La periodista y conductora de la 750, Cynthia García, analizó en su editorial la reciente aparición sorpresiva de Cristina Kirchner en La Matanza y su impacto en los medios de comunicación y las redes sociales. Aseguró que el armado oficialista intentó estigmatizar a la exmandataria, pero en lugar de desacreditarla terminaron reforzando su figura. “La imagen que los grupos económicos sin control democrático han construido es a semejanza de sus intereses”, denunció.

El editorial de Cynthia García

Ayer a la tarde aparecieron las imágenes que publicamos en las redes sociales de La García, con una Cristina Kirchner en el territorio. En La Matanza, haciendo un recorrido junto al cura Tano Angelotti, muy cercano al Papa Francisco. Apareció Cristina y fue como una cadena de WhatsApp; los mensajes empezaron a llegar y se preguntaban de cuándo era eso. Nadie sabía de cuándo era, y yo decía que era de hacía un ratito. Generó todo un impacto que fue reproducido de distintas maneras.

Pero me quería referir a la sintonía. Ayer explicábamos por qué marchamos hoy, por qué alguien pone su cuerpo para defender derechos, ideas, un proyecto de país, que es lo que hizo Cristina ayer en La Matanza con su presencia sorpresiva.

Sí, porque Cristina no había tenido aún una reciente aparición pública en el cara a cara con la gente. Y es impresionante cómo se la veía. Se la veía muy emocionada, con una respuesta muy contundente de la gente que la escuchaba. Esto fue ahí en Puerta de Hierro.

Yo me enojaba con las redes sociales y los trolls, pensando que cada vez que intentan estigmatizar a Cristina, la potencian. Pero hay que soportar el estigma. Ayer, un amigo de Córdoba me pasaba el segmento donde Feinmann hacía eco mediático en el mainstream de lo que circulaba en redes sociales, diciendo que Cristina estaba vestida de pobre.

Como no le podían reprochar nada, empezaron a construir esa idea de que Cristina había ido vestida de pobre, como si nunca fuera auténtica para ellos. Siempre ha habido una Cristina que quieren construir. Durante muchos años, los medios intentaron construir una imagen de Cristina. La imagen que los grupos económicos sin control democrático han construido es a semejanza de sus intereses.

Creo que es cierto que hay un enojo válido de las grandes corporaciones con sus gobiernos, porque efectivamente perdieron privilegios. Se les intentó acotar esos privilegios. Imaginen al grupo Clarín desbocado; parece imposible imaginarlo encauzado en un esquema moderado de preeminencia mediática, con un número de licencias.

Sin embargo, cuando el kirchnerismo puso en escena la Ley de Medios, no decía que no iban a existir, que iban a desaparecer. Clarín iba a seguir siendo el grupo más importante en cuanto a escala del país, pero iba a tener que estar acotado en un número de licencias. No lo soportaron.

Nunca soportaron que un programa como 678 revelara todos los días la verdad de que es un medio de derecha alineado con los intereses de Estados Unidos. No lo soportaron.

La respuesta a eso, además del lawfare, fue construir dirigentes del campo nacional y popular a imagen y semejanza de su odio, y Cristina se convirtió en el emblema de esa construcción. Como no había manera de entrarle a lo de Cristina de ayer, algo propio e irremplazable, y como saben que es así, empezaron a construir, desde distintos niveles de lenguaje, esta idea de que simulaba la cercanía.

A veces uno dice que Milei tiene razón en algunos diagnósticos, como cuando hace críticas sobre algunos periodistas. El tema es que la propuesta del Estado sobre los medios es repudiable. Ahora, en algunos diagnósticos, tiene razón.

Tanto cargaron esas construcciones odiosas que terminaron generando las condiciones de posibilidad para que ocurriera el atentado. La bala que no salió y el fallo que sí saldrá. Pero el peso específico de poner el cuerpo es irrespetable e irremplazable.