La periodista y conductora de La García apuntó en un nuevo editorial al Gobierno por el cierre del Hospital Laura Bonaparte y la desfinanciación de las universidades públicas. 

El Editorial de Cynthia García

Venimos navegando, bordeando sobre los extremos. Es un Gobierno de extrema derecha. Necesidades extremas, urgentes, insatisfechas. Una situación macroeconómica extrema porque estamos en riesgo de que nos embarguen el oro. ¿A quién se le ocurre sacar el oro de su país?

Situaciones extremas que tenemos que ir descifrando. ¿Cómo se descifra lo extremo? ¿Cómo se habla frente a la urgencia? ¿Cuánto hace que no escuchaban el cierre de un hospital público? Lo distópico se hizo realidad.

Y en el medio, la discusión sobre el financiamiento universitario, el comunicado de Macri, ajedrecista, cínico, con guiños para los dos lados, porque están en juego sus intereses y no la defensa de la universidad pública. Que nadie vaya a pensar que el macrismo defendió la universidad pública.

Y la discusión, impensada para mí en este momento de extremos y bordes, sobre si los pobres van o no a la universidad, estigmatizando a un sector social, tildándolos de ‘ustedes, ni eso’.

Justamente lo que garantiza la universidad es acceder a recursos, no solo económicos.

Una persona que cae en la mala y que pudo ir a la universidad, va a tener recursos para pelearla, va a pensar mejor.

La extensión de la Facultad universitaria saca a la universidad a la calle y salva vidas de pobres todos los días. Abogados, médicos, odontólogos, psicólogos. Tiene sustancia vital la universidad, incluso para los que no estudian.

Es muy agresivo que, además en un contexto de bordes extremos con derechos urgentes conculcados, parecemos todos George Floyd: nos están pisando la cabeza desde un Estado represivo y no estamos pudiendo respirar.

Y esto que parece una metáfora se vuelve muy real cuando están dejando pacientes de salud mental a la deriva. Cuando están agobiando financieramente a la universidad y Macri dice en un comunicado ‘No estamos en contra de la autonomía universitaria’, o alguien dice livianamente ‘Los pobres no van a la universidad’.

¿Supongamos que eso fuera cierto, entonces, ¿no hay que pelear por las universidades? ¿Para qué alguien hace esa afirmación? ¿Cuáles son esas intenciones?

No tenemos que sorprendernos, porque las acechanzas de un país oligárquico, precarizado, con voto calificado, sin el aluvión zoológico de los sectores populares de vacaciones, en la universidad, en las fábricas, en las pymes, es el sueño húmedo de un sector de este país también, de las corporaciones financieras, no solo de Milei. Milei es el ejecutor de este extremo, de estos bordes.