Fue un juicio intenso. En tres días se condenó a una comunidad, acusada de “usurpar” su propio territorio. En esos días también hubo un fallo similar contra la comunidad de la Lof Quemquemtrew, donde fue asesinado en 2021 el joven Mapuche Elías Garay. Un mapa de las intervenciones del poder judicial contra el pueblo Mapuche, en la Patagonia rebelde, daría cuenta de los modos en que continúan las políticas genocidas de la “Campaña al Desierto”, en el territorio mapuche reconocido como Argentina, o de la “Pacificación de la Araucanía”, en el territorio mapuche reconocido como Chile.

La sólida defensa realizada por la Gremial de Abogados y Abogadas, permitió denunciar el racismo que atravesó el proceso represivo y luego el judicial que vanamente lo intenta legitimar. Señala Laura Tafettani, abogada de la comunidad: “La sentencia de algún modo ratifica cómo empezó la causa, con un desalojo, con un Peñi (hermano), Rafita Nahuel, asesinado, y con dos Lagmien (hermanas/os) heridos que son Gonzalo Coña y Joana Colhuan. Hay una voluntad del Estado de no reconocimiento de las comunidades de pueblos originarios, una persecución digna de una segunda “Campaña al Desierto". El sufrimiento al que se sometió a las Lagmien, que estuvieron en el primer desalojo encarceladas todo un día con sus niños, el absoluto irrespeto a toda la normativa internacional que existe en relación a género, a niñez, a pueblos originarios, todos sectores vulnerables, que frente a la razón de Estado, que es el negocio, el extractivismo, el negocio turístico, las grandes empresas, la extranjerización de las tierras, obviamente que no es tenida en cuenta”.

En la primer jornada del juicio, la Machi Betiana Colhuan fue sobreseída debido a que era menor de edad en el momento en que la comunidad realizó la recuperación del territorio sagrado en el que se encontraba el Rewe, y por eso el supuesto delito cometido había prescripto. Sin embargo, el resto de las mujeres mapuche y el peñi, fueron condenados en un juicio viciado de racismo, supremacismo, machismo, y violencia colonial. Fueron imputados por usurpación de un predio de 7 hectáreas del Parque Nacional Nahuel Huapi, en la zona del lago Mascardi en noviembre de 2017. Las audiencias, realizadas en el Escuadrón 34 de Gendarmería Nacional, en medio de un fuerte operativo de seguridad, estuvieron cargadas de falsedades, contradicciones y expresiones brutalmente racistas en boca de los testigos acusadores, de la representación de Parques Nacionales (querellante), de la Fiscalía y del juez Hugo Greca.

La Machi Betiana Colhuan controlada para entrar al local de la Gendarmería.

La Machi Betiana, si bien no pudo intervenir como testigo de los hechos, como había pedido la defensa, lo hizo como “amicus curiae”, amiga del tribunal, para explicar algunos elementos de la cosmovisión mapuche, que fundamentaron la recuperación del territorio: “Mi nombre es Betiana. Me reconozco como mapuche, ésa es mi identidad. Cumplo el rol de Machi, de guía espiritual, pero también soy la que lleva adelante la salud física y espiritual de mi comunidad y de mi pueblo. Atiendo a pacientes mapuche, doy medicina, lawen. Cumplo un rol que en este lado de la cordillera se había terminado. Los machi oficiales fueron encarcelados, murieron, y lamentablemente es parte de una historia que nos atraviesa como pueblo preexistente, originario, como pueblo mapuche, historia que reconozco como parte de la historia de la creación de esta nación argentina, que está manchada de sangre de los pueblos originarios. Mis abuelos, mis abuelas, resistieron como pudieron, mantuvieron su idioma, su cultura. Algunos mapuche, algunas comunidades resistieron más, otras menos, otros perdieron su cosmovisión, su cultura, su idioma. En esta comunidad, esta gran familia mapuche que somos, -porque lagmien es hermanos en nuestro idioma, todos somos hermanos, todos somos hijos de la tierra-, hay un proceso de fortalecimiento espiritual y el levantamiento de un Rewe. Una Machi que llegó a la orilla del lago conocido como Mascardi, la machi Teresa Painequeo Iem, hizo una ceremonia en la comunidad Wilitray. Fue una ceremonia que se hizo antes de que yo naciera y en la que fue partícipe mi mamá. Nosotros conocíamos a miembros de esa comunidad, también venimos militando y participando. Yo me crié, crecí en Kamarikún, en NguiIlatún, en ceremonias de distintas comunidades de fortalecimiento de mi pueblo. Con esa base me formé como Machi.”

