Dora ve pasar los días en la soledad de su cocina-comedor. Ahí es donde atiende el teléfono fijo, ahí es donde mira televisión, ahí es donde cocina para su familia y para el hijo del encargado de su edificio, con el que comparte almuerzos y campeonatos de Burako. Hace unos años enviudó, su hijo está muy ocupado por el trabajo y no se entiende muy bien con su hija Marina, con la que se comunica en forma de reproches cruzados y silencios incómodos. Con la que se lleva un poco mejor es con su nieta, Carla, una adolescente que se escapa del colegio para comer con ella y contarle algunas de sus infidencias. Este es el universo creado por Martín Goldber para su obra Dora, un ingrediente especial, que se despide el lunes que viene de los escenarios porteños (ver apéndice al final de la nota).

Se acerca su fiesta de quince y Carla no quiere entrar con el vestido que le compró su mamá; no descarta entrar de traje y jugar con la fluidez de los géneros. A su madre, esto le parece una provocación inútil. Su abuela, en cambio, la escucha con una mezcla de curiosidad e inocencia. Se queda perpleja, por ejemplo, cuando su nieta le explica que ella es una mujer cis y heterosexual. “¿Hetero sensual?”, le responde mientras se ríe y condimenta sus comidas con un truco que no está dispuesta a compartir con nadie.

La obra está escrita desde la mirada del nieto que le perdona algunas cosas y le explica otras a su abuela. No hay una mirada “cancelatoria”.

Dora cuenta la historia de los encuentros y desencuentros entre tres generaciones de mujeres. A partir de pinceladas costumbristas, va construyendo un clima que invita a pensar sobre los vínculos familiares, los cuidados de la vejez, la identidad sexual y demás. “A mí lo que me gusta es eso: tomar algo cotidiano, hacerle zoom y entrar con la lupa en eso que se abre”, le cuenta Goldber al SOY mientras toma un café en un bar de Palermo en la víspera de un nuevo Rosh Hashaná.

La obra se estrenó en septiembre del año pasado y logró sostenerse en el ámbito del teatro independiente porteño, golpeado, como los demás sectores de la economía, por el ajuste en curso del gobierno nacional. Hace unas semanas, hicieron una función especial en el marco de la I Semana del Teatro y la Cocina Judía y el lunes próximo será su última función del año. Lxs lectorxs del SOY que quieran ir podrán hacerlo con un descuento especial.

De abuelas y salidas del closet

Martín Goldber tiene 32 años, es licenciado en Artes Dramáticas por la UNA y ahora está cursando una diplomatura en Dramaturgia en el Centro Cultural Paco Urondo, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Combina su trabajo de dramaturgo con el de actor, el de docente y el de productor; es uno de los integrantes de La Valentín Gómez que acompaña a Roberto Moldavsky en escena.

Al hablar del proceso de escritura de Dora, Goldber cuenta que la primera imagen que tuvo para pensar en esta obra apareció cuando se cruzó con una señora mayor que estaba en un teatro un poco perdida, luchando por dominar a su teléfono celular y esperando a alguien que no terminaba de llegar. Anotó esa escena en su bloc de notas del teléfono y unos días después empezó a escribir. Como bagaje del mundo de los adultos mayores tenía su experiencia como docente de teatro para jubilados en el club Hebraica y su propio vínculo con sus dos abuelas, Tina y Dora, claves para su vida y para su ficción también.

En la obra, hay una escena muy divertida en la que la abuela y la nieta se enredan con las palabras…

Martín Goldber: Sí, es cuando Carla le cuenta a su abuela que su mamá piensa que ella es lesbiana. “¿Lesbiana es gay?”, le pregunta la abuela, y entonces la nieta le explica. En ese momento, Dora quiere aflojar un poco a su nieta a la que ve angustiada y a la vez es cierto que no entiende el término.

Después se da un trabalenguas con la palabra heterosexual, que Dora pronuncia como “hetero sensual”...

