¿Clase pasiva? Sí, así denomina el capitalismo agresivo a las personas que atraviesan algo más que la mitad de su vida. Como si se tratara de seres sin movimiento, sin talento, sin creatividad -y los más estigmatizante- sin productividad.

Pero, así como Zenón de Elea había negado que existiera el movimiento y un interlocutor caminó mientras enunciaba: “el movimiento se demuestra andando”, existe una contemporánea nuestra que también refuta a Zenón, pero no solo caminando con elegancia por el largo sendero bordeado de flores y helechos en su colorida y alegre vivienda, sino también bailando, saltando y hasta produciendo sensación de flotar mientras acaricia con sus pies el piso del escenario.

Se trata de Margarita Bali, la investigadora de las ciencias naturales devenida eximia bailarina y coreógrafa. Encanta con sus estilizados movimientos a quienes la ven desplazarse por la escena y, de pronto, por la magia de la videodanza (que ella misma diseña y compone) enriquece sus presentaciones con multitudes de bailarinas y bailarines interactuando desde el video. Tiene ochenta y un años de edad y va dibujando sus escenografías no solo con sus videos sino con su propio cuerpo en movimiento.

Estuve en su casa de ensueño esforzándome por realizar una entrevista sin repetir las preguntas que frecuentemente le han hecho a lo largo de su glamorosa carrera. No lo logré del todo, porque hay ciertas características de su singular derrotero que no se pueden eludir y, son tan estimulantes, que se disfruta volver a escucharlas.

Litvak y Bali vienen pensando en este espectáculo desde la pandemia, y en función de aquello que pasa con los bailarines cuando pasan los 40 años. 
 
 

Lo estético es político

Le pregunto a Margarita:

¿Estarías de acuerdo con hacer una torsión conceptual que uniera el enunciado surgido desde los feminismos “el cuerpo es político” y la proposición “el baile es político”?

Lo reflexiona serenamente y me contesta:

--Nunca lo pensé de esa manera. En los años sesenta yo vivía en Estados Unidos. De modo que estoy embebida en una sociedad que se movilizó en todos los sentidos. El movimiento hippie, que se inició en Berkeley, lo presencié en vivo y en directo, aunque de forma parcial, porque era estudiante en la Universidad de California haciendo una carrera científica muy exigente, además del esfuerzo de expresarme en otro idioma. Y cuando salía a la calle veía a las chicas con el pelo largo, las sandalias, las flores -el flower power- la liberación sexual. Yo era una joven formal: trajecito, zapatos con taquitos, cabello recogido, pero fui penetrando en ese mundo de cambios. Vi a Janis Joplin cantando, en fin, me sumergí en esa nueva realidad, pero, a pesar del empuje de los movimientos feministas, no me sentí feminista.

Sin embargo, tu actitud representa un empoderamiento como mujer (de mediados del siglo XX) tanto cuando decidís irte del país para perfeccionar tu proyecto científico, máxime en aquello años en los que las mujeres independientes eran mal vistas, como cuando comenzás tu carrera artística a los veinte y dos años a pesar de que ya estabas avanzada en tu carrera científica, la abondonás siendo doctoranda para entregarte a bailar y coreografiar. Eso reafirmar tu poder como mujer. Eso es político.

--No se me ocurrió pensarlo así.

Ahora bien, haciendo un repaso de tu vida. ¿No crees que, así como el baile te transformó a vos, tus enseñanzas y puestas en escena producen efectos existenciales en tus alumnas y público en general?

--Sí, es impresionante lo que se produce en el alumnado. Sobre todo, después de haber cursado años en mi escuela donde se complementa la danza con el video, el teatro y otras disciplinas se perciben cambios. Hoy mis ex alumnas tienen entre cincuenta y sesenta y cinco años, y -poco a poco- todas están viniendo a mis espectáculos. No lo pueden creer. Ellas consideraban que ya a cierta edad se terminaba la posibilidad de seguir con su carrera artística. Pero me ven a mí y dicen “¡ah!, ¡esto puede seguir!”

