El Gobierno, y no sólo por las multitudinarias manifestaciones del miércoles, parece haber ingresado a un punto de no retorno cuando apenas lleva diez meses de gestión. La incógnita, hacia corto y mediano plazo porque en el largo su fracaso será inevitable, es si todavía le quedan recursos, y cuáles, para timonear el ajuste infinito.

Las marchas, en defensa de uno de los capitales concretos y simbólicos más significativos de la sociedad argentina, ¿pueden haber marcado una barrera en el sostén de que todavía gozan los hermanos presidenciales?

No hablamos exclusivamente del quiebre en el apoyo popular que reflejan todas las encuestas, incluidas las que encarga el oficialismo, sino de los visos de ruptura hacia dentro del propio bloque conformado por libertaristas, macristas y especímenes varios vendidos al mejor postor.

Por supuesto, no se trata de discordias ideológicas. Hay reuniones afiebradas para encontrar consensos operativos. Simplemente, es cuestión de que la brutalidad de este experimento avasalla hasta los más mínimos códigos del funcionamiento de la coalición de facto. Y eso incluye los voluminosos negociados sectoriales, que son el fin primero y último de este tipo de gobiernos.

El ala macrista viene quedándose afuera de pedazos muy jugosos de la torta (transportes, energía, obra pública desmembrada y muchos etcéteras). Es a tono con un modelo extractivista, de economía de enclave, que quedó cooptado por las huestes de Techint y aledaños. Pero, encima, el esquema de los hermanos -al peor estilo del Frente de Todos- horizontalizó el reparto de poder en la administración pública. Prácticamente en cada ministerio, secretaría y subsecretaría se chocan quienes responden a los Caputo, a la hermana y a demases.

Eso se junta con un accionar individual de Milei que destruye los puentes legislativos. No es que primero tira y después pregunta. No. Tira y, después, tampoco pregunta. Los macristas del Congreso le avisaron que no siguiera adelante con el veto al financiamiento universitario, porque no podían garantizar los votos para ratificarlo.

Guillermo Francos, a quien vendieron como el hombre de diálogo con experiencia profesional, como “el político”, no existió como tal ni desde un comienzo ni cuando reemplazó al mudo Posse. Está pintado, como todo lo que queda afuera del “triángulo de hierro”. Macri se reunió en estos días con senadores de su sector y, como ya se difundió largamente, les dijo en forma textual que ya no va a Olivos a comer milanesas, porque no sirve para nada.

Antes de ingresar a las marchas del miércoles y sucedáneos, conviene ir por orden cronológico. Empieza con el papelón de Parque Lezama. Fue el lanzamiento de una Hermana en Jefe que, en primer término y como señaló Jorge Asís, convoca a la piedad. No hay antecedentes de alguien que para decir “hola a todos” debe recurrir al papel. Y del resto de lo que intentó decir, porque no puede articular oraciones, lo importante es lo que no dijo: acá mando yo, las listas las armaré yo y somos nosotros contra todos los que nos quieren voltear (verbigracia por Villarruel y Macri incluidos).

El hermano rellenó con una sucesión vomitiva de insultos a diestra y siniestra, excepción hecha de algún presunto colega al que sus compañeros de La Nación+ le endilgaron babosearse con Milei. Cosas veredes, para insistir.

Milei promovió un renovado aliento a las micro-violencias de raigambre política. Se originan ahí. Arriba.

El contraste de ese sábado a la noche con lo sucedido frente al Congreso, y en casi todas las ciudades del país, dejó la pelota picando para el regodeo. Pero eso es sólo la superficie. Hay tres razones para advertirlo.

Al revés de la marcha del 23 de abril, cuando en esencia fue “la calle” contra el Gobierno por recortar los fondos de la Universidad pública, esta vez también fueron variados referentes políticos de la oposición. Abarcaron a “dialoguistas” y tibios o cotizantes consecuentes, por acción u omisión.

