"Es una de las mejores personas que conocí en mi vida y una de las que más y mejor me quiso". Eso es lo que dice el escritor Pablo Ramos sobre Gabo Ferro, cantautor, músico, poeta, historiador y amigo con quien creó el notable disco El hambre y las ganas de comer, que vio la luz en 2010. Ferro murió el 8 de octubre de 2020, a los 54 años, y su partida dejó un vacío enorme pero también un reguero de semillas y frutos dulces. Ahora Alfaguara acaba de lanzar El hambre y el Arcángel, una larga carta de amor al amigo que se fue pero –como dice Ramos– "igual sigue estando acá". "No di entrevista alguna y me dispuse a retrasar el dolor, a quedarme lo más quieto posible. Quieto por fuera y por dentro hasta hoy", escribió el autor de El origen de la tristeza.
En diálogo con Página/12, agrega: "Es difícil para mí hablar de esto y creo que ya somaticé un montón de cosas. Cuando abrí la caja con los libros y vi la cara de Gabo, me senté en la cama y me puse a llorar lo que no había llorado ni siquiera por mi hermana. Ojalá no hubiese tenido que escribir este libro; es lo que hago frente a la pérdida. Primero está la fase de negación, después viene el enojo, la angustia y finalmente una especie de negociación. El libro ocupa ese lugar, la salida de la angustia que significa pensar todo lo que la muerte te quita, lo que no tenés e ibas a tener con alguien. Pero no te puede quitar lo que tuviste: tuve a Gabo desde que lo conocí e hicimos juntos algo muy bueno. Él me devolvió la posibilidad de volver a cantar y a componer música".
Ramos empezó a escribir un diario personal a los 9 años y sigue haciéndolo de la misma forma "para no perder ese candor". Cada una de esas entradas lleva una salutación, un motivo, un desarrollo y una despedida: "Querido diario, hoy tuve un buen día...". Con ese impulso empezó a escribir la carta hacia Gabo y a las 50 páginas se detuvo porque no sabía cómo seguir. "La segunda
persona es difícil para mí. Le mandé lo que tenía a mi editora, Julieta Obedman. Yo tengo cuatro o cinco lectoras de
confianza porque la literatura es un hecho colectivo. Ella me dijo
que iba bien pero que evitara convertirlo en un texto egocéntrico, que no fuera hacia mi obligo porque a veces la primera persona te tira. 'Es desde vos hacia Gabo. Hoy Gabo está repartido en
todos los que lo aman', me dijo. Mi editora es una genia y conoce mi literatura mejor que yo".
Cuando terminó la carta, se preguntó qué estructura la sostendría. Pensó que "no le estaba dando algo verdadero al lector" y fue así como aparecieron los mails, que intervienen la carta y rememoran la cocina de cada canción. "Yo ni siquiera imaginaba que podía recuperarlos porque eran de casillas viejas, algunos de Yahoo. Ahí entró un dilema moral: ¿puedo publicar esto?". Ramos se comunicó con su círculo y recibió esta respuesta: "No solo podés sino que debés publicarlo, porque Gabriel te los mandó a vos". El autor los incluyó tal cual están escritos y dice que "muestran algo que quizás a muchos se les escapa cuando escuchan sus canciones; es una linda manera de reencontrarse con él". Ahí está el amigo amoroso y paciente que espera (y a veces insiste) a la distancia, el que no juzga, el que abraza en las dificultades, quien espera letras, envía músicas y pule con minuciosidad cada detalle, cada nota, cada verso.
En uno de esos correos, Ferro escribió: "Es muy difícil para mí cantar lo que no escribo pero ando con ánimos de ese ejercicio y al imaginarme a otro apareció tu voz como un rayo". En 2009 había lanzado Nada para el destino en colaboración con Flopa Lestani y el artista visual Ral Veroni, un disco-libro que combinaba música e imágenes. Más tarde vendrían El veneno de los milagros (2014) junto a Luciana Jury, El agua del espejo (2015) junto al pianista Juan Carlos Tolosa, y el espectacular Historias de pescadores y ladrones de la pampa argentina (2018) con Sergio Ch. "Es mentira que dos hombres no pueden tener un hijo. Nosotros lo tuvimos y es este disco, porque la comunión fue impresionante. Si escuchás las canciones que hago con Disléxicos (orquesta de rock de Ramos), andan por ahí pero de ninguna manera son lo mismo. Y lo que hace Gabo tampoco. Parecen canciones hechas por una tercera persona", explica.