Distintos modos de conocer el mundo y de sentirlo

La intervención de la Machi Betiana, y de las otras lagmien Mapuche, permitió acercarse –a quienes podían escuchar sin prejuicios- a saberes que no se enseñan en las Universidades –aun en la Universidad Pública a la que defendemos-, y que bien tendrían que poder conocerse y respetarse, como expresiones de los diversos saberes de los pueblos. 

Explicó la Machi Betiana dirigiéndose al Juez Hugo Greca: “Así como en esta sociedad occidental, cada persona forma lo que va a hacer de su vida, como usted, juez… ¿no? se formó para su trabajo que tiene hoy, yo también me formé para ser Machi. Estudié durante más de seis años este rol, me formé con conocimientos mapuche, de medicina y como persona, como mujer. Hoy soy madre y tengo un vínculo, al igual que mis hijos y nosotros como mapuche, con el territorio. Yo me crié, crecí en ese espacio. En ese territorio nosotros visitábamos, porque ahí era cuidador el que era mi abuelo, y toda su vida cuidó ese espacio. Yo crecí teniendo un vínculo con ese lago, con esa montaña. Hablando de personas, no había nadie viviendo ahí.” 

Continuó su explicación: “Cada comunidad tiene su Rewe, su lugar espiritual, donde tiene un vínculo con sus antepasados y con el territorio. En específico este Rewe tiene la característica de ser un Rewe de Machi, con un rol de medicina, donde se vincula la medicina y la salud de las personas, de mis pacientes. En ese territorio también hay un vínculo con nuestros hijos, porque ahí yo parí a mi hijo, ahí dejé la placenta de mi hijo. Es un territorio que me vio crecer, y con el que tengo un vínculo sagrado y espiritual que va con nuestra cosmovisión, con nuestra cultura”.

Luciana Jaramillo, otra de las mujeres mapuche juzgadas, recordó la historia de la que viene su pueblo: “Nosotros como mapuche somos el resultado de una invasión sobre nuestro territorio, algo histórico, que necesitamos traer a la memoria de toda la gente, porque parece que a veces no se entiende. De hecho está en la Constitución la preexistencia de los pueblos originarios. Hay muchas cosas escritas, el Convenio 169 de la OIT... pero muchas de esas cosas no se cumplen ni se respetan al momento de que nos tienen a nosotros sentados en el banquillo de los acusados, como es actualmente. Desde que nosotros fuimos arrancados de los diferentes territorios, estamos sufriendo una enfermedad por estar lejos de nuestra mapu, de nuestra tierra. Entonces necesitamos volver a unirnos, a vincularnos con las mapus de los diferentes territorios. Hoy día nuestro territorio está dividido por una frontera impuesta. Hoy nos llaman mapuche argentino, mapuche chileno, o directamente a nosotros nos dicen que venimos de Chile. Nosotros somos un pueblo preexistente a los estados, que siempre ha estado aquí. Y eso viene en la memoria histórica de nuestra gente. Por lo mismo, nosotros entendemos que no somos dueños del territorio sino somos parte de esta naturaleza”.

La historia de persecusión del pueblo mapuche en primera persona

Por su parte Romina Rosas sostuvo, desde su testimonio en primera persona: “Mi bisabuelo fue despojado de su territorio. El bisabuelo hablaba en mapudungún, nos cantaba, nunca tuvimos eso lejos. Lo que sí tuvimos lejos fue la necesidad espiritual, vivir en comunidad. Entonces, de grande yo me acerqué buscando ese conocimiento. Una ley fundamental que tenemos como Mapuche es tener territorio, vivir en comunidad, tener una vida como fue antes, en donde hay respeto, donde hay mucho amor, donde hay mucho trabajo. Nunca el pueblo Mapuche invadió otro territorio, otro mundo, nunca en la historia, y somos milenarios. Nosotros estamos atravesados por la Campaña del Desierto y del otro lado de Chile le llamaron la Pacificación de la Araucanía. La historia está escrita, de cómo vinieron a empujarnos de nuestro territorio. Están los museos llenos de cráneos, huesos, piel humana, de niños. Nosotros no somos violentos, no somos terroristas, somos Mapuche. Y queremos que el Estado reconozca todo este atropello que están haciendo hoy con la Machi Betiana, y con toda su comunidad, con todo el pueblo Mapuche que la sostenemos. Nosotros no nos sentimos respetados, no nos sentimos en igualdad de condiciones, ni siquiera en un juicio. Solo recibimos violencia, recibimos mentira, mucho racismo, mucha discriminación, como nos han hecho sentir todo este tiempo. Pero bueno, nosotros tenemos algo para decir, muy importante, que es que traemos una Machi que se está levantando, que ya se levantó en este pueblo Mapuche. Nosotros vamos a volver al Rewe de la Machi. Y con la sangre que Rafael Nahuel derramó en ese territorio, ese territorio nos protege a nosotros”.