Segundo, los cálculos sobre cantidad de marchantes respecto de los anteriores son un atentado contra la sensatez. Volvió a haber masividad, como si fuera necesario remarcarlo. Y, de nuevo, debería ser increíble que haya quienes se detienen en esos detalles de tilinguería analítica. De miles más o miles menos. De si las cuentas se sacan por metro cuadrado, en lugar de su volumen contestatario.

Tercero, en función de lo anterior y como Martín Granovsky apuntó de inmediato en QR, en la noche del miércoles, es una muestra de debilidad enorme que el equipo gubernamental haya rotulado a la marcha cual procesión motorizada por un “tren fantasma”.

Si centenares de miles ganaron el espacio público bajo organización de kirchneristas, sindicatos, golpistas y populistas diversos, estaríamos al borde de la toma del Palacio de Invierno. O, sin sentido figurado, en medio de un tembladeral político capaz de llevarse puestos a los hermanos en un santiamén.

Despejadas esas tonterías sublimes, más vale mirar la realidad realmente existente de datos específicos que hacen a lo percibido por “la gente del común” y “especialistas” múltiples.

El Gobierno dice gozar con los índices de una macro en la que baja el tipo de cambio. Deja trascender que sería inminente un préstamo externo de los llamados Repo, con garantía de los lingotes de oro que despacharon a Londres. Pero a ser ejecutados en Basilea. Con eso ganarían tiempo para disimular que, ahora y con el favor de Susana Giménez, los chinos ya no son unos comunistas criminales. Son una maravilla que no molestan ni piden nada. En Washington cayó bárbaro.

El préstamo ése sería su última esperanza para llegar con números adecuados a la pendiente revisión anual del Fondo Monetario, que advirtió sobre una situación social “muy delicada”. Ya desde los loros mediáticos oficiales se indica que con el déficit cero no se come. Lo descubrieron un poco tarde.

El apagón sufrido el jueves a la mañana en varios barrios del AMBA preanuncia lo que funcionarios de Energía previenen hace rato. Un verano demasiado caliente en la temperatura, La Niña mediante, con cortes de luz a mansalva. Hay quienes dicen que la recesión los impedirá, que es una estratagema para curarse en salud y que luego se esparcirá que pudieron frenarlos. Puede ser. Pero el río suena y la falta de inversiones, en simultáneo con tarifazos imparables y quita de subsidios, no es especulación.

Reaparecieron los fondos buitres, que quieren embargar el oro enviado al exterior por Caputo Toto.

El Gobierno también se satisface con sus epígonos de la CGT (no todos), que anduvieron por la Rosada con la única preocupación de los fondos para las obras sociales. De los salarios no hablaron una palabra. ¿El Gobierno cree que con eso sujeta la conflictividad social? ¿Hasta cuándo?

Las protestas sectoriales se reproducen. Se meten con el Garrahan. Con el Clínicas. Con el Bonaparte (¿qué tipo de monstruos cierran de un momento a otro un centro interdisciplinario de salud mental?). El precio de los remedios ya es inalcanzable, y no solamente para los jubilados.

Festejan la sanción del voto con Boleta Única, como si se tratase de un hecho revolucionario que acabará con el arrastre de las cabezas. ¿Así que, por arte de magia, partidos provinciales e intendentes pasarán a tener más preponderancia que las referencias nacionales? ¿En serio?

Enfrente, jugó Cristina bajando a La Matanza… mientras Kicillof estaba en Méjico. Se lanzó el “operativo clamor”. Pinta que ella quiere intervenir, cerca de que la horrenda persecución judicial que sufre hace años le aseste un nuevo golpe. Y, en lo que sería su opinión, a falta de los mariscales a quienes urgió para tomar el mando.

En cualquier caso, es la líder que no deja a nadie indiferente. Cada una de sus movidas incita a mirarla con lupa. La pregunta es si está llamando al consenso interno o al asentamiento de una fracción. Probablemente se hallará una lista consensuada para presidir el PJ. ¿Y después? ¿Alcanza con eso?

Como quiera que fuere, en algún momento deberá producirse la unidad porque, de lo contrario, quedará en riesgo muy serio que pueda haber abroquelamiento contra los libertaristas.