Recuerdo que en el año 1978, cuando intenté hacer una monografía sobre la sociología, vaya tema vasto y amplio y vaya mi audacia de novato en el estudio de las ciencias sociales encontré en varios libros cuyo autores no es preciso citar ahora definiciones marcaban la diferencia en esos manuales de los términos, masa, multitud y muchedumbre.
Con los años y no precisamente leyendo en las bibliotecas fui comprendiendo el contraste real entre estos tres términos, aprendí en la universidad de la calle y en la lucha social.
De los años de plomo de la dictadura militar tengo muy presente el recuerdo de las reducidas movilizaciones estudiantiles contra el arancelamiento de los estudios universitarios, hablo de los años 1980 y 1981, la movilizaciones que fueron creciendo en número en el devenir de los años y ya en el declive del régimen despótico
Eramos una muchedumbre circulando por las calles céntricas de Rosario, buscando visibilizar nuestra protesta, concentración frente un diario o una emisora de radio y no mucho más que eso, desafiando la estricta prohibición de reunión pública establecida por el Estado de sitio, esto venía del gobierno depuesto.
Pocos días antes del desembarco militar en las Islas Malvinas, más precisamente el 30 de marzo de 1982 una inmensas multitudes en algunas ciudades como Buenos Aires y Mendoza que fueron reprimidas ferozmente, esas marchas expresaba sin dobleces el repudio generalizado contra la dictadura, el hartazgo de la gran parte de población.
Miles de personas salimos a decir basta de opresión y escarnio en ese día.
Durante la Guerra de Malvinas desde el inicio hubo masas que salieron a apoyar la aventura bélica portando banderas de algún modo legitimaron durante un tiempo a las juntas genocidas hasta mediados junio de 1982 cuando las tropas del Estado argentino que habían perpetrado el genocidio se rindieron ante las fuerzas armadas británicas.
El tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos como cantaba Pablo Milanés pero no por eso somos en el presente menos batalladores.
Cada miércoles grupos de mujeres y hombres jubilados enfrentan con coraje y heroísmo los garrotes y gases policiales.
El gobierno despliega frente al Congreso de la Nación operativos mayúsculos de obscena represión frente a personas desarmadas que reclaman dignamente lo que les corresponde por haber estado obligados a vender su fuerza de trabajo.
Las marchas que en defensa de la educación pública se llevaron a cabo en diversas ciudades y localidades de la región argentina el miércoles 2 de octubre son muy importantes no solo en términos cuantitativos. Un millón de seres humanos expresamos nuestro contundente repudio a las políticas gubernamentales liberticidas.
Estas marchas, son fundamentales en términos cualitativos por lo variopinto de los sujetos que participan: estudiantes secundarios y universitarios, docentes, jubilados, trabajadores precarizados o sin empleo y hasta personas en situación de calle.
Estas marchas son una clara aunque germinal expresión de resistencia.
En efecto, es saludable este despertar en medio de las tinieblas en la que nos sumergen.
Como señaló Elías Canetti en su libro Masa y poder como desde la prehistoria el apoyo mutuo y la pérdida del miedo al contacto con otros y otras en una noble labor común nos constituyen como personas libres.
Me dijo ayer una estudiante con la que compartí clases de sociología en la Universidad Pública: “Profe, estamos luchando juntos, estamos construyendo contra hegemonía”.
Carlos A. Solero