El director y dramaturgo Alejandro Tantanian presentó en el Teatro San Martín su proyecto para reversionar el Eduardo II de Christopher Marlowe en 2022, se lo aprobaron y fue programado para 2024. "La idea era pensar un espectáculo que tuviera en el centro una reflexión sobre los crímenes de odio porque la obra de Marlowe puede ser leída así: hay un pecado que tiene que ver con la identidad sexual del personaje protagónico, que es abierta y públicamente homosexual. Eduardo es rey pero no está enclosetado y ahí está el conflicto. Su amante, Gavestone, es asesinado brutalmente y él también es castigado de una manera horrible porque le introducen un hierro caliente en el ano, es decir, se lo castiga en el lugar del placer. Esto es un hecho real", comenta Tantanian en diálogo con Página/12.

Dirigir en la Martín Coronado era una asignatura pendiente: hasta el momento no había dirigido nada en la sala mayor del San Martín y ahora espera que esta obra sea "la primera de muchas". El nombre completo de esta versión es El trágico reinado de Eduardo II, la triste muerte de su amado Gaveston, las intrigas de la Reina Isabel y el ascenso y caída del arrogante Mortimer.  "Pensé en un texto que tuviera cierta envergadura para esa sala porque necesitás determinada escala textual", explica, y dice que no hubo estreno argentino aunque enumera algunos antecedentes: hubo una idea de montaje a cargo de Alberto Ure bajo el título El rey puto que protagonizaría Iván González en el Alvear, pero poco antes del estreno el director sufrió un accidente cerebrovascular que lo alejó de la actividad; el español Lluis Pasqual estrenó una versión del Eduardo II de Bertolt Brecht en el Teatro Cervantes, protagonizada por Alfredo Alcón y un joven Antonio Banderas, pero se trataba de un montaje español a cargo del Centro Dramático Nacional (Madrid) que se presentó en la sala María Guerrero.

Tragedia identitaria y utopía queer

Tantanian advierte que "en la versión de Brecht la homosexualidad siempre entra en segundo o tercer plano porque no es algo que le preocupe". El eje de la homosexualidad siempre fue abordado desde la idea del pecado, para explicar el proceso de debilitamiento del rey. Sin embargo, en 1991 aparece la película del británico Derek Jarman, que pone la relación homosexual en el centro de la escena. "Esta versión intenta no obviar esa película, que es central en el canon de lecturas de esta obra. Ya no se puede hablar tan sólo de un rey débil y yo descreo de esa dimensión. ¿Débil en relación a qué? Eduardo es débil si se lo mide desde la heteronormatividad; es un rey con un deseo poderosísimo y gobierna como gobiernan todos los que gobiernan. Eso no es diferente. El rey está cogiendo con un tipo, entonces se supone que no puede atender los asuntos del gobierno porque está más ocupado en sus amoríos. A mí esa me parece una lectura bastante reduccionista", asegura.

La versión cinematográfica de Jarman representa una postura claramente anti-thatcherista. Cuando el gobierno de Milei asume en 2023, la obra adquiere nuevas resonancias. "Parece que fue escrita para hoy –subraya el director–. Nosotros como comunidad LGBTIQ+ estamos proscriptos de manera pública, supuestamente en todo lo que tenga que ver con los contenidos de las áreas que dependen de la Secretaría de Cultura de la Nación. Estamos vedados, no se puede hablar de nada que sea sobre la comunidad. Es algo que no está tan dicho y por eso funciona tan bien, ¿no? Si tenemos que seguir ocultándonos y no decir quiénes somos (porque se nos juzga simplemente por decir quiénes somos) entonces la obra se convierte en una 'tragedia de la identidad'. Yo la nombro así porque es alguien que dice 'yo soy' y esto no se tolera. Pareciera ser que la 'libertad' (entre muchísimas comillas) no permite que uno pueda afirmar quién es de manera libre".

El director cuenta que durante el trabajo previo aparecían varias hipótesis e interrogantes: "¿Qué pasaría si nosotres llegáramos al poder? Bueno, claramente desarmaríamos la Iglesia, el poder político y otras estructuras como hacen todos los políticos cuando llegan al poder, entonces la obra también es una especie de utopía queer porque imagina que somos gobierno. Invitamos a que la gente la vea y saque sus propias conclusiones. Ya sabemos que es una tragedia así que muy bien no termina...", reflexiona. La pregunta es interesante incluso para pensar dimensiones que van mucho más allá de lo que aborda estrictamente la obra: ¿qué ocurre cuando algo que siempre estuvo en los márgenes toma el poder y se ubica en el centro? En ese sentido, tal como sostiene Tantanian, "Marlowe es un autor increíblemente contemporáneo". No sólo el deseo irrefrenable que gobierna a Eduardo (y, por ende, a todo el reino) habla del presente sino también los caprichitos de Gavestone, los celos de Isabel, la perfidia de Mortimer y ese séquito de nobles que cambia a un favorito por otro.