Los testimonios de Luciana Jaramillo, de María Nahuel, de Aylen Tapia, de Romina Rosas, fueron dando elementos de la violencia brutal con la que se procedió al desalojo, siendo golpeadas ellas y sus niñas y niños, con insultos, violencias como hacer comer tierra a la Machi, gritándole que ahí podía tragar la tierra mapuche, y otras brutalidades semejantes.

En una carta dirigida al juez Greca, firmada por comunidades y amigxs de la Lof Winkul Mapu se dice: “Ayer fuimos muchas y muchos los que tuvimos que presenciar impotentes cómo usted se comunicó con un grado de violencia institucional inusual para un Tribunal Federal, donde, se sabe, abundan los buenos modos para siempre dar malas noticias, contra nuestra preciada Pillan Cushe Maria Nahuel, tía de Rafael Nahuel Iem, weichafe abatido en estos mismos sucesos que hoy también se ventilan y madre de Betiana Nahuel. “

Fue conmovedor el testimonio de María Nahuel, mamá de la Machi. Después de recordar las violencias sufridas en toda su vida, explicó la crueldad con la que se realizó el operativo de desalojo. “Nosotros no somos delincuentes. Yo, María Nahuel, no soy delincuente. Si bien ahora me toca vivir del Estado, porque estoy discapacitada, toda mi vida trabajé, desde los 12 años. Nunca le pedí nada a nadie. A los 12 años, cuando no estaba prohibido que trabaje el menor, trabajé en hoteles, desayunos, como limpia platos. Nunca me mantuvo el Estado hasta hoy, que por la muerte de mi sobrino Rafael Nahuel Iem, me dieron tres ACV. Después de eso me dijeron que no podía volver a trabajar, porque me agarraron convulsiones. Cuando fue el desalojo, fue muy lamentable todo lo que tuvimos que pasar. Vi como uno de Prefectura o de Gendarmería, levantó a mi nieto como un trofeo, mientras a mí me tenían en el piso, y a mi nieto Oscar, que hoy ya es grandecito, con un machete le golpearon en la carpa. Casi matan a mi nieto. Uno de los pichis lo alcanzó a sacar a la rastra, porque si no, mi nieto no estaría. Todo eso sucedió en la represión del desalojo. Entraron a los tiros, y la fiscal sabía que había niños. Nosotros solamente pedíamos levantar a nuestra Machi, y vivir como tenemos que vivir, como mapuche. Rafita Nahuel quería vivir, porque está muy contaminada la ciudad. En un segundo le quitaron la vida, y no estaba ni en pedo, ni drogado. Le llegó una bala por atrás. A mi hija Johana, a Coña, los hirieron. Fue muy lamentable la pérdida de mi sobrino, pero pudieron haber sido tres asesinatos.”

La carta de las comunidades y amigos finaliza: “Usted dictará una sentencia. Sin embargo se irá sabiendo que cuando este Tribunal sea tragado y compostado por la tierra, el rewe de Lafken Winkul Mapu Mapu, seguirá llamando a su gente a la defensa, y verán brotar mapuche como flores, de abajo de las piedras y del asfalto, asegurando la multiplicación nuestra cultura y fortaleciendo nuestra espiritualidad.”

En el final del alegato de la defensa, decía Eduardo Soares, presidente de la Gremial de Abogadas y Abogados: “Cuando un conflicto territorial se pretende resolver con el código Penal estamos jodidos”, “el código Penal es un código de violencia; no deja alternativa, reduce la posibilidad de negociación, de conciliación, de diálogo y de gestión. Los hijos de estas lagmien, si usted falla en contra, ¿qué harán? Sus niños y niñas, igual que los niños y niñas palestinos, salvo que maten al último niño, la guerra va a seguir. Y salvo que maten al último niño, Mapuche, ellos y ellas volverán a su territorio, al Rewe, y seguirán denunciando a quienes pretenden desaparecerlos”.

Efectivamente, no se puede matar a un pueblo. Mucho menos cuando este pueblo está de pie, cuando sus mujeres y sus niños y niñas crecen en complicidad con el territorio, en resistencia por su identidad, su cultura, y su dignidad.