Dentro de la muestra Espanoramas 2024, organizada por el Centro Cultural de España en Buenos Aires (CCEBA), el foco Península Erice ocupa un lugar central. El mismo destaca la figura de un cineasta inusual como Víctor Erice, cuya carrera presenta características únicas no solo dentro del cine español sino de todo el mundo. Una obra desarrollada a lo largo de más de 60 años, compuesta por solo cuatro largometrajes, todos incluidos dentro del programa, y un puñado de cortos. La sala Lugones del Teatro San Martín, Corrientes 1530, será la sede en la que podrán verse todas las películas de Península Erice, seleccionadas por el programador y escritor español Fran Gayo.

Erice debutó en 1973 con El espíritu de la colmena, una película tan cinéfila como política, pero realizada con tal naturalidad que ambos elementos pueden pasar desapercibidos, ocultos por los detalles de la trama. Tras la Guerra civil, dos niñas quedan impactadas luego de ver Frankenstein (James Whale, 1931) y la figura del monstruo se convierte en el eje de sus charlas. El film marca el debut de la actriz Ana Torrent, que con solo 7 años entrega una actuación magnética que la convierte en el centro del relato. Volverían a trabajar juntos 50 años después en Cerrar los ojos, última película de ambos (hasta ahora).

Su segundo trabajo fue El sur, estrenado en el Festival de Cannes diez años después del primero, cuyo relato también transcurre durante la posguerra civil. Ahí, una niña vive en una ciudad en el norte del país junto a su madre, maestra republicana que sufre las consecuencias de adherir a los derrotados, y su padre, hombre inescrutable originario del sur al que nunca ha querido volver. Una característica que comparten las primeras películas de Erice es la apropiación de la mirada infantil para registrar con aparente inocencia las consecuencias de un período tan oscuro.

Debió pasar otra década para ver la tercera película de Erice, el documental El sol del membrillo (1992), que recibió en Cannes los premios del jurado y de la crítica. La misma gira en torno a la obsesión del artista plástico Antonio López por retratar un membrillar, una auténtica declaración de principios estéticos acerca de la mirada artística que es inevitable trasladar del protagonista de la película a su director. A partir de ahí, Erice realizó esporádicos cortometrajes, dos de los cuales, Alumbramiento (2002) y La morte rouge (2006), se verán en Península Erice junto a Los días perdidos, uno de los primeros cortos del director, de 1963. Recién en 2023 llegaría Cerrar los ojos. Un regreso a lo grande que conjuga drama e intriga en torno a la desaparición de un actor durante un rodaje, hasta que, años después, una serie de imágenes del ausente tomadas por el director de aquella película le agregan misterio al asunto.

La selección incluye otros cuatro títulos que dejan en claro la influencia de Erice sobre otros cineastas, convirtiéndolo en una marca ineludible en la historia del cine de su país. Se trata de El cielo gira (Mercedes Álvarez, 2004), Verano 1993 (Carla Simón, 2017), Secaderos (Rocío Mesa, 2022) y Muyeres (Marta Lallana, 2023). Por su parte, Nueve cartas a Berta, de Basilio Martín Patino (1965), representa la contracara, aportando un antecedente que ayuda a contextualizar la aparición de Erice en el mapa cinematográfico español. El foco se completa con Centro histórico, film colectivo del que, además de Erice, participaron los portugueses Pedro Costa y Manoel de Oliveira, y el finlandés Aki Kaurismaki. Cada uno aporta un corto realizado en homenaje a Guimarães, ciudad histórica al norte de Portugal que en 2012 había sido elegida como capital europea.

Península Erice, junto al foco Clásicas y Modernas, marcan un quiebre respecto de la identidad de Espanoramas, que en sus nueve ediciones anteriores mantuvo un perfil similar a otros festivales cuyas temáticas giran en torno a lo más reciente de la producción cinematográfica de un país. Este año la programación propone ya no un contacto con lo contemporáneo sino un diálogo de orden más bien histórico. Fran Gayo explica que ese cambio se relaciona con la posibilidad de ofrecer algo distinto con motivo de los diez años que cumple Espanoramas. “Desde la primera reunión en el CCEBA se planteó la posibilidad de hacer algo especial para una ocasión especial. La muestra dedicada a Erice se puso sobre la mesa ya en aquella ocasión y estuvimos de acuerdo de modo unánime”, dice el programador.

