“Somos muy parecidas”, le dice la noruega Helene Flood a la sueca Stina Jackson, dos escritoras de la corriente del “noir nórdico”, una clasificación que las incomoda, una etiqueta que no representa el mundo de las dos novelas que cada una ha publicado: La psicóloga y La comunidad y Carretera de Plata y La mujer de Ödesmark. Las dos autoras comparten algunas obsesiones vinculadas con el hecho de que el mayor temor, el miedo más radical, lo encuentran poniendo el foco en la familia o en las personas cercanas, como si el mal o la violencia estuvieran incubándose puertas adentro, como si el enemigo durmiera en la misma cama. No frecuentan las aguas turbias de los asesinos seriales o los psicópatas. Flood y Jackson, que visitaron por primera vez Argentina y conversaron el viernes por la tarde en el festival literario Semana Negra BA, prefieren explorar la oscuridad familiar con una proximidad que provoca un vértigo difícil de digerir.
Dos escritoras nórdicas sueltas en Buenos Aires podría ser el título de la saga negra que las convoca. Apenas aterrizaron en Ezeiza, rumbearon para la librería El Ateneo Gran Splendid, tomaron fotos y las subieron a sus cuentas en Instagram. Las dos leyeron a Borges tempranamente y quedaron maravilladas. Flood, que nació en Oslo en 1982, publicó su primera novela La psicóloga en 2019, un libro que pronto se convirtió en un fenómeno con los derechos vendidos a 28 países. La escritora noruega, que es psicóloga y se doctoró en 2016 con una tesis sobre la violencia, la revictimización y la culpa postraumática, utiliza una primera persona “inestable”, en el sentido que genera en los lectores la duda sobre la veracidad de lo que narra Sara, una mujer que tiene que enfrentar la desaparición de su marido Sigurd.
El crimen de Sigurd podría ser (casi) prefecto, excepto que en la memoria de Sara estará la llave para abrir la puerta de la resolución. “En cuanto desplazo el enfoque de mi mirada de repente caigo en algo […]. Contemplando ambos planos al mismo tiempo, el jardín de fuera y yo en el despacho, aquí dentro, me percato de que sé quién ha sido”. En La comunidad, la segunda novela de Flood, las apariencias engañan. Nada es lo que parece en ese barrio acomodado de Oslo cuando en un edificio es asesinado el vecino de arriba con quien Rikke, la protagonista de la novela, ha tenido una aventura. Todos los vecinos escamotean algo y podrían ser los culpables del crimen. Explorar el mal tiene un encanto especial. Quizá se parezca a mirarse en un espejo borroso, salpicado de barro. Lo más inquietante viene de la mano de esas personas comunes y corrientes, “normales” y hasta encantadoras, que devienen asesinas o asesinos.
“El mal es como un espejo que nos refleja de manera profunda como seres humanos. Que exista el mal, y a veces sea parte de nosotros mismos, puede ser peligroso. Tal vez es interesante ver cómo desarmar las cuestiones vinculadas con el mal para intentar entender lo que significa y tener una respuesta a este misterio”, dice Flood a Página/12. El cielo de Skellefteå, la ciudad del norte de Suecia a las puertas del Círculo Polar Ártico donde nació en 1983, se proyecta en la mirada de Jackson. A los veintidós años decidió mudarse a Denver (Estados Unidos), donde comenzó a estudiar derecho hasta que la literatura fue ganando espacio y abandonó la carrera para dedicarse a la escritura. En Carretera de Plata, su debut como novelista que fue premiada como la mejor obra literaria del género publicada en 2018 (un galardón concedido por la Academia Sueca de Escritores de Novela Negra), combina el noir escandinavo con el gótico sureño de Estados Unidos, en una historia de búsquedas y desapariciones. Lelle recorre la Carretera de Plata por las noches con la esperanza de encontrar a su hija Lina. A ese pueblo del norte de Suecia llega una adolescente, Meja, cansada de soportar la vida errática de su madre, una mujer que no puede garantizarle un hogar estable. La desaparición de una chica unirá el destino de Lelle y Meja para siempre.
Oscuridad y secretos
La mujer de Ödesmark, su segunda novela, transcurre en lo que podría resumirse como “pueblo chico (apenas catorce casitas), infierno grande”. El rumor de que el anciano Vidar amasó una fortuna especulando con terrenos y bosques de sus vecinos mueve a dos hermanos a intentar planear un robo para sortear la vida miserable que llevan. “Lo que queremos entender es de dónde viene el mal. El éxito del género policial es que podemos vivenciar cosas horrorosas desde la seguridad de nuestro hogar. Los escandinavos se han sentido muy seguros y cómodos durante mucho tiempo en su vida diaria, aunque esa seguridad se haya perdido”, dice Jackson esbozando la empeñada sonrisa de una mujer introvertida que lucha contra el demonio de la timidez.
