A los 104 años falleció Otilia Leoncia Acuña, emblemática Madre de Plaza de Mayo de Santa Fe, y lo hizo honrando la leyenda "la lucha que se pierde es la que se abandona", que eligió para el frente de su casa del barrio Santa Rosa de Lima de esa ciudad. Integrante de Madres desde sus comienzos, siguió yendo a los actos, audiencias judiciales y manifestaciones mientras pudo, incluso en silla de ruedas en los últimos tiempos. 

El 24 de marzo pasado marchó desde un auto, con su pañuelo blanco. Su paso levantó el "Madres de la Plaza, el pueblo las abraza", coreado por las 20.000 personas que se congregaron por las banderas de la memoria, la manifestación más masiva que vivió la ciudad de Santa Fe. 

Desde los años 50 del siglo pasado vivió en el mismo barrio, más de 70 años. Los jóvenes que pasaban le gritaban "chau, abuela". La gente la saludaba con reverencia. 

"La lucha que se pierde es porque se abandona, no abandonen la lucha, aunque ustedes vean que en vez de ir adelante, van para atrás, sigan luchando", arengaba a las personas jóvenes. 

Con su cara marrón arrugada y su cuerpo menudo, los ojos de Otilia eran una luz de voluntad extraordinaria: aprendió a leer cuando ya tenía más de 60 años en su propia casa, donde organizó junto al gremio docente una escuela para adultos.

Otilia fue la primera Madre que declaró en un juicio de lesa humanidad en Santa Fe, en 2014, a los 92 años. Fue el viernes 9 de mayo de ese año y, como contó el periodista Juan Carlos Tizziani entonces, abrió la segunda audiencia ante el Tribunal Oral que juzgó a Víctor Brusa y a tres policías por el "fusilamiento" de su hija, Nilda Elías de Silva, en su casa del barrio Santa Rosa de Lima, donde vivía con sus tres nietos, el más chiquito de cuatro meses que quedó protegido debajo una cama. Era el 11 de abril de 1977. 

"A mi hija no la fueron a buscar, la fueron a matar", dijo. "Lo que me pasó a mi no se lo puedo desear ni a mi peor enemigo porque te maten una hija delante tuyo es dolor muy grande", expresó en la cara de los jueces, frente a los acusados. 

Nilda era docente, militante social y política; su esposo Luis Ismael Silva, fue desaparecido en noviembre de 1976, tras ser secuestrado en Buenos Aires. Silva era un alto dirigente del Movimiento Villero Peronista y militante de la organización Montoneros, al igual que Nilda, su esposa.

Tras el asesinato de su hija Nilda, Otilia quedó a cargo de sus nietos: Marcelo de 6 años, Valeria de 3 y Nicolás de 4 meses. Valeria es militante de la agrupación HIJOS de la capital provincial. 

Otilia luchó por memoria, verdad y justicia, fue a todas las audiencias de los juicios por delitos de lesa humanidad, pero también desarrolló durante décadas una militancia barrial, en la que creó una asociación para gestionar decenas de pensiones sociales para los viejos de su barriada, una de las más humildes de la capital santafesina. 

A lo largo de cinco décadas, mostró una voluntad inquebrantable para llegar a las manifestaciones, actos de las organizaciones defensoras de derechos humanos, de los gremios –especialmente el docente, por el recuerdo de su hija- y también sumó su apoyo a las marchas por los derechos de las mujeres. 

Otilia decía que su hija le enseñó "a luchar por los derechos de los demás sin mirar tanto las necesidades propias".

En abril de 2003 padeció la inundación que ese año afectó a su Santa Rosa de Lima como a otros barrios de la capital santafesina. El agua arrasó con sus pertenencias, incluyendo las fotografías que conservaba de Nilda. Esa lucha también la tuvo como protagonista, contra la impunidad de los responsables políticos de aquella tragedia hídrica.

Fue reconocida por su lucha en decenas de oportunidades por las instituciones de la democracia, ya sean de los Ejecutivos provincial y municipal, las cámaras legislativas y del concejo deliberante de su ciudad, y de personalidades que visitaron su ciudad, como el ex presidente de Ecuador, Rafael Correa, entre muchos otros.

En 2002, fue declarada Santafesina Ilustre por el Concejo Municipal de Santa Fe, junto a otras Madres, por su "insobornable, metódica, inclaudicable y permanente tarea en defensa de los Derechos Humanos". En 2019, por iniciativa de Roberto Mirabella, la Cámara de Diputados de la provincia, le rindió un homenaje