Nacieron hace exactamente cien años, con escasos dos días de diferencia. Uno, el 28 de septiembre de 2024, como Marcello Vincenzo Domenico Mastroianni, el otro, el 30 de septiembre como Truman Streckfus Persons. Ambos pasarían a la historia del arte y devendrían iconos del siglo XX siendo simplemente Marcello Mastroianni y Truman Capote. 

El primero, aunque actor de cine descollante, en películas inolvidables tales como “El bello Antonio” (Brancati,1960), “La noche” (Antonioni, 1961), “Ayer, hoy y mañana” (De Sica, 1964), “8 y ½” (Fellini, 1963), “Los girasoles de Rusia” (De Sica, 1970), fue escritor en una ocasión: el libro de memorias, “Sí, ya me acuerdo” (1997). Aunque tuvo varias parejas -Anouk Aimée, Úrsula Andress, Claudia Cardinale, Lauren Hutton, Faye Dunaway, Catherine Denueve-, jamás se divorció de su primera esposa Floriana Clarabella. De las decenas de imágenes perdurables que legó para la pantalla grande, una es imprescindible y eterna para cualquier cinéfilo e historiador del cine: aquella de “La dolce vitta” (Fellini, 1970) en que, metido en las aguas de la Fontana di Trevi, se besa con Anita Ekberg.

El segundo, aunque escritor brillante, autor de verdaderos clásicos de la literatura norteamericana como “Miriam” (1945), “Un recuerdo de navidad” (1956), “El duque en sus dominios” (un retrato de Marlon Brando) ,“Desayuno en Tiffanys” (1958), “Música para camaleones” (1980), fue ocasionalmente actor en una sola película “Murder by Death” (Moore, 1976), una comedia policial con Peter Sellers, Alec Guiness y Peter Falk, Elsa Lanchester y Maggie Smith que parodia las novelas de detectives al estilo Agatha Christie. 

Aunque tuvo apasionados romances -y hasta se dice que tuvo una especie de enamoramiento platónico por el asesino Perry Smith-, nunca se separó de su gran amor Jack Dunphy. Capote tiene la inmortalidad asegurada con “A sangre fría” (1966), una novela que popularizó un nuevo género en Estados Unidos -la non fiction- a partir del relato ficcionalizado del brutal crimen de una familia burguesa de Kansas y de la vida de sus asesinos, Richard “Dick” Hickock y Perry Smith, hasta que son ejecutados.

Hasta aquí sus semejanzas, luego, no podrían ser más diferentes. En efecto, si Plutarco escribiera sus existencias como vidas paralelas se las vería difícil a la hora de narrar el capítulo de los puntos de fuga de ambos personajes. Mientras Marcello fue amado por sus padres, Truman fue abandonado por los suyos. El primero fue discreto, tímido y reservado, jamás habló mal públicamente de sus amigos ni colegas. El segundo escandaloso, extrovertido y chismoso al punto de llegar a revelar los secretos y las confidencias de sus amigas de la hight society neoyorkina en la inconclusa “Plegarias atendidas” (1975).

Aunque suele ser recordado como latin lover, Mastroianni frecuentemente encarnó papeles de antihéroes, varones frágiles, vulnerables, débiles, torturados, melancólicos, impotentes o derrotados, en las antípodas de las toxicidades de las masculinidades hegemónicas. En cambio, Capote construyó un personaje público que resulta prototípico de la loca mala, filosa, lengua karateca, promiscua (aunque no lo fuera tanto), alcohólica, drogadicta y fiestera.

Sin embargo, a ambos los une haber legado sendos relatos que transcurren en el marco temporal de un día y devienen aportes pioneros y extraordinarios a la cultura LGTB. Dos relatos que narran la complicidad entre un gay y una mujer y que pueden leerse como paradigmáticos de luchas interseccionales (luchas de género, de clase y de las diversidades sexuales): se trata de la relación entre Gabriele (Mastroianni) y Antonietta (Sofía Loren) en la película “Un día muy particular” (Scola, 1977) y de “Una adorable criatura”, (relato incluido en la magistral “Música para camaleones”) la narración que Capote escribió sobre su encuentro con Marilyn Monroe.

Un día muy particular: homosexuales, mujeres y sectores populares

Cuando a Mastroianni le ofrecieron interpretar el personaje de un homosexual maduro en una película, dudó respecto de cómo ese papel podía influir en su carrera y en su imagen pública. Entonces le consulto a su eventual partenaire, la actriz Sofia Loren, quien le contestó que todo hombre tiene su lado homosexual y que eso le daba la oportunidad a él de explorar el suyo. A la corta, la valentía que para la época supuso aceptar el papel le valió al actor italiano la primera candidatura al Óscar.

“Un día muy particular” comienza con la tediosa rutina matutina de Antonietta Tiberi (Loren), la esposa de un hombre infiel y la madre de seis agotadores niños de los cuales debe hacer cargo a tiempo completo. Esa mañana, la del 6 de mayo de 1938, toda la familia, excepto Antonietta, se va Roma a un mitin multitudinario que Mussolini organiza para homenajear a Hitler.

