Lo que en otros clubes resulta tolerable, en Boca es inadmisible. Año tras año aumenta la histeria de los dirigentes y los hinchas xeneizes. Tal vez porque también año a año y cada vez más, la Copa Libertadores es la medida de todas las cosas. Ni siquiera la llegada a la presidencia del ídolo máximo, Juan Román Riquelme, y su discurso apuntado directamente al sentimiento de la hinchada ha podido calmar las emociones. El fútbol de Boca se vive con obsesión y angustia. Y no hay miras de que en el corto plazo, vaya a ser de otra manera.