de 2018, llevando adelante cambios y resignificaciones tendientes a aggiornar permanentemente este espacio.
Sin embargo, la tarea en una provincia donde conviven ocho lenguas aparte del español: wichí, guaraní, chané, tapiete, chorote, chulupí, toba y quechua, y habitan nueve pueblos, Kolla, Diaguita, Wichí, Chorote, Chané, Chulupí, Guaraní, Qom (Toba) y Tapiete, y cinco más en proceso de reconocimiento, Lules, Atacamas, Tastil, Iogys y Weenhayek, resulta un gran desafío de diálogo entre el pasado y el presente en movimiento.
Sobre estas cuestiones gira la charla, proponiendo una historización, logros obtenidos, y perspectivas a futuro.
-Más allá de que en tu rol de director estás desde diciembre de 2018, el Museo está pronto a cumplir 50 años, ¿Cómo analizás el camino recorrido en este medio siglo?
-Es un camino bien particular, porque primero hay que entender que el Museo se crea como un lugar de resguardo de material arqueológico; de hecho, el primer nombre que tiene es Museo Arqueológico de Salta y después, con el retorno de la democracia, cambia la denominación por la actual a Museo de Antropología. Pero digamos que las primeras colecciones que el Museo custodió, son colecciones particulares/privadas, sobre todo la colección de Tastil que había sido excavada muy cerquita de la inauguración del Museo por el equipo del doctor Eduardo Cigliano en Santa Rosa de Tastil. Entonces el Museo tiene una aparición que está pensada para proteger ese patrimonio y que no siga yéndose a otros lugares como el Museo de La Plata, que era donde naturalmente se iban las colecciones y efectivamente se fueron durante la primera mitad del siglo 20. Pero volviendo a sus inicios, antes de cumplir un año, sucede el golpe de estado y me imagino que la dinámica del Museo también cambia, tanto es así que con el retorno de la democracia, con la reapertura de la carrera de Antropología en la Universidad Nacional de Salta y el surgimiento de nuevos profesionales, también se va buscando generar espacios para estos nuevos profesionales y quizás se encontró en ese cambio de denominación que antes nombraba, un acierto. Después hay otro hito que me parece interesante destacar, y es que a partir del año 1991, cuando el Museo se convierte en la institución que va a ser la encargada de llevar adelante las políticas de protección del patrimonio arqueológico y paleontológico, comienzan a incrementarse las colecciones porque se convierte en el repositorio de las colecciones principalmente arqueológicas. Fijate vos que hoy las colecciones arqueológicas representan casi un 90% del total de las colecciones que tiene el Museo, y las colecciones etnográficas ocupan un porcentaje menor. Pero esto tiene que ver con esa trayectoria en tanto autoridad de aplicación de la ley 6649.
Con mi llegada en el 2018, junto al equipo del Museo, emprendemos una búsqueda incesante por generar nuevas narrativas que nos permitan acercar la antropología, la arqueología y también los interrogantes que nosotros nos planteamos, a la gente. Esa política ha sido acompañada por la Subsecretaría de Patrimonio, por la Secretaría de Cultura y también por distintas instituciones que en su momento nos han premiado como la Fundación Williams o el ex Ministerio de Cultura de la Nación que nos otorgó un premio importante el año pasado y que tiene que ver con la posibilidad de generar nuevas prácticas vinculadas a la idea que tenemos de museos en su relación con la modernidad, involucrar nuevos públicos, involucrar nuevas formas de narrar, sacar un poco los pies del relato puramente científico y tratar de acercar una narrativa más amigable con la gente que no estaba vinculada con la ciencia, porque en verdad la función de los museos es tratar de comunicar además de preservar, pero fundamentalmente acercarse a la gente.
-¿Cómo llevan adelante esta narrativa más amigable? ¿Cómo se aplica en un museo de estas características?
-Es una búsqueda en la que estamos todavía, pero puedo decir que primero es tratar de no usar un lenguaje técnico. La arqueología, por mencionar una disciplina científica, es una ciencia que utiliza un lenguaje técnico muy específico que tiene que ver con el ordenamiento de la información que nos permite acercar o acercarnos al conocimiento de las personas del pasado a partir del registro material. Todo esto si yo lo digo en estos términos, es complejo. Nosotros como Museo presentamos piezas, esas piezas tenemos que conseguir que nos den alguna pista sobre las personas que las produjeron. Claro que hay un sentido estético, puede ser linda, más linda, menos linda, más grande, más llamativa, pero la intención final no es esa, no es presentar un objeto sino presentar un proceso social que involucra a personas del pasado del cual ese objeto formó parte en algún momento. Esto es súper complejo, pero esa es la búsqueda, encontrar nuevas formas de decir tratando de apelar a un lenguaje menos técnico que nos acerque a las personas que no están familiarizadas con la con la ciencia arqueológica.
