El título original, Disclaimer, resulta mucho más pertinente que el elegido para el mercado hispanohablante: Desprecio. La emoción humana es universal y eterna, pero no termina de describir cabalmente lo que sienten los protagonistas del drama, mientras que el término en inglés, que suele traducirse como “aviso” o “advertencia”, aunque también puede utilizarse como sinónimo de “descargo de responsabilidades”, da en la tecla precisa de sus mecanismos narrativos. Es que tanto en la novela homónima de la escritora británica Renée Knight, publicada originalmente en 2015, como en la reluciente adaptación en formato de miniserie –que tendrá su estreno en la plataforma Apple TV+ el próximo viernes 11–, el clásico aviso de que “cualquier similitud con hechos o personas reales es pura coincidencia” asume un rol de suma importancia, como así también el posible descargo de uno o varios personajes. También las interacciones, entrecruzamientos y choques entre realidad y ficción, amén de las diversas versiones con las cuales puede describirse un mismo hecho, con diferencias sutiles o abismales, que cambian por completo el entramado de los acontecimientos.
A seis años del estreno de Roma, Alfonso Cuarón dirige los siete capítulos que forman parte de Desprecio, proyecto personal del realizador mexicano que, en sus palabras, no sigue la lógica de la producción seriada contemporánea y debe ser vista como un largometraje de casi seis horas dividido en capítulos. Cruzando el relato de suspenso con varias temporalidades –al menos tres, las más relevantes– y con un tono por momentos melodramático, Cuarón describe la desintegración de una familia luego de que cierto secreto del pasado remoto asoma a la superficie, haciendo especial hincapié en dos males sociales contemporáneos: la “cancelación” de una figura pública a partir de un comentario o hecho, esté probado o no, y el uso de las redes sociales como medio de persecución y/o agravio. Claro que en el origen del relato hay un objeto de la era pre electrónica. Un libro publicado como ficción pura y dura, aunque el autor es consciente de que algunos pocos lectores sabrán leer de inmediato su origen en hechos reales. Es la bomba que estalla en la mesa de luz de Catherine Ravenscroft, celebrada documentalista televisiva, especialista en informes de gran alcance y alto perfil, que ve cómo su equilibrada vida puede llegar a desmoronarse mucho más rápido de lo que hubiera podido imaginar. Para la adaptación de la novela de Knight, filmada en el Reino Unido, Australia e Italia, Cuarón contó con un reparto prestigioso encabezado por Cate Blanchett, Kevin Kline, Lesley Manville y Sacha Baron Cohen, este último en un papel radicalmente alejado de su faceta de comediante todoterreno.
La imagen cinematográfica
Catherine recibe el libro en un sobre color manila con su nombre escrito a mano. “The Perfect Stranger” (El perfecto desconocido) es el título que figura en la portada, el relato de unos días de vacaciones en las costas italianas. El encuentro entre un adolescente de diecinueve años y una joven y bella mujer a quien atisba en la playa junto a su pequeño hijo, lente de una cámara fotográfica de por medio. La historia de una relación sexual o un romance, dependiendo de la mirada, que deviene en tragedia, con ese mismo muchacho ahogado en el mar y la mujer regresando prontamente a Londres, junto a su marido. Una historia que a Catherine le resulta extremadamente familiar, pero que durante dos décadas mantuvo en estricto secreto. Entrevistado por la revista Wired, Alfonso Cuarón recordó el origen de su adaptación de Disclaimer, definiendo de paso su relación con el formato seriado en boga. “Renée Knight y yo teníamos personas conocidas en común. Fue ella quien me envió el manuscrito, que me encantó. Pero no tenía la menor idea de que cómo hacer que funcionara en términos de un largometraje convencional. El tiempo transcurrió, dirigí Roma, y justo después de eso Knight se contactó para confirmarme que, si me interesaba, los derechos de adaptación estaban disponibles. Fue en un momento en el cual estaba muy interesado en explorar el formato episódico. Hay muchas series que disfruto, con un nivel increíble de escritura e interpretación actoral. Pero muy pocas tienen una aproximación cinematográfica. Eso me intrigaba. ¿Cómo tomar por asalto la serie convencional, orientada siempre hacia el guion, y transformarla en algo más cercano al cine?”. El director de Y tu mamá también, Niños del hombre y Gravedad cree que la mayoría de las series televisivas no están interesadas en la imagen sino, esencialmente, en “hacer que la historia avance todo el tiempo; son relatos entregados por completo a los designios del guion. Hace tiempo que existen series mucho más interesantes que el cine mainstream de los Estados Unidos, pero en los peores casos uno puede mirar muchas de ellas con los ojos cerrados. En una película, en cambio, las imágenes están dispuestas para que se relacionen con otras imágenes. Es una manera visual de contar una historia”.