En relación al proceso, asegura que "no es algo que repita, pero es el proceso más hermoso que tuve en todos mis años de trabajo" y define al equipo como "un elenco de gladiadores". Agustín Pardella interpreta a Eduardo, Eddy García encarna a Gavestone, Sofía Gala Castiglione le da vida a Isabel y Patricio Aramburu es Mortimer. Completan el elenco Luciano Suardi, Santiago Pedrero, Gabo Correa, Lalo Rotaveria, Sergio Mayorquín, Francisco Bertín, Matías Marshall, Belisario Sánchez Dansey, Byron Barbieri, Martín Antuña y Esteban Pucheta junto a seis bailarines. La coreografía es de Josefina Gorostiza, la música original de Axel Krygier, el diseño de luces de Sol Lopatín y Magdalena Ripa Alsina, y la escenografía, el vestuario y el video de Oria Puppo.

"El trágico reinado de Eduardo II" se estrenó en la sala Martín Coronado. Va de miércoles a domingos. 



Pensar los clásicos para pensar lo nuevo

–Acaba de salir tu libro Tres clases (Blatt & Ríos), que reúne los seminarios que diste sobre el Hamlet de Shakespeare, algunas obras de Tennessee Williams (El zoo de cristal, Un tranvía llamado deseo y Dulce pájaro de juventud) y las colaboraciones entre Bertolt Brecht y Kurt Weill (La ópera de tres centavos y Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny). ¿Qué te interesa de los clásicos?

–Yo creo que lo nuevo acontece, uno no puede ir a buscarlo. Me parece que en la tradición occidental de la dramaturgia, los momentos donde la imaginación pegó saltos cualitativos y cuantitativos fueron aquellos en los que hubo autores que trabajaron sobre modelos preexistentes y situaciones anteriores: mitos en el caso de los griegos o la historia de Inglaterra en el caso del teatro isabelino. Hay una suerte de palimpsesto en estos 2600 años de teatro. Todo se reescribe. Seguir leyendo los clásicos es una forma de pensar nuevas formas o de pensar "lo nuevo" a través de esa línea de tradición. En Argentina no hay una tradición de relectura de los clásicos occidentales y los clásicos argentinos ni siquiera se releen porque tienen muy poco tiempo, más bien se reponen tal cual son. La dramaturgia clásica tiene unas características que permiten volver a pensar determinados temas, volver a generar ciertos procedimientos para traerlos a la escritura e incluso al trabajo escénico.

Tantanian da clases desde sus 24 años; al principio era un método de subsistencia pero hoy, a sus 58 años, asegura que "claramente es una vocación": "Me gusta y es una extraordinaria manera de estar en contacto con la gente que está produciendo, pensando y renovando la escena en términos generacionales y estéticos. Y también es un espacio genial para pensar la práctica". Esas clases –al igual que el teatro– siempre fueron un acontecimiento efímero, los contenidos impartidos quedaban diseminados en las cabezas y en los apuntes de los asistentes. Pero en la pandemia tuvo que grabarlas por cuestiones prácticas (por si alguien no podía asistir a alguna y quería escucharla), entonces le presentó esos registros a Mariano Blatt y Damián Ríos, con quienes estaba hablando para editar un tomo con sus obras de teatro.

Tantanian cuenta que hubo un arduo trabajo de edición de casi dos años y medio junto a Andrés Gallina. "Con su mirada fuimos decidiendo qué cosas poner y fuimos encontrando el tono. Como esto era un libro no podíamos tener ese grado de permeabilidad que habilita la oralidad, pero a la vez queríamos mantener una relación oral con el lenguaje. La idea era que quien me conoce pudiera escucharme hablar y quien no pudiese escuchar hablar a alguien. Ese fue el norte", apunta. En Tres clases el dramaturgo retoma ideas notables como aquella de Harold Bloom en La invención de lo humano: "Shakespeare nos inventó como sujetos. Todo lo que somos, todo lo que creemos saber del amor, de los celos, de la pasión, lo construyó Shakespeare; todo discurso afectivo, emocional, es un discurso tallado por Shakespeare; nosotros somos, en realidad, sujetos soñados por Shakespeare".