El espíritu de la colmena marcó el debut de Ana Torrent.

-La película más reciente del programa es justamente Cerrar los ojos, último trabajo de Víctor Erice de 2023, que se proyecta por primera vez en Buenos Aires. ¿Qué representa para Espanoramas esta posibilidad de acercar una obra tan desafiante y de esta magnitud a los espectadores porteños?

-Espanoramas siempre se ha hecho un poco pensando en eso, en ser una ventana a un montón de cine español que por los motivos que sean no llega a pasar por las pantallas porteñas. En este caso este hecho, el que una película de esa magnitud, como bien dices, se proyecte en la Lugones y en el MALBA, y que sea en el marco de Espanoramas, es casi un regalo para quienes hacemos la muestra. En lo personal, es parte de esos factores que te hacen seguir creyendo en este trabajo. Todo el ciclo de Erice siento que de algún modo ha sido rejuvenecedor para mí como programador.

-¿Cómo se explica un cineasta tan personal como Erice a un público que no conoce para nada su obra o que no la conoce de manera integral, sino parcialmente?

-A veces siento que a Erice se lo ha explicado demasiado cuando no hay argumento más contundente que ver El espíritu de la colmena o El Sur para sentir que en la pantalla está sucediendo algo que no es común. Una especie de milagro, una emoción inexplicable que puedes haber sentido con algunas obras de Abbas Kiarostami, de Andrei Tarkovski o de, no sé, Carl Theodor Dreyer, por poner tres ejemplos contundentes. Lo increíble de Erice es que su cine puede provocar esa emoción en alguien que no necesariamente sea cinéfilo. Es un cine mucho más directo de lo que parece, cero caprichoso, y a la vez obviamente puede ser disparador de cientos de miles de trabajos de doctorado o de libros más especializados. En mi caso, la relación con su cine siempre ha sido muy emocional, epidérmica. Siento que en sus películas respira buena parte de la historia de España pero atravesada siempre por un sentimiento humanista y casi diría compasivo que es muy importante. Lo era hace 50 años y lo es ahora mismo.

Fran Gayo, programador de Península Erice.

-En la obra de algunos artistas suele hablarse de períodos para diferenciar la deriva estética de sus obras. En el caso de Ericem, las etapas están muy marcadas por el tiempo que transcurrió entre cada una de sus películas. A partir de eso, ¿creés que es posible abordar a sus cuatro largometrajes en términos de períodos?

-No tengo claro lo de los períodos, nunca lo había pensado de ese modo. Más bien pienso que el cine de Erice ha establecido períodos en el cine español, que sus películas han resonado con fuerza cada vez que se han estrenado, hasta el punto de que se pueda leer su influencia en muchos cineastas de estas últimas décadas.

-Justamente el programa de Península Erice se completa con una serie de películas de otros directores, que de algún modo dialogan con su cine. Pero ¿por qué fueron estas películas y no otras las elegidas para integrar esta selección?

-En este caso sí que el criterio fue más caprichoso, y pasaba por recuperar alguna película en la que sentíamos que la influencia de Erice era clara, y que a la vez no se había proyectado nunca en Buenos Aires o lo había hecho hace tiempo ya. Por eso la idea de recuperar El cielo gira, por ejemplo. Podrían haber sido muchas más películas obviamente, pero Espanoramas es una muestra de unas dimensiones muy concretas (que este año, de hecho, al sumarse el foco Clásicas y Modernas duplica el número de películas programadas), así que nos limitamos a los títulos que finalmente se proyectarán. Sí nos hubiese gustado incluir alguna de las primeras películas de Marc Recha o Las voces de la noche, de Salvador García Ruiz, pero fue imposible encontrar copias para exhibición pública.