“Siempre me sentí atraída por la familia porque creo que muchos crímenes violentos pasan entre gente conocida. El victimario es siempre alguien que la víctima conoce -observa Jackson-. Me encanta explorar esas capas oscuras que suceden en la dinámica familiar. Cuando escribí mi segunda novela, La mujer de Ödermark, supe que quería estar muy cercana de la familia para ver cómo la estructura puede ser tan destructiva que termina arruinando a la propia familia”. Flood confiesa su incomodidad con el noir nórdico. “A Stina y a mí nos conocen como parte de la literatura negra, nórdica, con toda esta cosa de los asesinos seriales, psicópatas que matan porque les gusta simplemente matar; pero esta clasificación no es satisfactoria porque hay algo más interesante, pero también amenazante cuando alguien que es muy cercano de pronto comienza a desconectarse de la realidad. Me interesa muchísimo cómo alguien confiable puede matar”, admite la autora de La psicóloga.
“Como escritoras captamos esa maldad, que sucede naturalmente y no está exagerada”, reflexiona Jackson. “La literatura de asesinos seriales muchas veces trata sobre seres supranaturales y los asesinatos son muy elaborados y violentos, pero esa violencia no me amenaza tanto como la otra violencia más sutil y emocionante que surge entre gente que se conoce. Esa situación me parece mucho más temible. Si siento ese temor como escritora de la violencia sutil, lo puedo proyectar al lector. ¿Puedo confiar en la persona más cercana o es posible que esté escondiendo algo?”. Flood expresa que lo escondido, lo que no se dice, los secretos, son una fuente inagotable para pensar la escritura. “Me fascinan los secretos y las mentiras que nos podemos contar a nosotros mismos”.
La escritora sueca admite que hay mucho por hacer, desde la literatura, con las cosas que la gente no se anima a decir. “Yo trato de mostrar las tensiones de lo que no se dice con la atmósfera, con el ambiente; utilizo la naturaleza para reflejar la vida interior de los personajes. Mis personajes suelen sentirse muy solos y viven en lugares muy aislados. Esa soledad, ese aislamiento, lo expongo y esto crea esa tensión de lo no dicho, a través de esas atmósferas donde uno se pregunta sobre la relación con el mundo y el entorno”, cuenta Jackson. En cambio, la escritora noruega apela a otra estrategia. “Yo tengo narradores que no son muy confiables. Todos mis libros tienen la perspectiva de la primera persona, que a veces se aleja de los personajes y crea esa posibilidad de dejar cosas no dichas. Entonces muchos se preguntan por qué no me concentro en cierto aspecto o por qué me alejo de otro. Esta es una manera muy interesante que encuentro con mis narradores pocos fiables para jugar con aquellas cosas no dichas”, explica Flood.
El goce de las vibraciones
La autora noruega menciona como una influencia fundamental a la escritora estadounidense Gillian Flynn, la autora de Gone girl (Perdida), sobre la historia de una esposa que desaparece. Esta historia de Flynn fue “una inspiración directa” para escribir La psicóloga. Jackson subraya que siempre la inspiran los autores que trabajan el paisaje como si fuera un personaje más y destaca a la narradora sueca Kerstin Ekman, la autora de Ocurrió a orillas del río. “Ella captura el paisaje y permite que el entorno, justamente, sea un personaje. Eso me inspiró muchísimo en mi escritura. Y también los autores americanos como William Faulkner o Cormac McCarthy, que utilizan el paisaje para crear atmósferas increíbles. Uno siente esa vibración de la naturaleza y cómo las personas tienen que ajustarse al ambiente que las rodea. El norte de Suecia es el lugar perfecto para una novela policial porque el paisaje es tan desolado y con bosques enormes que alimenta el suspenso. También es un paisaje exótico porque muchos de nosotros vivimos en grandes ciudades”.
