Y un diciembre Papá Noel trajo un esqueleto. Deseo cumplido para los lectores de la Revista Fierro, porque mañana regresa a sus páginas la saga del enfrentamiento entre carnívoros y herbívoros en un futuro de alimentos infectados: “El Esqueleto. El fin de todas las especies”, es título que eligió su autor, el dibujante Salvador Sanz, para esta segunda temporada que inaugura la edición de fin de año. Y para que el regalo sea completo, la predicción de Sanz también se hizo tapa. Si a Charles Darwin le faltaba un eslabón para cerrar su teoría sobre el origen de los seres, fue porque no leyó la historieta de Sanz que muestra, en riguroso blanco y negro, que el origen de la humanidad no está en el sendero impreciso del futuro, sino en el lastimoso camino del pasado. Volveremos, dice Sanz, a la época de los dinosaurios pero ya no como hombres de conocimientos, sino como monstruos derrotados pidiendo clemencia por nuestros errores.
Del pesimismo predictivo de Sanz, la edición final de Fierro 2016 pasa a historias más o menos esperanzadoras: Fernando Calvi con “Al Rey de Constantinopla”; El Marinero Turco con “La Ley Seca”; Lucas Nine con una nueva apuesta bautizada “Casi Budapest”, un breve y melancólico “Evanescencia” de Bayúgar, y el penúltimo capítulo del héroe criollo “Zenitram” de Quattordio y Sasturain.
Y entre tantos monstruos queda por mencionar al más humano de todos: “Chumbo. El hombre elefante”, personaje creado por el guionista y dibujante Esteban Podetti (1967), autor central de la vieja y nueva Fierro, pero que dibujó Diego Parés para su primera aparición pública en 2011 en el clausurado suplemento “Historietas Nacionales” de la Agencia Télam.
Chumbo es el protagonista, aunque en verdad el eje es el circo donde ingresa a trabajar por imperativo de sus padres: problemas gremiales, ajustes de presupuesto, falta de insumos, un empresario inescrupuloso y cínico, es la verdadera arena que pisa y por donde desfilan, en clave de humor, incontables personajes y situaciones. Todo sucede en los alrededores de la carpa, en los bordes de un circo precario. Como en toda serie de humor “de oficina” los personajes no trabajan, sino que padecen el universo del trabajo. La monstruosidad de chumbo no es sólo por su fisonomía, sino por su manera ingenua de concebir la tarea remunerativa. De alguna manera Chumbo es un relato de iniciación: el hombre que quiere trabajar por placer, por ideales y descubre, tortazo tras trortazo, las miserias que conlleva ser un simple asalariado.
–“Chumbo” apareció en 2011 en HN, pero tenía un antecedente…
–Sí, no recuerdo exactamente cómo nació la idea de hacer una historieta sobre freaks circenses. Sí que propuse la tira al diario Perfil en su primera época, año 1998 y monedas. Me recibió la futura estrella mediática Gerardo Rozín, que había sido designado para armar la página de chistes (esto es de esa época legendaria en la que los diarios tenían páginas de chistes, o mejor dicho, de la época legendaria en la que se vendían diarios). Rozín rechazó mi tira con una frase que atesoro en mi librito de resentimientos personales: “Muy lindo el elefantito, pero no”.
–¿Por qué eligió a Diego Parés como dibujante de su personaje?
–Trabajar con Parés fue por supuesto un placer, él le aportó toda su gracia, su calidez en lo gráfico, y obviamente, la creación de cada nuevo personaje que se iba sumando. Yo tenía mucho en la cabeza la tira de “El mago” de Id, y trataba de pedirle que se acercara a eso: que los personajes no exageraran en la expresividad, que manejaran un registro más bien contenido, a lo Buster Keaton. Por suerte (y obviamente) no me hizo demasiado caso y fue por un camino mucho más cómico y más humano. Me parece que eso ayudó a que la tira conectara más emocionalmente con los lectores (y suavizó algunos chistes que eran bastante siniestros y hasta masoquistas).
–La idea de un personaje que sale al mundo laboral y se enfrenta a los conflictos empresarios y gremiales, ¿cómo se fue dando?
–La idea primigenia era hacer una comedia de situaciones, cosa que creo que salió bien, pero por el momento del país en que se publicó en HN se le terminó agregando cierto contenido social, en este caso enfocado en las relaciones laborales. Sería una mezcla del “El mago” de Id con “Teodoro &Cia”, donde todo el tiempo está presente la figura del jefe opresor, que a su vez tiene un jefe más opresor todavía y así hasta el infinito. Quisimos tocar también temas gremiales, las lealtades y buchoneos entre pares, los romances de oficina, todo ese mundillo que sólo tiene sentido en el universo del trabajo.
–¿Cómo definiría a Chumbo? Si bien es un freak, su anormalidad pasa por descubrir la pretendida normalidad del resto de los personajes.
–Es el típico personaje cómico del perdedor que hemos visto infinidad de veces, pero llevado a un extremo: no sólo es un perdedor, además es el fenómeno más feo del mundo. A su favor es el personaje menos cínico de toda la tira, el único que mantiene cierta inocencia y un mínimo de entusiasmo por su trabajo, lo que termina siendo ridículo ante los demás. Es un poco lo que sentimos todos, ¿no? Hasta en el trabajo más pedorro uno querría sentirse útil, pero la explotación está tan presente en la relación laboral que demostrar cierto orgullo parecería una traición a uno mismo: consideramos que hacer el trabajo “sin ganas” es un pequeño espacio de libertad. Yo te laburo, pero no porque quiera. En ese sentido, Chumbo, como señalás, es más “anormal” aún.
–Al mismo tiempo, Chumbo le permite mostrar y esconder pequeños homenajes al cine y a la historieta…
–Algunos personajes, y me temo que casi todos, tienen uno o varios antecedentes. Quiero decir que ninguno es demasiado original. “Lidia”, la mujer tatuada, es el título de una canción, y está construida como uno de esos personajes medios cínicos y “de vuelta” al estilo de la maestra de los Simpsons. “Tor”, está basado en el actor y luchador Tor Johnson, y habla como algún personaje de Segar, o como el Tor Johnson de Drew Friedman. El nombre “Brahmaputra” (el faquir) no sé de dónde lo saqué, sé que sonaba hindú. “Las siamesas” son dos Susanitas y el enano “Pelusita” es Danny de Vito. Y al contorsionista me lo imaginaba diciendo todos los remates con la voz de Verdaguer. Este ejercicio es tristísimo: uno repasa lo que escribió y va detectando que es todo semi-afanado, pero a esta altura entiendo que así funciona la “creación” (por decirlo de alguna manera) ¡Eso sí, muy lindo el elefantito!.