"Él canta lo que vos escribís"
Gabo y Pablo se conocieron gracias a Matías Maggio, un librero de Hernández que vislumbró antes que nadie el nexo entre sus obras, y se tomó la molestia de llevar a la casa de Ramos el primer disco de Ferro y a la casa de Ferro el primer libro de Ramos. "Este tipo canta lo que vos escribís", le dijo al autor. Así comenzó esta amistad.
–¿Recordás cómo fue esa primera escucha? En el libro contás que hubo una especie de revelación al escuchar "Sobre madera rosa".
–Esa canción es espectacular, enumera cosas que a mí ni siquiera se me ocurriría comprar. Yo veía mi casa y era un quilombo de ropa, un plato sucio y un cuadro
de Evita. Empecé a escuchar los primeros versos: "Tengo un mandala pintado
en Jaipur / bajo un vaso con agua con dos gotas de gin...". Pero termina: "Y sobre un formidable insecto embalsamado / con los ojos picados por querer
aparearse / Con las alas cuarteadas y todavía con sangre / una imagen tuya conmigo fuera de plano”. Cuando llegué a esa parte sentí algo kafkiano y empecé a llorar. Entiendo
que es lo mismo que "En un cuaderno de hojas lisas", el relato de mi primer volumen de
cuentos donde un tipo se enrosca en la alfombra y enumera las cosas que lo
rodean para no enloquecer. El abandono de los abandonos. Yo siempre estuve
fuera de plano. Siempre. Entonces enumero estas cosas que tengo para no
enloquecer.
El título del disco surgió de boca de un hombre borracho que estaba esperando a Gabo en la puerta del ND Ateneo después de un concierto, pero vale la pena leer esa anécdota en el libro. Las canciones fueron compuestas a través de un intercambio de mails entre Buenos Aires y Berlín, porque Ramos estaba haciendo una beca en Europa por recomendación de su amigo. Hoy reflexiona: "De haber sido en esta era con WhatsApp, no habría libro. En esa época la llamada telefónica y el mail todavía se usaban". Pero hubo un lapsus de dos años entre la propuesta inicial de hacer un disco y el envío de la primera letra.
Cuando el autor se instaló en el departamento berlinés, recuerda haber encontrado media manzana verde cortada a cuchillo sobre un plato "como un error de la perfección alemana". Así surgieron los primeros versos: "Verde como la media manzana olvidada sobre un plato". No sabía cómo seguir, y pensó en una hija hipotética que por aquel entonces no existía y hoy sí: Antonia. Ramos acaba de lanzar un libro objeto con poemas ilustrados por ella a través del sello Listocalisto. "En ese momento ni siquiera conocía a la madre de Antonia. Me siento bien en ese rol, soy un padre presente. Me mando muchas cagadas pero estoy, que es lo más importante", reflexiona. Envió aquella letra y al día siguiente Gabo le mandó la canción. "No lo podía creer. ¿Y ahora qué hago?, pensé. Me había propuesto hacer un disco, no una canción. Era algo grande", recuerda.
Volver a la génesis
El hambre y el Arcángel narra el origen de cada canción y hay historias conmovedoras como la de "Los que quieran", compuesta en honor a las Abuelas de Plaza de Mayo. "¿Cómo escribir sobre buscar a alguien que jamás se vio, que ni siquiera se sabe vivo, que ni siquiera se sospecha el posible lugar de su existencia? ¿Cómo tratar un sentimiento que nunca me tocó en carne propia; que es tan hondo e inimaginable y que no tiene nombre? ¿Cómo lograr que la letra de la canción no prostituya una realidad tan dolorosa?", se pregunta el autor, que halló una respuesta en la reinterpretación de la mismísima Estela de Carlotto sobre el verso que reza "se ofrece madera a quien pudiera". "¿Será porque buscamos una astilla de una madera mayor? Además, no tenemos nada que ofrecer a quien nos dé alguna información", le dijo cuando escuchó la canción en una conferencia sobre derechos humanos en Bruselas.
"Hada narcotizada" es una de las melodías más lindas y más misteriosas del disco; Ramos la describe como una "calesita fantasmal" y asegura que "en ella quedó algo de eso mejor que los dos tenemos". Habla de ese "halo de intimidad" que siempre lograba impregnar las melodías de Ferro, "estas que son simples y calmas de apariencia pero que terminan llevando la letra desde la superficie de su significante a la hondura misma de su significado", incluso con una letra ajena. La canción alude al vínculo de Ramos con la cocaína. "Solo quiero caer (...) Que pase el día con su luz, que pase rápido. Que vuelva la noche y no duelan los dientes. No hay filo, no tengo ningún as en la manga. Estoy descendiendo en mi nave hada madrina y sé que voy a aterrizar sano y salvo", había escrito alguna vez en su diario.
