“Es tremendo e injusto que en una Argentina tan rica, la gente no tenga lo mínimo para cubrir sus necesidades básicas, que un millón de niños vayan a dormir sin comer. Es doloroso y lastima mucho”, señalan las religiosas y los religiosos (monjas y sacerdotes) de la diócesis católica de Quilmes en un documento difundido “ante la difícil y dolorosa realidad que estamos viviendo en nuestra sociedad”.
En el texto las y los firmantes señalan que “por eso, decimos ´no´ a la desigualdad que genera violencia. ´No´ a la corrupción que es un cáncer social que crece día a día. ´No´ a la exclusión, a la inequidad, a la injusticia”.
El titular de la diócesis de Quilmes es el obispo Carlos Tissera, presidente de Cáritas e integrante de la Comisión de Pastoral Social del episcopado que en días pasados también emitió una declaración con críticas a la política económica del gobierno, reivindicando la “justicia social” y reiterando que es misión “profética” de la Iglesia denunciar todo lo que se opone a la dignidad de las personas.
Ahora las religiosos y los religiosos que trabajan en Quilmes denuncian “la desigualdad que genera violencia; la corrupción que es un cáncer social que crece día a día; la exclusión, la inequidad y la injusticia”.
Y rechazan “un sistema de vida indiferente al sufrimiento de tantos y tantas caídos en el camino que ya suman 25 millones de personas pobres”, vulnerando –dicen- “la dignidad de los jubilados y su calidad de vida, y a que tengan que reducir al máximo sus gastos para poder atender los costos que derivan de las enfermedades propias de su edad”.
Los religiosos católicos quilmeños rechazan también “la violencia institucional ejercida sobre todo frente a la protesta social que reclama derechos del pueblo” y critican “las cadenas de las redes que nos llevan al individualismo, al aislamiento, a la división, a la trata y tráfico de personas”.
En consonancia con una preocupación reiteradamente expresada por distintos actores de la Iglesia Católica en el documento se advierte sobre la situación de “los adolescentes y jóvenes esclavizados por la droga, víctimas del narcotráfico, ese gran negocio de los mercaderes de la muerte” y de “los hermanos migrantes alejados de su tierra y sus afectos, discriminados por el color de su piel, su manera de vestir o de hablar, por diferencias políticas o religiosas”.
Al mismo tiempo se hace votos por la participación y “una mejor política” al “servicio del bien común y la amistad social”, en base al “diálogo, reflexión, la búsqueda de consenso, que no implica ceder ni claudicar”.
Señalan a su vez los religiosos que, dejando de lado la violencia y la venganza, es “posible conocer, respetar y defender los derechos humanos, acompañando con responsabilidad a los más vulnerables y desprotegidos”.
Dicen también que “los tiempos difíciles son oportunidades que nos deben ayudar a crecer” y, parafraseando al obispo Jorge Novak (1928-2001), quien fuera obispo de Quilmes y luchador en defensa de los derechos humanos, afirman las religosas y los religiosos de Quilmes “que el Reino de Dios es posible, que Dios camina con nosotros, que hace milagros con nuestro barro, que nunca nos suelta de la mano”. Por eso motivo, agregan, “queremos poner los medios para cuidar la vida y la fragilidad de tantos que padecen a nuestro alrededor”.