En este sentido hemos tratado de generar un discurso que está planteado en el guión del Museo y que tiene que ver con una búsqueda poética simple, muy sencilla, evitando en la medida de lo posible recursos técnicos, taxones o lo que sea para que la lectura sea fluida, para que lo pueda entender tanto un niño de la escuela, como un adolescente, como un profesor universitario, un científico o cualquier persona, y creo que eso es uno de los grandes fuertes del Museo. Si uno analiza el libro de visitas la mayoría de los comentarios tienen que ver con la narrativa, es decir los textos, la historia que contamos, y eso a nosotros nos llena de orgullo, porque las piezas están y esas piezas estuvieron ahí siempre, muchas de esas piezas están expuestas hace 50 años, pero la narrativa aparentemente permite ir redescubriéndola o mirándola desde otro lugar, desde otro punto de vista.
-¿Qué podemos ver en el Museo de Antropología de Salta hoy?
-El Museo en principio presenta un panorama del desarrollo social y cultural de nuestra región y de nuestra provincia que tiene más de 10.000 años. Es un edificio que además de ser particular por sus características arquitectónicas, hay contingentes de visitantes que van a ver el edificio, estudiantes de arquitectura de Tucumán fueron el fin de semana solo a ver el edificio, que es un edificio que se enmarca dentro de la arquitectura moderna de la década del 70, que rompe con estereotipos de hacer en la ciudad de Salta. Entonces es un edificio que además de ser particular por estas cuestiones arquitectónicas, encierra más de 10.000 años de historia; desde los grupos de cazadores recolectores que habitaron la región de la Puna, hasta una ciudad española fundada antes que la propia ciudad de Salta como lo es Nuestra Señora de Talavera de Madrid, y todo el registro material que hay de todo este trayecto está presentado en el Museo. De manera que no solo hay una posibilidad de viajar en el tiempo, sino que también está la posibilidad de encontrar una diversidad cultural que es una de las características de nuestras provincias incluso hoy en día.
-Dentro de tu tarea como autoridad de aplicación de la ley 6649 están los rescates arqueológicos, ¿en qué consiste ésta tarea?
-Nuestra idea de proteger el patrimonio tiene que ver con generarle a la gente el interés por proteger los bienes culturales, y estos bienes culturales están debajo de nuestros pies. Recordemos que Salta es una provincia que tuvo una ocupación prehistórica muy grande, hay sectores en donde el registro arqueológico realmente es voluminoso e inconmensurable, como en los Valles Calchaquíes. Entonces este pasado, esta evidencia del pasado, está bajo nuestros pies y aparece ante cualquier movimiento de suelo. Están haciendo una ruta, aparece material; están construyendo un barrio en algún lugar, hacen un pozo, aparece material. Es decir, sucede permanentemente y somos nosotros, el Museo de Antropología de Salta, los encargados de recuperar ese material. Es una actividad que la realizamos constantemente y a la que le prestamos mucha atención porque es una posibilidad de recuperar material arqueológico ante hallazgos fortuitos, y la verdad es que mucho más importante que nosotros recuperemos ese material es que la gente nos pueda comunicar sobre la presencia de ese material. Hay distintas circunstancias en las que nosotros nos encontramos con esos hallazgos, en la mayoría de los casos hay mucha perturbación, es decir, la gente movilizada por la curiosidad decide excavar y eso genera una perturbación que nos hace perder información, sobre todo del contexto de estos hallazgos. Y hay otros casos en donde no está tan perturbado y podemos recuperar información, y otros casos en donde no está para nada perturbado, y eso para nosotros es sumamente valioso, como, por ejemplo, el último rescate que hicimos en Cerrillos sobre la ruta 26, que fue bastante renombrado y que se encontraba dentro de un loteo privado.