Narrar el ocaso

Hamlet narra un cambio de época y a partir de ella se puede hablar de un nuevo sujeto en términos históricos y filosóficos. "Termina una época y comienza otra: cambia una forma de entender el mundo. Shakespeare todavía tiene un conocimiento del mundo medieval, sus obras están ancladas en una suerte de limbo entre el Medioevo y el Renacimiento", escribe Tantanian. Esa idea de fin de época atraviesa el libro y aparece también en el abordaje de Williams y Brecht: en un caso, ligado al gótico sureño y a la persistencia del viejo mundo en seguir vivo ("la decadencia como paraíso") y, en otro, asociado a la utopía de dinamitar los esquemas de la práctica teatral burguesa desde adentro, bajo las formas del teatro épico (algo que, según el director, fracasó porque "el teatro burgués sigue más vivo que nunca").

"Brecht fue el último gran revolucionario desde adentro –señala–. Pero el teatro como práctica sigue siendo entendido en ese marco. Después de la Revolución Francesa, la burguesía es claramente quien detenta el poder en el mundo y el teatro que nosotros hacemos sigue siendo un teatro burgués. Hasta que esa instancia macroestructural no cambie, no cambiará el edificio teatral ni la relación del público con la escena. Nosotros seguimos viviendo en el teatro a la italiana: un cubo de luz iluminado donde hay gente que actúa y gente que está a oscuras observando desde la platea. Después hay cosas en los márgenes como siempre hubo, pero el centro es un teatro que fija determinados saberes, certezas y leyes en torno a la familia o la religión".

Hoy es imposible pensar en Shakespeare sin pensar en Marlowe. Tantanian afirma que "es un autor espectacular, de una gran vitalidad", con unas "obras que son muy deformes porque es casi pre-teatral". Para esta versión, los cinco actos se convirtieron en tres y representan casi dos horas. La traducción estuvo a cargo de Carlos Gamerro (quien actualmente lleva adelante un interesante trabajo de traducción de las obras shakesperianas en el sello Interzona) y la versión libre fue escrita a cuatro manos junto a Tantanian; el texto audiovisual quedó a cargo de Oria Puppo. Esta versión aloja textos de otros autores contemporáneos: fragmentos de Enrique IV o Macbeth, sonetos de Shakespeare y algunos fragmentos de La duquesa de Malfi, de John Webster. "Es un Frankenstein isabelino, un mashup", define Tantanian.

Leer el presente desde Marlowe

–¿Cómo ves este momento de la cultura? Es un área que se convirtió en uno de los blancos predilectos de este gobierno.

–Yo creo que el gobierno nacional entendió muy rápidamente que la cultura era un foco importante porque fuimos los primeros en salir a protestar de manera bastante masiva: por el INCAA, por el INT, por el FNA, por la señalización hacia Lali Espósito. No sé si fue tanto una cuestión estratégica como reactiva. Creo que se subieron a esa. Como todo populismo de derecha, necesita un adversario claro y empezamos a ser nosotros. El otro nosotros que me representa es la comunidad LGBTIQ+. Es un momento crítico pero también de una enorme fuerza de lucha. El avasallamiento de los derechos es terrible, lo que se está haciendo con el INCAA es criminal, atentan contra la imaginación. No hay ninguna diferencia con quemar libros, faltan cinco minutos para eso. Primero como persona y después como persona dedicada a la cultura desde que tengo uso de razón, hay que poner un stop al menos desde el discurso.

La obra pone en escena una tensión entre la idea del bien común y el deseo individual del rey. Hay muchas resonancias con el presente, ¿no? 

–Yo creo que desde su lugar, que puede ser chico, mediano o grande (eso lo evaluará cada espectador), esta obra intenta decir lo suyo respecto a este momento. Me parece que la obra editorializa mucho mejor que cualquier cosa que pueda decir yo en torno a lo que creo que está pasando hoy con la cultura y las minorías. Es interesante, además, que esa discusión se dé en un teatro público. Me parece interesantísimo porque es un teatro que tiene alta visibilidad y está bueno que se genere un debate. Es un momento muy difícil y del otro lado no hay nada. Yo veía el video de Lali, que es extraordinario y tiene un montón de guiños, y pensaba que no puede ser ella la única representante de alguna oposición. No lo digo por Lali, que la amo, la admiro, es una persona extraordinaria y tuve la suerte de trabajar con ella (en la serie El fin del amor). Pero ¿adónde está la oposición? Hoy todos parecen los nobles de la obra de Marlowe.

*El trágico reinado de Eduardo II va de miércoles a sábados a las 20; domingos a las 19) y las localidades están disponibles en la web oficial.