Apenas cinco días antes de las multitudinarias movilizaciones por el país que tuvieron como epicentro simbólico a la Plaza del Congreso, Javier Milei pretendió vivir una experiencia similar en Parque Lezama. Ahí, el domingo, sus tropas libertarias organizaron el primer acto ya no como presidente, sino como líder espiritual del recientemente estrenado sello partidario de La Libertad Avanza. Un auténtico hecho político, como lo fue también la segunda marcha federal universitaria en defensa de las universidades públicas que el gobierno y sus aliados demonizan para desfinanciar.

Para alcanzar el nirvana de la épica popular, Milei no hizo nada distinto a lo que él define como casta y dice despreciar: movilización de gente en micros, banderas con consignas políticas, incluso cortes de calle. Sus influencers más reaccionarios convocaron desde las redes sociales y hasta se filmaron encabezando la procesión hacia la plaza de San Telmo. El resultado, sin embargo, fue distinto al que esa dinámica estila conseguir: apenas cinco mil personas en el anfiteatro del Parque Lezama, un lugar casi residual dentro de un predio enorme.

Foto: Alejandra Morasano

Foto: Alejandra Morasano

Por todo eso es entendible el resentimiento que generó la movilización de ayer en todo el país: Milei detesta algo que envidia. Desearía cantar Panic show en Plaza de Mayo ante una multitud de pibes vitoreándolo, pero se tuvo que conformar con hacer el ridículo en una placita semivacía. Su mesianismo tántrico sublima ambiciones delicadas y frustraciones espesas. Y la educación universitaria pública, que reúne casi 60 casas de estudios en todo el país, aparece nuevamente como un bastión de oposición en la calle, territorio por el momento esquivo a las supersticiones de las fuerzas del cielo. "No cederá ante el espectáculo mediático", dijeron por él en un comunicado de la Oficina del Presidente. Esa fue la definición oficial sobre lo que pasó en las calles de Argentina durante el miércoles.

Es difícil entender dónde está el piso de la sensibilidad del Presidente. Dónde es que se dobla ante la evidencia. Para una persona con una vida social bastante especial -no tiene amigos, odia a los padres, invoca un perro que ya no está- quizás sea difícil dimensionar lo que sucedió en la tarde de ayer. Milei conecta con la abstracción de la socialmedia, sus publicaciones desembozadas, la interacción en redes y el trending topic, más el baño María de la trinchera de influencers y trolls que a cada rato le dicen que la ven, que eso es exactamente lo que votaron.

La movilización universitaria tuvo tanta o más gente que la del 23 de abril. Sin el factor sorpresa de la primera, que logró un alcance por encima de lo imaginado, aunque con una gran expansión por el país: las acciones masivas se multiplicaron en Córdoba, Rosario, La Plata, Mar del Plata, Mendoza, San Juan, Salta, Tucumán, Neuquén y Bariloche, entre otros. La congregación en Plaza del Congreso, en tanto, fue otra muestra de músculo popular en la ciudad central. La universidad pública argentina, aún con mucho por mejorar (algo que no debiera ser difícil para quien se promocionó como "especialista en crecimiento con o sin dinero"), irrumpe otra vez como último tapón de resistencia al ducto cloacal.

Foto: Alejandra Morasano

Foto: Alejandra Morasano

Es interesante cómo, en tiempos de vínculos sociales tan mediados por dispositivos, aún siguen estando a mano herramientas analógicas de expresión popular: la calle, sin más. Naturalmente muchos espacios y organizaciones no estrictamente educativas tomaron nota de la marcha de abril y se aquerenciaron una presencia más visible en este segundo round. Sin embargo, lo que más obturó ese ambiente de espontaneidad que tuvo la primera movilización fue el operativo policial que tabicó los accesos a Plaza del Congreso. Hubo una premeditada acción para obstaculizar ese drenaje de gente, especialmente la inorgánica que quizás no acostumbra a esta clase de eventos y se intimida ante estos extraños imprevistos.

Nada de eso, de todos modos, logró invalidar la nobleza de una expresión multitudinaria y pacífica. Y eminentemente joven, porque más allá de los docentes y las universidades también estaban centenas de miles de alumnos tomando por propia una bandera perfectible pero incuestionable: la concreta posibilidad de acceder a nuevos conocimientos sin que sea el mercado quien lo determine. Algo que no se explica ni en un archivo Excel ni en los argumentos del equilibrio fiscal que Milei invoca para el aplauso de sus bots.

Foto: Alejandra Morasano
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