Mientras Antonietta disfruta de la inédita soledad, Rosamunda, la lora mascota de la familia, se escapa a un apartamento de la ventana de enfrente. Allí vive Gabriele, un locutor de radio al que despidieron de su trabajo al descubrirse que era homosexual. Allí se produce un inesperado encuentro entre dos seres condenados a no conocerse: la ama de casa de sectores populares profascista y el homosexual despedido por autoridades fascistas.

Luego de una jornada de risas, charlas y juegos -no exenta de desencuentros y discordias- lejos de las diferencias que parecían insalvables- ambos se reconocen unidos por un lazo afectivo indisoluble: el que une a dos seres humanos víctimas de relaciones de poder que los oprimen. Él es una víctima de la homofobia y ella del machismo patriarcal. Ambos son víctimas del régimen fascista que impera en Italia y que legitima las peores violencias de la dominación masculina y de la heteronormatividad.

Cuando se sucede la tierna cópula sexual entre Gabriele y Antonietta, la misma evoca la de la loca Molina y el guerrillero Arregui en “El beso de la mujer araña” (1976) de Manuel Puig. Se trata de seres solitarios y desesperados encerrados en sus propias prisiones que, al menos, por un día, tuvieron la dicha de entrelazar sueños de redención. Ambos tuvieron ese día que libera, que rescata, la semilla de la cual puede nacer la flor.

Pero las similitudes con la obra cumbre de Puig no terminan allí. Así como la loca Molina, Antonietta interioriza valores que forman parte de su opresión. Así, como Arregui, Gabriele se autoinmola al luchar políticamente contra el fascismo. En efecto, después de la desgarradora despedida de los amigxs, Gabriele es llevado probablemente a los campos de concentración en el marco histórico de las políticas de 1938 en las cuales miles de homosexuales italianos conocidos del territorio continental fueron confinados a Cerdeña

Scola supo visibilizar, denunciar y plasmar en estos personajes las luchas interseccionales de clase y género: las de las mujeres pobres y las de los homosexuales. Lo inédito es que, merced a la fama del director y de los protagonistas, la película pudo ser estrenada sin censuras en la Argentina dictatorial de 1977.



Una adorable criatura: mujeres y gays abandonados por sus familias

En “Una adorable criatura”, Capote brinda uno de los más bellos y conmovedores retratos de Marilyn Monroe a partir del encuentro entre el escritor y la blonda sex symbol un día de abril de 1955. El contexto es el funeral de la actriz Constance Collier, profesora de interpretación de Marilyn, al que ambos habían acordado ir juntos.

Capote relata que esperaba a la Monroe a la entrada de la capilla. Cuando la vio venir con aspecto descuidado y aire desconsolado, con un pañuelo negro cubriendo su pelo, gafas oscuras que no ocultaban sus ojos llenos de lágrimas, un vestido negro que le quedaba tan grande que parecía prestado y los zapatos negros de tacón alto, Truman no vio a la bomba rubia que causaba delirios de deseo sexual en el mundo, sino a una niña en un orfanato.

Luego de la ceremonia, Capote y Marilyn decidieron salir por las calles de Manhattan a beber champagne. Todo el relato es la conversación entre los dos hitos del siglo XX. Entre confidencias jocosas (entre tantas, ella le cuenta a Capote, que durante una fiesta Errol Flynn aporreó las teclas del piano con su enorme pene y tocó una canción muy popular y Truman le cuenta a Marilyn que se acostó con él una noche de borrachera), chismes sobre Arthur Miller y otra gente conocida y otras aparentes banalidades, se vislumbran entre líneas las existencias de dos seres que nunca superaron el abandono de sus familias biológicas y que cada cual tuvo que recurrir a sus estrategias -ella, al uso, que devino en abuso de su cuerpo, él a la creación de un personaje público demoníaco e invencible, que a la postre se volvió contra él- para poder sobrevivir en un mundo hostil. Cada uno, es el espejo del otro. Cada cual, Marilyn y Capote pagaron el precio de que sus deseos y plegarias fueran atendidas y terminaron en un largo camino de autodestrucción.


El momento climático del relato es aquel en el cual, el día está terminando y la luz se va diluyendo. A los ojos de Capote, Marilyn parecía esfumarse con la luz, mezclarse con el cielo y los cielos, disolverse a lo lejos. “Quería elevar mi voz sobre los chillidos de las gaviotas y llamarla para que volviese: ¡Marilyn! ¿Por qué todo tuvo que acabar así, Marilyn?”- escribe el escritor- ¿Por qué la vida tiene que ser tan terrible?”.

Como Gabrielle y Antonietta, Capote y Marilyn no volvieron a verse. Marilyn murió en 1962. Capote en 1984. Ambxs víctimas de una sobredosis de barbitúricos. En sus última palabras Capote llamó a su madre, quien unos años antes, como él, se había suicidado.