En nuestro país el 50% de la población rural está representado por mujeres que juegan un rol central en la producción y el abastecimiento de alimentos. Son tamberas, agricultoras, ganaderas, horticultoras, laneras, artesanas, técnicas profesionales y también asalariadas que trabajan día a día en el desarrollo de sus comunidades y luchan por un mayor acceso a la tierra, la vivienda y el trabajo.

La Universidad Nacional de Rosario tiene una tradición en investigaciones sobre mujeres productoras agrícolas en el sur de Santa Fe a través de estudios interdisciplinarios realizados por historiadoras, ingenieras agrónomas, cientistas políticas y antropólogas. Cada 15 de octubre, día de la mujer rural, es una oportunidad para visibilizar estos trabajos.

Según explican Laura Pasquali y Evangelina Tifni del Instituto de Investigaciones Socio Históricas Regionales (Conicet-UNR) tradicionalmente las investigaciones rurales tuvieron como centro de interés la unidad doméstica de producción como si fuese un conjunto de individuos indiferenciados. Pero ellas empezaron a estudiar el tema desde una perspectiva de género poniendo en escena las mujeres en la producción y en la reproducción de las unidades domésticas rurales.

“Desde los discursos dominantes patriarcales el aporte de trabajo realizado por las mujeres es considerado una ayuda, una colaboración a lo realizado por los varones invisibilizando y desvalorizando el trabajo femenino dentro y fuera de la unidad de producción”, sostienen. Por esta razón, “incorporar la perspectiva de género se vuelve central para poder entender los distintos roles de los miembros de la familia chacarera”.

Estas mujeres tienen diferentes relaciones con la tenencia de la tierra, el tipo de producción que realizan, la organización del trabajo y las formas de comercialización pero lo que las une es la opción por la agroecología, un modelo de desarrollo tecnológico organizativo y de apropiación productivo y cultural del territorio que habitan.

La agroecología se refiere a un modo de producción amigable con la naturaleza que en muchos casos recupera saberes tradicionales presentes en la comunidad y surge como una respuesta a la crisis ecológica y a los problemas sociales. Una de sus características es el no uso de agrotóxicos pero también desde un planteo social cuestiona la relación entre quienes producen y trabajan y el acceso a la tierra.

El sur de la provincia de Santa Fe se constituyó históricamente como el territorio en el que las familias producen alimentos y materias primas con destino al mercado interno e internacional. En este sentido, “los tiempos de las familias se articulaban con los tiempos de la producción agropecuaria y así los cambios que se fueron dando en el modelo de producción fueron repercutiendo sobre la vida de las familias, las tareas y los roles desplegados por los miembros”, afirman las docentes de la UNR y agregan que el proceso de modernización del agro pampeano y la profundización de las relaciones capitalistas fueron sucedidos por el proceso de agriculturización y la reorganización de los sistemas de producción.

En este contexto se produjo la urbanización del campo con lo que se diluyó la articulación entre la unidad de producción y la unidad doméstica. La vida urbana se fundió con la vida rural y las tecnologías facilitaron la gestión a distancia por lo que cambiaron las formas de habitar el territorio. De todos modos la radicación de la familia en el entorno urbano modificó las tareas pero no necesariamente la organización de la producción de las familias en torno a la división social del trabajo. Se evidencia en términos generales una presencia mayoritaria de mujeres en el trabajo reproductivo no remunerado de cuidados y de varones en trabajo reproductivo remunerado y de representación en los espacios públicos.

De estos estudios se desprende que las mujeres rurales sufren mayores desigualdades, tienden a ser las más perjudicadas por las situaciones de crisis y pobreza ya que trabajan en un mayor porcentaje en el sector informal, perciben salarios inferiores a los de los varones por las mismas tareas tienen mayores dificultades en el acceso a la tierra, a los créditos y a las capacitaciones y son una minoría en las organizaciones gremiales. De hecho entre la población rural que no tiene ingresos propios, un 40% son mujeres y un 12% son varones.

En la investigación “Productoras de alimentos en el sur santafesino en el siglo XXI. Interpelaciones desde el Género a la Agroecología” realizada entre 2020 y 2022 las investigadoras construyeron un mapeo de los emprendimientos productivos agroecológicos. En “Mujeres que alimentan familias: procesos de innovación en la producción, comercialización y agregado de valor en sistemas productivos agroecológicos del sur de Santa Fe” desarrollado el año pasado el objetivo fue valorar el trabajo de la mujer rural agroecológica y reflexionar en torno a los precios de producción.

Actualmente están realizando el proyecto "Soluciones socio-técnicas para familias productoras agroecológicas en el sur de Santa Fe” que refiere al acceso a la tecnología y la construcción de conocimientos conjunta orientado a familias productoras de alimentos de mediana escala. Uno de los ejes piensa al suelo como un sistema vivo y analiza si las prácticas productivas sobre ese suelo, inciden o no en la salud del mismo. Otra línea se centra en la educación ambiental y la agroecología en las escuelas vinculadas a la producción agropecuaria. Un último eje es sobre la comercialización y determinación del precio.

“Los productores más vinculados a una tradición chacarera rememoran la chacra mixta, de los abuelos, de vivir ahí, habitar las ruralidades, una producción sana y de acceso a alimentos sanos”, explica Evangelina Tifni y aclara que hay una cuestión de salud y de diversidad ambiental que se revalora y que en la generación anterior no estaba presente. Esto difiere de otras experiencias agroecológicas de las mujeres que están más cercanas a las ciudades, la urbanidad, las instituciones como la Subsecretaría de Agricultura Familiar o políticas públicas específicas que acompañan y fomentan esta producción agroecológica, las ferias, el acceso a otros consumidores que en las localidades agrarias no están, en un entramado solidario de alimentos que se da en los pueblos.

 

Las investigadoras coinciden en que estos estudios les permitieron observar a “mujeres con una voluntad de trabajo y una claridad respecto a cómo se produce, por qué es importante producir sin veneno, cuándo decidieron dejar de trabajar para otros que les hacían usar agrotóxicos y también la dificultad de ponerle precio al producto de su trabajo por las contradicciones entre esta producción agroecológica y el mercado”. Es decir, pensar en términos económicos: ¿qué costo se adjudica a la conservación de la salud del suelo, a preservar los bienes naturales, a considerar una relación de cercanía comercial o intercambio?