El primer nivel narrativo de Desprecio transcurre en el pasado, veinte años atrás, en Italia. Bajo el sol del verano los colores son vibrantes, como el rojo shocking de la pequeña bikini de Catherine, interpretada en esos tramos pretéritos por la rubia Leila George. Cuarón opta además por un juego de filtros que suavizan la imagen (la dirección de fotografía le pertenece a su inseparable colaborador Emmanuel Lubezki), y el iris que cierra cada uno de esos pasajes, como en las viejas películas mudas, potencia la sensación de relato dentro del relato general. El sexo llega en el tercer capítulo y las escenas íntimas, sin dejar de ser sugerentes en gran medida, ofrecen un registro más osado que en la mayoría de las producciones contemporáneas, tal vez un guiño a los tiempos dorados del softcore europeo de otras décadas (ese capítulo comienza, irónicamente, con un disclaimer: “Contiene imágenes sexuales explícitas”). En el presente londinense, George reemplazada por la madurez de Blanchett, la lluvia cae sobre la ciudad y las tonalidades son más plomizas y prístinas. Es el segundo nivel de la narración, el más extenso, y en paralelo a la vida de Catherine, su esposo Robert (Baron Cohen) y su hijo Nicholas (Kodi Smit-McPhee), un joven de veinticinco años que parece la antítesis de ese matrimonio profesionalmente exitoso, la trama describe los días solitarios del viudo Stephen Brigstocke (Kline), el padre del chico fallecido en el mar italiano. Es él quien halla el manuscrito de su esposa bajo llave, años después de su muerte, durante los primeros minutos del primer capítulo. Es también él quien escribe “El perfecto desconocido” bajo un seudónimo, lo publica a su cuenta y riesgo y luego envía varios ejemplares en esos sobres manila a un puñado de personas específicas. La tercera temporalidad de la historia ocurre cuando Nancy (Manville), afligida sin anestesia por el duelo ante la muerte de su hijo, comienza a atar algunos cabos sueltos hasta ese momento indiscernibles. Si la descripción precedente parece algo enrevesada es porque, precisamente, la trama del libro y su adaptación se va desenrollando como un ovillo que parece sumamente enmarañado, aunque solamente se trate de una apariencia.
El poder del relato
El guion de Desprecio, escrito por el propio Cuarón, toca una buena cantidad de cuestiones, pero en una entrevista con la revista Time el realizador afirmó que, en el fondo, todo tiene que ver con “las historias que construimos a partir de nuestras propias vidas, y cómo se las presentamos luego a los demás, a la gente más cercana pero también a la sociedad. Como humanos, intentamos lidiar con muchas cosas diferentes pero, sobre todo, probablemente con una inmensa sensación de soledad”. Incluso va más allá al afirmar que “en un nivel macro, las sociedades crean sus propias historias para ocultar cosas del pasado. La historia de la humanidad está registrada en forma de ‘narrativas’. Pero esos relatos también pueden ser un arma muy poderosa a la hora de manipular, porque dan en el blanco de las creencias más profundas y fuertes de cada persona. Es fácil decir ‘fui manipulado’. Pero, ¿por qué? Porque ya tenías esas creencias, incluso si estaban en estado latente”. Desprecio utiliza un mecanismo de distanciamiento evidente desde el primero hasta el último de los siete episodios: una serie de voces en off que pasan de la primera a la segunda y tercera persona, describiendo sensaciones y emociones muy interiores, a la manera de una... novela, desde luego. La serie también se permite algún comentario irónico sobre el uso del lenguaje escrito en las redes sociales y los chats, con su muchas veces incomprensible tendencia a la simplificación de palabras y falta de signos de puntuación.
Y así es como regresa la tragedia del pasado, el fallecimiento de un joven que pudo haber vivido, de no haber intentado salvar al pequeño hijo de una turista de las garras del mar embravecido. Y es así como ese retorno de la memoria reprimida, encorsetada en la seguridad del paso del tiempo, regresa con toda la furia del dolor paterno. Porque en el fondo, más que el desprecio, el motor de las acciones son la venganza y el despecho. Y es la sensación de seguridad –económica, social, profesional, de estatus– la que comienza a tambalear a partir de una novela de ficción (aunque “basada en hechos reales”) y una serie de fotografías analógicas que muestran a una persona familiar bajo un prisma absolutamente desconocido. ¿Quién es esa mujer en las imágenes, idéntica físicamente a quien se conoce bien pero tan diferente en sus actitudes? Si a algo no le tiene miedo Cuarón –lo ha demostrado a lo largo de su carrera– es a las acciones extremas, y cuando las páginas del libro comienzan a ser leídas no hay personaje alguno que no tome decisiones alejadas del protocolo y las costumbres mesuradas. Contar más sería entrar en el terreno del spoiler, ese maldito temor originado en el interés por un relato audiovisual centrado exclusivamente en las vueltas de tuerca de la historia, a contramano de las intenciones explícitas de Cuarón. A fin de cuentas, ¿cuál es la verdadera historia? Un poco a la manera de Rashomon, la “verdad” queda suspendida en el aire durante un buen tiempo. “El sentido último de Desprecio es el siguiente: tal vez la más importante de todas estas diferentes perspectivas y voces es la del espectador, quien está mirando la serie, y su propia perspectiva y comprensión de la historia que se está narrando”.