“Cuando cae la primera nevada, aparcan en un alto y ven cómo los copos van vistiendo el bosque con ropas de invierno. En un instante vertiginoso el mundo se vuelve dolorosamente blanco, y el hombre solitario llora al contemplar el valle que se extiende bajo sus pies”, se describe en una parte de La mujer de Ödesmark. “La soledad es uno de los grandes temas en mis novelas tal vez porque siempre fui introvertida y tímida y la escritura es una actividad muy solitaria. Los seres humanos le tenemos pánico a la soledad, pero en momentos difíciles, cuando nos enfrentamos a situaciones extremas, estamos realmente solos”, precisa Jackson y su colega noruega aporta su perspectiva. “Cuando hablamos de los paisajes desolados, la sensación que tenemos es que no estamos protegidos por la naturaleza. Quizá creemos que cuando vivimos con gente alrededor estamos menos solos, pero a veces nos sentimos extremadamente solos a pesar de que estamos acompañados -analiza Flood-. Los humanos somos animales profundamente sociales. Este temor de tener poca sociabilidad y estar radicalmente solos lo vivimos como una amenaza. Esa sensación de estar solo, cuando estás en familia o con amigos, viene con el mundo moderno. En el mundo occidental estamos muy solos”.
La escritora sueca estudió derecho porque imaginó que conocer profundamente el orden jurídico y las leyes le podría dar cierta solvencia a su escritura. “En mi fantasía yo iba a ser una mejor autora si estudiaba derecho. Pero me ocurrió exactamente lo opuesto y no tenía tiempo para leer y escribir. Como soy muy creativa e imaginativa pronto me di cuenta de que el derecho no era para mí y decidí que tenía que volver a escribir para intentar ser una buena escritora”, resume Jackson su experiencia con la carrera de derecho. La psicóloga noruega quería escribir y escuchaba las historias de sus pacientes sabiendo que no podría contarlas por el secreto profesional que debía cumplir a rajatabla. Cuando se decidió a escribir su primera novela, optó por dejar la clínica y no tener más pacientes. “Yo escribía y me cuidaba mucho de no usar nada de las conversaciones que había tenido con mis pacientes, como tampoco apelar a sus diagnósticos. Ese fue un gran desafió porque tomo cosas que viví, que escuché, que me impactaron”, revela Flood. “Toco madera”, dice y lleva su mano hacia una pequeña mesita porque confirma que hasta ahora nunca le pasó que una lectora o lector que hayan sido sus pacientes le haya dicho: “ese soy yo”. “Ese es como mi mayor fantasma: que un expaciente me diga que se reconoce en algunos de los personajes de mis novelas”.
El desafío de la escritura
La autora de La psicóloga --un thriller que explora la maleabilidad de la memoria y maneja con una precisión de relojera el juego de los recuerdos distorsionados-- admite que escribió su primera novela con una libertad extrema porque nadie estaba esperando que ella escribiera ese libro. Entonces tenía en mente una trilogía que se extendió con La comunidad y que se completaría con La herencia. “Ahora busco que el ruido exterior y las expectativas de los lectores no me afecte”. Jackson recuerda que cuando tuvo la propuesta para publicar su primera novela el director editorial le dijo que sería bueno que se pudiera vender esa tirada inicial estipulada en 1.500 ejemplares. “Lo que sucedió fue que Carretera de Plata explotó, se hablaba del libro en la televisión y ganó un premio importante en Suecia. Me acuerdo que estaba hablando con mi familia por teléfono y me preguntaron: ¿cuándo vas a publicar tu próxima novela? Ahí empecé a sentir muchísima presión porque me daba la impresión de que estaban esperando algo más de mí, algo de lo que no era consciente antes de publicar. Entonces me di cuenta de que lo que tenía que hacer es lo que siempre hice: escapar hacia mi escritura, como si fuese mi droga. Cuando escribo, el mundo desaparece para mí. Pero a la vez sé que ya no puedo aislarme y también me pregunto qué va a pasar con lo que estoy haciendo: ¿qué van a decir los lectores? ¿a quién le va importar esta historia? Como escritora, quiero que el lector disfrute, que esté contento con mi libro”.
Las dos escritoras revelan esa sensación de vulnerabilidad y fragilidad respecto de lo que están escribiendo. “Cuando me felicitan por el libro, siento que me vuelve la felicidad al cuerpo de una manera muy difícil de explicar”, comenta Flood y añade que es una alegría que le dura “unas semanitas” hasta que tiene que volver a medirse, cara a cara, con la escritura. “Una no se vuelve mejor escritora con el tiempo. Para mejorar, necesito explorar y no repetirme. Entonces cada libro, cada historia, es un nuevo desafío sobre cómo encontrar la mejor manera de escribirlo”. No las amedrenta tener que “aprender a escribir de nuevo” con cada novela. “Escribir no es fácil y mi caso se acentúa más porque soy muy intuitiva como escritora -asume Jackson-; no es que me siento y planifico la trama y sé todo lo que va a pasar. Yo elijo que los personajes me vayan llevando; por eso por cada libro que escribo tiro tres libros con los textos que saco”.