Desde Montevideo

La tarde del martes se va difuminando sobre Montevideo. La ciudad, con su combinación exacta de cemento y río, bulle de actividad. Los oficinistas cruzan presurosos la Plaza Independencia con el objetivo de treparse a los ómnibus que los devolverán a sus hogares. Las señoras colman las confiterías de la Avenida 18 de julio para, entre infusiones varias y sabrosos “chajás”, recrear el rito de la tertulia. Las parejas, termo bajo el brazo y mate en mano, pasean por la Rambla. Unos muchachos tensan sus tambores en una esquina del Barrio Sur. Mientras tanto, el Estadio Centenario comienza a poblarse de feligreses que serán testigos de la tercera actuación de Paul McCartney en suelo oriental. 

El coloso, ubicado en el Parque José Batlle y Ordóñez, ya había recibido al compositor en sus anteriores citas charrúas, el 15 de abril de 2012 y el 19 de abril de 2014. El bajista eligió al “paisito” para dar el puntapié inicial al nuevo tramo del Got Back Tour. La gira ya pasó por Estados Unidos, Inglaterra, Australia, México y Brasil. Continuará este sábado y domingo en el Monumental de Buenos Aires, para seguir por Chile, nuevamente Brasil y Argentina (hará una función en el Mario Kempes cordobés), Perú, Colombia, Costa Rica, México, Francia y España. Culminará, con cuatro conciertos, en tierra inglesa.

Camisa gris con rayas blancas, pantalón negro, zapatos y saco al tono, McCartney pisó las tablas veintidós minutos después de las veintiuna. Portando su emblemático bajo Hofner, abrió el fuego nada menos que con la esplendorosa “A Hard Day’s Night”. Luego siguió la energética “Junior’s Farm”, pieza de la época de Wings. “¡Hola uruguayos!. ¡Buenas noches, Montevideo!”, saludó el británico a una multitud conquistada de antemano. Con la briosa “Letting Go” hizo su aparición The Hot City Horns, combo integrado por el trompetista Mike Davis, el trombonista Paul Burton y el saxofonista Kenji Fenton. Y con ella, un doblete Beatle de excepción: “She’s A Woman” -por primera vez sonando para los charrúas- y “Got To Get You Into My Life”, joya de irresistible espíritu Motown. Después, fue el turno de la pegadiza “Come On To Me” publicada, en septiembre de 2018, en el inspirado Egypt Station. Empuñando una Gibson Les Paul,  Macca arremetió con la extraordinaria “Let Me Roll It” que terminó fusionando – como es costumbre – con un fragmento de “Foxy Lady” de Jimi Hendrix. Los seguidores más exigentes recibieron extasiados otra gema de los Fab Four: “Getting Better”.

Sentado ante un piano de cola, ofrendó la magnética “Let’ Em In” donde menciona a familiares y a celebridades de diverso calibre. En la primera de esas enumeraciones, alteró el orden original de los nombrados. El error –solo perceptible para oídos avezados– le provocó una sonrisa. En la romántica “My Valentine” las pantallas mostraron a Johnny Depp y a Natalie Portman, quienes traducían la letra al lenguaje de señas. La arrolladora “Nineteen Hundred And Eighty Five”, de Wings, corroboró la solidez de un grupo que lleva veintidós años en la ruta. El entramo de guitarras alumbrado entre Rusty Anderson y Brian Ray (quien se ocupa del bajo cuando su jefe pasa a las teclas) las armonías aportadas por el tecladista Paul “Wix” Wickens y la usina rítmica generada por el baterista Abe Laboriel Jr. conforman un preciso y robusto andamiaje sónico. La siempre conmovedora “Maybe I’m Amazed” fue acompañada con fotografías donde se veía a un Paul joven y desaliñado que intentaba mitigar el dolor por la separación de The Beatles refugiándose con su familia en la campiña escocesa.

El segmento acústico dio comienzo con esa belleza country llamada “I’ve Just Seen A Face”. Le siguió un rescate arqueológico: “In Spite Of All The Danger”. La canción (con ecos al Tryin’ To Get To You” de Elvis Presley) pertenecía al repertorio de The Quarrymen, la agrupación que McCartney tenía junto a John Lennon y George Harrison previo a The Beatles. “Love me do” (con Wickens en armónica) fue recibida con algarabía y coreada por todo el estadio. Con posterioridad a la alegre “Dance Tonight”, el liverpuliano quedó solo ante la audiencia. Subido a una plataforma que lo elevó varios metros sobre el escenario –y munido de una guitarra acústica- alumbró “Blackbird” y “Here Today”. La primera arrancó suspiros y la segunda, concebida como un diálogo imaginario con Lennon, provocó sollozos varios. 

Al comando de un piano vertical, Paul le regaló a los espectadores un momento histórico cuando interpretó por primera vez “Now And Then”. El tema, lanzado en noviembre del año pasado, “reunió” al célebre cuarteto a partir de un demo de John completado por George, Ringo y el propio Macca. Las pantallas, con imágenes de los Fab Four, agregaron más emotividad a una postal de por sí conmovedora. La optimista “New” y la vibrante “Lady Madonna” intensificaron el brillo de una noche rutilante.

De vuelta con el Hofner, embistió con la portentosa “Jet”. Segundos antes, a modo de agradecimiento, el público entonó esa especie de canto tribal parido en el festival de Woodstock. A lo que Paul replicó tocando esa melodía y arengando a sus compañeros de banda, quienes se sumaron al juego. “Being For The Benefit Of Mr. Kite!” –con una línea de bajo tan exquisita como meticulosa- aportó atmósfera circense y aires psicodélicos. 

El espíritu de Harrison sobrevoló el Estadio Centenario cuando su compañero le rindió tributo con la hermosa “Something”. Miles de voces unidas en ese estribillo –amoroso y reflexivo a la vez– produjeron uno de los instantes más estremecedores de la velada. A la festiva “Ob-La-Di, Ob-La-Da”, le sucedió “Band On The Run”, obra cumbre de Wings. Sofisticada en su construcción armónica y, aun así, de indubitable arraigo popular. Otra proeza de McCartney y su máquina de hacer canciones. El concierto entró en su recta final con una tríada inigualable: la vigorosa “Get Back”, la redentora “Let It Be” (en la que el público encendió sus celulares regalando al cantautor un conmovedor cuadro) y la pirotécnica “Live And Let Die”. La despedida formal, otra vez con el creador frente al piano vertical, fue con “Hey Jude” cuya coda generó una deslumbrante comunión colectiva.

De regreso al escenario, McCartney no bajó la intensidad. En “I’ve Got A Feeling”, gracias a la tecnología desarrollada por el director Peter Jackson para el documental Get Back, volvió a cantar junto a Lennon. El recurso –a esta altura predecible– no perdió un ápice de efectividad. La adrenalínica “Birthday”, la contundente “Sgt. Pepper Reprise” y la abrasiva “Helter Skelter” terminaron la tarea de demolición. La despedida llegó con un extracto del popurrí de Abbey Road, y “Golden Slumbers”, “Carry That Weight” y “The End” cerraron una jornada épica. 

Son pocos los artistas que poseen un catálogo de canciones tan bello, impactante y significativo. Paul  McCartney es sin dudas uno de ellos. A lo largo de su carrera creó un corpus sonoro que, sin distinguir entre edades, credos ni nacionalidades, anidó en el corazón de millones de personas alrededor del mundo. El romance se revitaliza ante cada nueva escucha. Un fenómeno que confirma aquella frase que acuñó cincuenta y cinco años atrás: “y a final, el amor que recibís es igual al amor que das”