Esos son efectos políticos. No me refiero a políticas partidarias, sino a lo político como la capacidad de lograr no solo que las personas se mantengan en la existencia sino también que tengan la potencia de conseguir una vida mejor. Incluso tenés ex alumnas que creyeron que su vida había tocado un techo, pero luego de verte en acción, se plantean: “pero si Margarita puede, yo también tengo la posibilidad”. Mientras hay vida y deseo de realización se vive jovialmente a cualquier edad.

--Así es, es lo que ocurre con mis alumnas, con quienes disfrutan de mis creaciones y conmigo misma. Siento que se producen efectos positivos y lo más apasionante es que estoy llena de proyectos. No terminé de configurar una obra y ya se me ocurren ideas para la siguiente. Es como una usina de productividad.

Este eje del poder de la creatividad era una de las perspectivas principales que se me ocurrían cuando veía tus refinados desplazamientos escénicos potenciados por la fuerza de la videodanza. El otro tiene que ver con la edad. También yo soy octogenaria y te confieso que sentí sana envidia cuando vi la prestancia con que levantás tus piernas hasta alturas impensables para adultas mayores. Ahí hay mucha potencia de tu parte, conatus le decimos en filosofía. ¿Sentís en tu cuerpo esa potencia? Porque sabido es que mucha gente a nuestra edad se pasa el día viendo televisión o algo por el estilo.

--Ocurre que como yo no paré nunca ni me pasa por la cabeza dejar de crear. Tan pronto como veo que un proyecto tomó forma real ya se me está ocurriendo otras figuras y otras realizaciones. Me van surgiendo ideas. Además, estoy en tratativas con el CCK para hacer algo en la sala inmersiva. Me resulta difícil pensar en una pasividad porque siempre invento algo. Por ejemplo, a principios de este año filmé con bailarines en Uruguay en un barco abandonado, en el agua y en unas dunas increíbles. Está el material filmado, ahora lo tengo que editar mientras estoy poniendo en escena Juego del tiempo, en el Teatro Nacional Cervantes. Siempre hay encuentro con personas e ideas para seguir trabajando.

¿Sólo se te acerca gente de la danza para transmitirte sus sensaciones al verte bailar?

--Hay personas que nunca me habían visto bailar y se me acercan desde otras perspectivas. No saben quién soy ni yo sé quiénes son y me abrazan, se emocionan, no pueden creer que alguien de mi edad lleve adelante esa coreografía. Alguien de su misma edad haciendo cosas que no se les hubiera ni ocurrido que se pueden llevar a cabo, eso alienta, otorga fuerza para seguir.

Hasta tus veintidós años te formaste como académica de las ciencias duras. ¿Cómo ocurrió la metamorfosis de científica a bailarina? ¿Crees que ese pasado científico influyó en tus creaciones artísticas?

--Estaba embaraza de mi hija y deseaba estar con mi niña, aunque también me invadió el deseo de retomar la danza (que había practicado anteriormente). Así que, a pesar de que estaba cursando mi doctorado, lo dejé, y me entregué a la pasión de bailar. Y, sí, en mis primeras creaciones aparecían semblanzas de la naturaleza que provenía de aquel pasado de rigor académico: el agua, las olas, los astros, en fin, lo natural.

Esther Díaz y Margarita Bali en el teatro Nacional Cervantes, antes de que la bailarina salga a escena con su espectáculo. 
 

 

Caleidoscopio danzante

El estimulante clima que se creó en esta entrevista realizada en un pequeño teatro-sala de ensayo en la cálida casa de Margarita Bali propició que el tiempo volara sin darnos cuenta. Así que muchas bellas palabras de la talentosa artista, por esta vez, “quedarán en el tintero”.