El autor confiesa que en el proceso de reescritura ("no se corrige texto, se corrige persona", según Abelardo Castillo) siente que va por buen camino cuando su personalidad empieza a diluirse y nace algo nuevo que es la verdadera voz del personaje. A la hora de escribir canciones se pone en marcha un ejercicio parecido: "Ese que no enciende luces y espera el alba en un trance posterior al consumo, en una bajada lenta a la cordura luego de haber sorteado los laberintos y las cornisas de la psicosis paranoica de la cocaína, va hacia un estado profundo de sí mismo. Ese que canta, entonces, representa otra de las capas más profundas de mi yo real y ese es el dueño de mi voz más verdadera", explica sobre el tema de este disco que –como toda pieza de arte– aloja luces y sombras de la existencia humana.
El formato físico es invaluable y el propio Ferro le asignaba un lugar importante, pero en la era de Spotify los consumos musicales cambiaron notablemente. "Yo guardé un disco y creo que hay algunos por ahí", dice Ramos. El librito que lo acompaña está diseñado al estilo cómic y termina en un "continuará"; el escritor sugiere que "eso, de algún modo, está en el libro" y remata con seriedad: "Yo debería ser el muerto, no Gabriel". También puede leerse esa amistad como el encuentro entre un anarquista ateo y un peronista católico. Esa es la perspectiva de Ramos, quien sostiene que "ser hoy un intelectual católico es difícil, como ser argentino con Milei en el poder. ¿Estoy orgulloso? Claro que no. La institución es una cagada. Si yo hablo en términos científicos, soy más aceptado que si lo expreso en términos místicos. Pero si me preguntan por qué voy a una misa católica donde hay una vieja besando el rosario es porque no tuve cepillo de dientes hasta los 9 años y dormí en un sillón, porque cualquier rito que me incluya me hace bien. Es algo que nunca tuve, es muy profundo por qué me siento parte".
Las palabras sagradas
El autor tiene un respeto santo por las palabras y advierte que la historia de "Codeína" no es ninguna superstición. "Las palabras son muy peligrosas. Santa Teresa dice que llevan a las acciones, alistan el alma, la ordenan y la mueven hacia la ternura. Cuidado. Carlos Alonso pintó a Abelardo Castillo con una cicatriz que no tenía y luego tuvo un accidente de auto donde se hizo esa misma cicatriz. Hay un chiste que cuenta que Picasso termina de pintar a un modelo muy lindo en estilo cubista y el tipo quiere ver. Él le pregunta si está seguro y le muestra, pero el modelo dice que no es él y Picasso responde: 'Bueno, ahora a parecerse'. Yo había escrito: 'Hay un museo en un mausoleo / que dice Ramos, pronto te espero'. Gabo dijo que no quería cantar eso porque anunciaba algo y cambió el 'Ramos' por 'Loco'. ¿Hasta dónde es atea la persona a la que Dios le ha pedido un beso? Ese Dios tenía mucho que ver con mi abuelo. Los tres anarquistas a los que les creí fueron Gabriel, mi abuelo Reyes y el poeta José Campus, a quien le dedicamos una de las mejores canciones, 'Tal vez sea un desierto'".
–En el libro reflexionás sobre la escritura y te preguntás: "¿por qué me cuesta tanta vida hacer lo que hago?, ¿por qué escribo?" Respondés que, en algún sentido, para reconciliarte con las palabras. ¿Qué lugar ocupa el libro en ese aspecto?
–Yo digo que no es un libro sobre Gabo ni de Gabo sino hacia Gabo. Al mismo tiempo, fue creciendo esto de reflexionar sobre por qué escribir. Esto parte de la idea de María Zambrano; ella considera que escribir es lo contrario de hablar y es algo que aparece también en el Sefer Yetzirah, un texto de origen cabalístico judío que después toman los católicos. Ahí dice que Dios crea el mundo de tres maneras: la palabra, la escritura y el número. Diferencia tanto la palabra de la escritura como de las matemáticas, y es verdad. Con el tiempo fui desarrollando este concepto de "civilizar el dolor" porque la escritura nace de la pérdida. A mí la literatura me dio todo. Yo no era nada, tengo nada más que sexto grado. La ecuación no tendría que haber dado Pablo Ramos, por eso creo que hay algo más que el plano terrenal y por eso no creo en la muerte. Este es un libro sobre el amor de dos hombres. Yo lo amé y lo amo, y también fui amado por Gabo. Fue un amor correspondido y la definición está en Corintios: "El amor todo lo puede, todo lo da, todo lo perdona, nada espera, nada juzga". Ese era Gabriel.