En estas últimas semanas el fuego volvió a ser un protagonista temerario en la Argentina. ¿Inconsciencia o intencionalidad? La cuestión es que las cenizas provenientes de Brasil, Bolivia y Paraguay se sumaron a nuevos incendios en el Valle de Punilla, prendiendo también las alarmas de Rosario, donde ya se registraron focos ígneos en el corazón de los humedales. Agreguemos a esta postal fatídica una bajante del río Paraná que vuelve a resultar perturbadora, obligando a repensar las tomas de agua para la ciudad. Y como cereza del postre, el ingreso del evento climático de La Niña, ciclo caracterizado por una marcada ausencia de lluvias. ¿Cuánto de humano hay en todo esto?

Durante el gobierno de Milei, los recursos que destina el Tesoro Nacional al Fondo Nacional del Manejo del Fuego han sido congelados en términos nominales y su ejecución resultó magra para el primer semestre del año, según afirma el reciente estudio “Agudizar el extractivismo: el ajuste sobre el ambiente en un marco de reformas estructurales del Estado”, elaborado por la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN). Lo ejecutado representa apenas el 26,7% del presupuesto vigente para Manejo del Fuego y Servicio Nacional de Manejo del Fuego. Por su parte, el Fondo Nacional para el Enriquecimiento y la Conservación de los Bosques Nativos recibió, en el primer semestre, 18 veces menos de lo que debería según la Ley Nº26.331.

Enrique Leff, economista y sociólogo mexicano, aseguraba hace poco en una conferencia que, por primera vez, la vida en nuestro planeta puede resultar destruida, ya no por un cataclismo, el cimbronazo de algún meteorito que impacta contra la Tierra o la acción de un súper volcán oscureciendo nuestros días. No señor: el mundo viviente, tal cual lo conocemos, puede colapsar por la acción de los seres humanos. La responsable es la especie sapiens que se caracteriza por pensar y a la que Dios le ordenó “dominarás la tierra”.

Me viene a la memoria la advertencia que hace el coronel Slade, protagonizado por Al Pacino, al Consejo Escolar de un prestigioso colegio, en la película Perfume de mujer: “Si en esta escuela hay una cuna de líderes, tengan cuidado con qué clases de líderes están generando”, reclama el coronel, aludiendo a la integridad. 

En tiempos en que la cultura neoliberal, con su lógica extractivista, avanza de manera predatoria sobre una naturaleza que es vista solo como recurso, ¿qué hacen nuestros líderes?

El “recurso natural” es el argumento economicista de quien prioriza el negocio sin considerar las consecuencias de alterar equilibrios y destruir ecosistemas para convertirlos en superficies “productivas”. ¿Qué costos tendrá para nuestro futuro rellenar humedales en pos de construir arriba barrios privados como Nordelta?

El presidente despliega una política ambiental negacionista, achicando el Estado y subejecutando partidas de programas que en estos días resultarían vitales para combatir el fuego. Las políticas reduccionistas nos arrojan dramáticamente a las llamas.

¿Hacia dónde vamos cuando Milei se jacta de que “los ríos no son de nadie”? Y pareciera que los bosques tampoco son de nadie. Para el presidente, la naturaleza no es un sujeto de derechos. La idea de bien común no figura en su vocabulario. A principios de año, dos de los helicópteros que se usaban para mitigar las llamas producidas por los incendios forestales, fueron “donados” al gobierno ucraniano para su guerra. ¡Como si nos sobrara la plata!

Cuán desamparada queda la Argentina y la naturaleza que la habita, frente a un presidente que se desentiende de los acuerdos internacionales de protección ambiental y legitima la máquina destructiva de la guerra.

*Psicólogo rosarino y autor del nuevo libro Los príncipes azules destiñen: supervivencia masculina en tiempos de deconstrucción (Galáctica Ediciones 2023) y de la nouvelle juvenil El viaje de Camila.