Para nosotros poder recuperar material nos permite reconstruir algunos aspectos de la historia de las sociedades que habitaron los distintos lugares de la provincia de Salta y contribuir con el desarrollo de los arqueólogos que se dedican a la investigación, así como contribuir con el interés del ciudadano, con la curiosidad del ciudadano que va al Museo después y se encuentra con estos materiales.
-¿Cómo es el ida y vuelta, la relación entre el pasado arqueológico que convive en el Museo con los pueblos originarios hoy que están vivos y latentes en el territorio de la provincia?
-Es una relación que nosotros tratamos de establecer todo el tiempo, una relación que nos permite a nosotros generarnos interrogantes, porque nuestro gran desafío como Museo es tratar de que el pasado prehispánico conviva con la modernidad, y en esa modernidad están no solamente los pueblos originarios, sino también la materialidad que esos pueblos generan. Hace unos años asumimos el desafío de, por ejemplo, involucrar a algunos representantes de algunos pueblos, puntualmente wichí, chané y guaraní, para que colaboraran en la elaboración de nuestro guión en la traducción a sus lenguas maternas. Y ese desafío lo asumimos con muchos interrogantes pero sobre todo con la convicción de que el lenguaje configura el mundo, la música del lenguaje configura el sentido de las cosas; no es lo mismo nombrar al sol en quechua que en español, que en inglés, que en guaraní, hay una música posible que genera una patria que es el lenguaje, el lenguaje es la primera y la última de las patrias.
Entonces nos parece interesante que no solamente la materialidad guaraní, o la materialidad chané, o la materialidad wichí que tenemos en el Museo fuera mencionada y descrita en cada una de sus lenguas, sino también que la interpretación de nuestra narrativa fuera hecha de esa manera. Entonces incorporamos a nuestro registro narrativo en el Museo estas posibilidades de lenguas. Ese es solo un paso, hay otros pasos que debemos dar, desde un paso tan simple como, por ejemplo, la descripción de un objeto. Nosotros tenemos acercamiento a esos objetos pero claramente contamos también con la posibilidad de que las personas que habitan el universo de los pueblos originarios nos digan simplemente cuál es la función social que ocupa, o el rol que cumple cada una de las piezas que nosotros tenemos en el Museo. Y el segundo desafío tiene que ver con evitar el anclaje temporal de los pueblos, asumiendo una dinámica vinculada con la modernidad. ¿Qué quiere decir esto? a veces nos da la sensación de que cuando nosotros reponemos una pieza wichí en el Museo estamos deteniéndola en el tiempo, pero en verdad estamos hablando de pueblos vivos, de pueblos que existen con nosotros en el presente y que podemos cometer el error de pensarlos como pueblos del pasado al poner esos objetos dentro de la vitrina. Entonces el desafío que asumimos todos los días es cómo generamos este diálogo entre un pasado que parece estático y un presente que en verdad es dinámico, que está sucediendo ahora junto con nosotros.
-¿Cómo ves el futuro en general de este tipo de museos, hacia donde creés que va evolucionando, cambiando?
-Es muy difícil hablar del futuro, sobre todo un contexto como el nuestro, pero creo que los museos en general, y nosotros no estamos ajenos a esta idea de museos, representan una voz dinámica. No hay museo sin objeto, eso está claro, pero sí hay formas de narrar o de hacer narrar esos objetos que involucren todas las voces posibles. Creo que los museos tienen que apuntar a diversificar las voces, a involucrar a otros agentes sociales, a mostrar la diversidad, a tratar de generar narrativas disruptivas y decoloniales que busquen de alguna manera involucrar otras voces, otras formas de contar historias. Hay algo que creo inevitable, por suerte inevitable, y es que son un reducto de protección y de garantización de derechos a partir de proteger el patrimonio. Creo que eso tiene que seguir siendo así, debemos buscar en estos espacios de protección del patrimonio y después veremos qué hacemos con ese patrimonio, después veremos cómo generamos la necesidad desde la modernidad propia, que nos permita utilizar una u otra o todas las formas posibles de narrar y de acercarnos al pasado y sobre todo el presente, pero principalmente tenemos que hacer que el presente dialogue con el pasado sin ponderaciones, y asistidos obviamente por la tecnología. En cualquier momento vamos a tener que empezar a pensar en la asistencia de la inteligencia artificial, que bien utilizada nos puede permitir constituirse en recursos técnicos que nos permitan acercarnos a la gente o generar espacios más amigables pensando en los públicos.