Margarita me comenta que las creaciones con videos las incorporó casi veinte años después de su entrega incondicional a la danza. Siempre el eje conductor de sus trabajos es su cuerpo y otros cuerpos en movimiento. Recuerda una obra que hizo con Susana Tambutti que evoca dos pájaros que dialogan con sus cuerpos. Después hizo otra creación para el Teatro San Martín que se llamó Biósfera (1977). Escenifica un desarrollo desde los primeros átomos y las primeras algas hasta la llegada de un ser humano al espacio exterior. Con estos ejemplos -y muchos más- ilustra la impronta que las ciencias naturales dejaron en su obra.

Pero el desprendimiento de la ciencia no fue abrupto. Había cursado un año de posgrado y aprobado los exámenes para el doctorado propiamente dicho, cuando quedó embarazada y solicitó una especie de año sabático con la idea de volver. Fue el año de la epifanía del arte en su vida. Se le abrió un mundo diferente y apasionante, hizo danza, escultura e incursiones en diferentes géneros artísticos que le divertían mucho más que la biología. Aunque resulta evidente que la ciencia la siguió marcando.

En 2012 ganó el segundo premio Gyula Kosice con su video instalación “Homo Ludens Intergaláctico”, en el que no solamente profundiza las líneas estético científicas del artista cientificista, sino que introduce figuras femeninas en la recreación galáctica. La ciudad hidroespacial de Kosice está habitada por figuras varoniles. Margarita, como si fuese una pequeña diosa, les dijo a los hombrecitos de esa ciudad ¡levántense y anden! y los impulsó a bailar, flotar y volar. Los arrancó de la inmovilidad. También le agregó el elemento mujer, que no se hace explícito en la obra de Kosice, pero que en las coreografías de Bali aparece rutilante. Varones y mujeres bailando entre las esferas celeste.

Dice Margarita que sus obras inspiradas en Kosice son un viaje por el espacio astral en el que los cuerpos humanos son libres, despojados de trajes de astronautas, deslizándose por los fantásticos elementos corpóreos en el fluido y colorido entorno escenográfico que ofrecen las galaxias. La obra se exhibió en el Planetario de la Ciudad (cúpula central y sala de exposición). Representa una inmersión total en lo intergaláctico que la atrapó poderosamente tanto desde lo científico como desde lo estético.

Actualmente Bali coreografía y baila fragmentos de sus numerosas creaciones que, ensambladas con maestría, constituyen una obra en sí misma. En Juego del tiempo desfilan escenas de algunas de sus múltiples creaciones tan abundantes como logradas. También ahí aparece su homenaje a Kosice, además de obras de allá lejos y hace tiempo. Bali esboza y realiza proyectos que lejos de disminuir van creciendo junto con su edad. No se baja del escenario ni de la creación. Su vida es una alternancia entre poner el cuerpo y seguir creando.

Su grácil figura parece perderse en las dimensiones del escenario. Pero de pronto, sigue danzando con las figuras proyectadas y captadas para siempre tecnológicamente. He ahí el caleidoscopio danzante. El escenario derrocha potencia.

Concluimos este rápido paneo por su extensa y exitosa carrera con sus propias palabras respecto de su “obra galáxica”, que es solo una expresión más de sus coloridas creaciones: “las escenas pasan fantasiosamente por diversos fenómenos astronómicos comenzando por la fusión de dos galaxias espiraladas, vientos solares, sistemas elípticos, planetas, satélites, nebulosas, gases estelares, meteoritos y, finalmente, un símil escénico de un agujero negro que absorbe materia y expele energía, generando en su entorno una nueva estrella en el espacio sideral”.

Es hora de separarnos. Le agradezco a Margarita su tiempo y sus conceptos y me voy a paso lento por las callecitas de Buenos Aires como abrazando un hallazgo entre tantos que me dejaron sus palabras. Ella, que confiesa no sentirse feminista, incluye mujeres en sus interpretaciones de la obra de Gyula Kosice, que las había excluido de sus espacios estéticos.

Juego del tiempo: jueves a domingo a las 18 horas hasta el 27 de octubre. Entredas por Alternativa o en la boletería del Teatro Nacional Cervantes: Libertad 815, CABA.