Giorgia Meloni, Marine Le Pen, Viktor Orbán, Alice Weidel y Herbert Kickl. La extrema derecha sigue surfeando la ola populista y xenófoba que recorre Europa. El Partido de la Libertad (FPÖ) ha sido la fuerza más votada este domingo en las elecciones legislativas de Austria, reuniendo el 28,8% de los votos. Esta es la primera victoria de los ultraconservadores en el país desde la Segunda Guerra Mundial. Los expertos, sin embargo, rechazan "el marco discursivo de la sorpresa" y aseguran que los resultados llevan cocinándose casi tres décadas. "Este triunfo responde a varios motivos; el primero, la historia política de un país que nunca ha asumido del todo su pasado nazi", sugiere el politólogo francés Renaud Large.

El FPÖ, de la misma escuela que Hermanos de Italia y el Fidesz de Orbán, ha firmado su mejor resultado electoral y ha superado los datos cosechados por Jörg Haider, histórico dirigente del partido. "Los votantes han hablado y se ha abierto la puerta a una nueva era", celebró Herbert Kickl, líder de la formación, tras conocer los primeros sondeos. El mandatario se refiere a sí mismo como Volkskanzler, –en español, "canciller del pueblo"– título utilizado por el dictador Adolf Hitler antes de llegar al poder. El FPÖ también ha defendido una "Austria Fuerte" durante toda la campaña y situó a las personas migrantes como potenciales enemigas.

El partido, fundado por el nazi Anton Reinthaller y otros antiguos generales de las SS, refrendó un tratado de amistad con Vladímir Putin y prometió congelar las ayudas a Ucrania. Kickl sigue de esta manera los pasos de la extrema derecha en Alemania (AfD), también prorrusa y partidaria de retirar el apoyo militar a Kiev. La campaña estuvo además marcada por la "desaceleración económica" y los números rojos con los que Austria cerró 2023.

Herbert Kickl, líder del Partido de la Libertad


El fracaso de los partidos tradicionales

"El aumento de la inflación, los costes de vida y los escándalos políticos han erosionado el atractivo de los partidos tradicionales. Las clases medias [predominantes en el país] desconfían de las políticas sociales y buscan su propia estabilidad", señala a Público Katharine Sarikakis, profesora de Comunicación y Gobernanza de los Medios en la Universidad de Viena. Franz Reiter, profesor de Comunicación Política en la Universidad de Innsbruck (Austria), suscribe esta teoría y pone el foco en la migración: "Los conservadores han comprado y, por tanto, legitimado los discursos de la extrema derecha en asuntos como la crisis migratoria y la inflación, que fue de las más altas de la UE. El fracaso de los partidos tradicionales a la hora de abordar estas cuestiones sirve de caldo de cultivo para el auge de los partidos radicales", añade.

La prensa habla de un resultado "histórico" para la extrema derecha, que se impuso por primera vez al resto de candidaturas. Los porcentajes, no obstante, llevan casi tres décadas de picos y descensos: los ultras llegaron al 22,5% en 1994; rozaron el 27% en 1999 y sellaron un 26% en 2017. "La noticia está más bien en la caída de los conservadores (ÖVP) y los socialdemócratas (SPÖ). Los partidos tradicionales han sacado menos del 50% de los votos. Esto sí que es especialmente llamativo y tiene que ver con la normalización de los discursos reaccionarios. La extrema derecha no ha surgido de repente, sino que se ha consolidado y se ha convertido en un partido grande como los demás", advierte Javier Carbonell, politólogo y director del think tank Future Policy Lab. La llave del Gobierno la tiene ahora el Partido Popular austríaco.

Contra los migrantes

"El FPÖ probablemente no gobierne Austria durante los próximos meses, pero su influencia será relevante en muchas políticas –relaciones con Bruselas o Rusia–. Lo que sí podemos esperar es una tendencia restrictiva del gasto social para las personas migrantes", precisa Oscar Mazzoleni, politólogo y profesor en la Universidad de Lausana. Austria no tiene cordones democráticos, pero de momento, ninguno de los partidos con representación parlamentaria parece dispuesto a pactar con la extrema derecha por sus posiciones antimigratorias, xenófobas y euroescépticas.

