La civilización se basa en la palabra, pero la convivencia, esencia de la civilización, se basa en el silencio. Se habla poco de la banalización de la violencia y de la muerte. Esa banalización que adquiere su dimensión más fulminante en una de sus pulsiones: la pulsión de matar. No piensen que en el mal y su banalidad se ocultan criaturas excepcionalmente anormales. Hasta en el mal más infame se puede cobijar la estructura mental de un ser normal y banal.