MG: Claro, porque nunca había escuchado esa palabra (risas). Esta escena de la abuela con la nieta está basada en conversaciones que he tenido con mis abuelas cuando salí del closet hace más de diez años. Con una me costó mucho más que con la otra, le dije: “che, estoy saliendo con alguien pero bueno, nunca había hablado con vos de que soy gay”, y mi abuela Tina me dijo: “Martín, yo no tengo calle; tengo autopista; pero como vos no me contabas yo no te iba a preguntar nada”. En ese momento, estaba saliendo con mi primer novio y me pidió ver una foto. Le mostré y me dijo: “Ah, pero es más lindo que vos” (risas). Hace poco escribí sobre esto en Instagram cuando fue su cumpleaños de 90. Y con mi otra abuela, con mi bobe Dora que ahora tiene 95, me fue más difícil. Cuando le dije que soy gay y que para mí era importante que lo supiera, me respondió: “Está bien, para mí sos perfecto y lo que no me gusta… lo niego” (risas). Una variante de esa frase es “Lo que no quiero escuchar, no me lo digan”. Estas frases están en la obra.

Estas escenas de salida del closet con las abuelas tienen ya unos años, ¿cómo siguió todo después?

MG: Mi bobe ya se aflojó, tiene vínculo con mi novio, Nacho, y me pregunta cómo está, ¡hasta le teje gorritos de lana! El día que tuve esa charla con ella yo tendría 19, 20 años y me dijo: “Bueno, sos chico todavía” y ahora me pregunta si quiero tener hijos, ya estamos en otra fase de la conversación (risas).

Hay algo de ese diálogo intergeneracional que estuvo presente en tu vida y está también en la obra…

MG: Ahora no hay novelas en la tele, pero hace unos años estábamos mirando Cien días para enamorarse y mi bobe no entendía la historia del personaje trans que hacía Maite Lanata. Me acuerdo de que yo le expliqué que ella es una mujer cis porque se identifica con el género que le asignaron al nacer. “Ah. ¿ y vos qué sos?”, me respondió; le costaba entender que soy un hombre cis y gay. Me dio ternura el universo de categorías que se le abrió, porque me preguntaba desde un nivel de desconocimiento absoluto y con el desparpajo que le da hablar con su nieto.

Precisamente es esa mirada, la del nieto que le perdona cosas y le explica otras a su abuela, que está escrita la obra. No hay una mirada “cancelatoria”.

MG: No, no. Uno se da cuenta desde el lugar en que una persona dice lo que dice y puede ver si viene con un dejo de maldad o no. También es cierto que a veces uno no anda con ganas de andar educando. A veces uno tiene más paciencia y a veces le dice al otro: “Andá a leer y formate como persona solo”. El excluido no siempre tiene que ponerse en ese rol didáctico; con todo lo que viví no me tengo que poner en ese lugar.

¿A qué te referís con “todo lo que viví”? ¿Tuviste que atravesar situaciones de homofobia?

MG: A mis 16, 17, tenía un grupo de amigos del que me terminé distanciando porque no podía salir del closet con ellos. Con uno de ellos hablé siendo más grande y me dijo: “Si lo hablabas con nosotros, no te íbamos a entender porque no teníamos las herramientas”. En algunos de ese grupo se daban situaciones de bullying y mis amigos más cercanos, que no participaban de eso, al mismo tiempo no tenían las herramientas para desactivar lo que se armaba ahí. Por mucho tiempo estuve enojado con ellos por esta situación, ya no.

Goldber cuenta que está trabajando en la escritura de su próxima obra, en la que el foco estará puesto nuevamente en el océano fluctuante y vertiginoso de los vínculos. “Quiero partir de algo simple para abordar algo más complejo”, dice. Y completa la idea: “Hay tanta violencia y tanta habilitación al odio dando vueltas que tenemos que ser más amables con los otros porque no sabemos en la que están. Estamos todos muy efervecescentes y hay algo de volver a la empatía que me interesa”. A lo largo de la charla, menciona la importancia de desacelerarnos un poco, de hacer una cosa a la vez, de no vivir creyendo que todo es urgente y que no podemos soltar el celular por un rato. ¿El ingrediente especial para bajar un cambio y conectarnos un poco con nuestro sosiego estará en inspirarnos en el amor y la paciencia de las abuelas, en vivir el tiempo de una forma más similar a la que lo hacen ellas?

Dora, un ingrediente especial termina su temporada 2024 el próximo lunes 7 de octubre a las 20.30 en el Espacio Callejón (Humahuaca 3759, CABA). Como un regalo especial para lectores del SOY, aquellxs que manden mensajito al Instagram de la obra, @doralaobra, contando que leyeron esta nota, recibirán un código para obtener un 2x1.