El programa de los ultras del FPÖ apuesta abiertamente por la expulsión de las personas refugiadas, los solicitantes de asilo y los ciudadanos con pasaporte austríaco, pero origen migrante. "En Austria, la inmigración es la prioridad número uno. Herbert Kickl centró su campaña exclusivamente en este tema, desarrollando un concepto identitario de la nación. Además de sus barbaridades e insultos, ha retomado el concepto de emigración de retorno", señala Renaud Large, miembro de la Fondation Jean-Jaurès. El analista Dorian Dreuil, también del mismo colectivo, recuerda que "los discursos reaccionarios y simplistas juegan con los miedos de la sociedad y el rechazo al otro", dos ingredientes que se pueden identificar en las propuestas políticas de Kickl.

Los jóvenes y el rural, nichos de voto

El Partido de la Libertad surge de las cenizas del fascismo, durante la segunda mitad de los años 50 y con el sobrenombre de los antiguos. La formación lleva décadas en el parlamento austríaco y ha estado varias veces en el Gobierno, tanto con los sociodemócratas como con los conservadores del ÖVP. El FPÖ tira precisamente de su historial político para "mantener viva" la voluntad de liderar la cancillería de Viena. "Nuestra mano está tendida en todas las direcciones", ha defendido Herbert Kickl, número uno del grupo ultra, después de conocer los resultados electorales.

La ultraderecha festeja su triunfo.

Jesús Casquete, catedrático de Historia del Pensamiento Político en la Universidad del País Vasco, explica en una conversación con este diario las claves del éxito en las urnas de la extrema derecha. "El FPÖ ha calado muy bien en los municipios pequeños y las zonas menos densamente pobladas. La izquierda resiste mejor en los núcleos urbanos. Viena, por ejemplo, es un bastión socialdemócrata. Esto también ocurre en Alemania y Francia. En España no es tan evidente", destaca. A principios de septiembre, Alternativa para Alemania (AfD) arrasó en las elecciones regionales de Turingia y Sajonia, dos estados principalmente rurales.

"El voto de la juventud también ha sido clave. El FPÖ ha ganado en casi todos los estratos, menos entre los mayores de 60 años. Esto ratifica que la extrema derecha se va abriendo paso entre los más jóvenes. Es difícil generalizar, porque hablamos de partidos con clientelas políticas que son algo contradictorias, pero estamos ante una tendencia global", continúa el profesor. El sistema político europeo está cada vez más fragmentado y muchos partidos tienen porcentajes de voto relativamente similares. "Esto hace que cada vez sea más importante la capacidad de coaligarse, por encima del número de sufragios", reconoce Pablo Carbonell.

¿Por qué no funciona el miedo a la extrema derecha?

Katharine Sarikakis, profesora en la Universidad de Viena, comparte su lectura tras los resultados electorales de este domingo. "El mensaje subyacente es, en mi opinión, que los votantes tienen poca confianza en los partidos tradicionales, especialmente los conservadores, los socialdemócratas y los verdes. El ascenso de la extrema derecha es un síntoma, no un destino", precisa. Las fuentes consultadas por este diario coinciden a la hora de situar la crisis económica, la incertidumbre y las desigualdades sociales como tres de los pilares para la consolidación de los discursos reaccionarios en Europa. ¿Qué respuesta deben adoptar las formaciones de izquierdas?

"La principal alternativa que están llevando a cabo los partidos en los distintos países converge en un modelo tecnocrático, como ocurre en el ámbito de la UE. Esta propuesta, sin embargo, sólo puede aplazar parcialmente el problema, sin ofrecer una solución real al desafío que representa el ascenso de la extrema derecha", reconoce Oscar Mazzoleni. En Austria, las alternativas para evitar un Gobierno liderado por el FPÖ son una "gran coalición" de conservadores y socialdemócratas, como ocurrió tras la Segunda Guerra Mundial, o un tripartito de ambas formaciones con los liberales de NEOS, que dibujaría una mayoría parlamentaria más holgada.

Los políticos y partidos progresistas "ponen el grito en el cielo" con los giros a la derecha de Italia, Francia, Alemania, Países Bajos y Austria. El mensaje del miedo, sin embargo, parece que ha dejado de funcionar. "No podemos perder de vista los países en los que la izquierda ha logrado contener a los ultras. Dinamarca es un buen ejemplo. La izquierda danesa ha abordado de frente la cuestión migratoria –casus belli en casi toda la UE– y ha dado su propia respuesta. Esta es la línea a seguir", propone Renaud Large. Javier Carbonell coincide con su compañero y sentencia: "Estamos en un contexto en el que es fácil someterse a las narrativas de comunidad e identidad nacional. La izquierda tiene que volver a presentar proyectos en positivo y abandonar la alarma de que viene la extrema derecha, porque no está funcionando".