Siempre que se evoca el tema discos en vivo de Mercedes Sosa, la apelación es recurrente. La memoria colectiva va en general hacia aquellos que brindó entre fines de la dictadura y recomienzos de la democracia. Los de febrero de 1982 –del 18 al 28, puntualmente- cuando, con la patria financiera-dictatorial medio en retirada, la cantora repletó el Teatro Ópera varias veces, interpretando canciones de resistencia y esperanza, que no solo venían del palo folklórico –la ladearon Charly García, Rodolfo Mederos y León Gieco, por caso-. La síntesis de aquel hito quedó plasmada en el eterno doble Mercedes Sosa en Argentina.
También suele ir la memoria social, hacia aquel otro multitudinario concierto que la “Negra” brindó junto a León Gieco, Gustavo Santaolalla y Milton Nascimento, en la cancha de Vélez, el 21 de diciembre de 1984. Bienvenido es entonces que el Instituto Nacional de la Música, en concomitancia con la Fundación “Mercedes Sosa”, la familia de la tucumana y el sustancial aporte del ingeniero de sonido Carlos Melero -quien cedió registros inéditos al INAMU- haya tenido la oportuna idea de publicar un material tendiente a renovar la memoria. Se trata de En vivo en el Gran Rex 2006, y eterniza las 26 canciones que la “Negra” cantó 23 y 24 de mayo de 2006, en otra zaga conmovedora, en el teatro porteño. Días otoñales de una etapa en la que –a diferencia de la antedicha- la patria popular brillaba, fueron los que Mercedes eligió para activar dos propósitos.
Por un lado, presentar oficialmente su último disco a esa fecha (Corazón libre), que había sido publicado en septiembre de 2005. Porque, excepto “Todo cambia” y “Tonada del otoño”, la “Negra” cantó todos los temas que pueblan ese extraordinario, acústico y bien telúrico disco, que lleva por nombre el tema de Rafael Amor. Además de este, brillan con luz propia “El olvidau”, chacarera de arenga, inolvidable, del “Duende” Garnica; otra chacarera de profunda impronta, llamada “Sufrida tierra mía”, con letra del poeta santiagueño Bebe Ponti, y música de los hermanos Sergio y Motta Luna; “Tonada del viejo amor”, alta secuencia dada la sinergia entre la voz de la “Negra” y la guitarra –también la voz- de Eduardo Falú, uno de sus creadores; y la abismal “Cantor del obraje”, de Leguizamón-Castilla, reversionada en otro dúo deluxe, junto al “Chango” Farías Gómez.
La otra parte del set -casi la mitad- está constituida por piezas de músicas de raíz, también motorizadas con una ayudita de sus amigos. Además de su banda base, entonces constituida por Popi Spatocco en teclados, Rubén Lobo en batería, Jorge Giuliano en guitarra y Carlos Gianoni en bajo, Mercedes congenia con el “Chango” Spasiuk por dos (“Esa musiquita”, de Teresa Parodi + “Solo para mí”, de Heredia-Spasiuk); con Alberto Rojo, en beneficio de “Chacarera del fuego”, y con Walter Ríos, por tres: el nebbiero y percusivo “Solo se trata de vivir”, “Una canción posible”, de Víctor Heredia, y “Los mareados”.
Elipsis al caso. El viejo tango de Cobián y Cadícamo es uno de los dos que ata la serie de conciertos predemocráticos en Obras, con los dos del Rex. La diferencia entre ambas visitas –además de las lógicas de sonido, claro- es el ejecutor del fuelle. Mientras en la primera había sido Rodolfo Mederos, en está fue Ríos. El otro tema conector entre ambos discos es “Pollerita”, carnavalito del boliviano Raúl Shaw Moreno, aunque con la salvedad vinculada a que en Mercedes Sosa en Argentina forma parte de una suite, junto a “Pollerita Colorada”, huayno de Julio Santos Espinosa, y “Carnavalito del duende”, de Leguizamón-Castilla, mientras que en el Rex figura solo.
Por lo demás, aquellos conciertos otoñales tuvieron un plus, dado que marcaron el regreso de la cantora tucumana a los escenarios tras una prolongada ausencia de dos años relacionada con problemas de salud. Multitudes pues asistieron a escuchar esa voz de 70 años en diferentes regiones del país –Mar del Plata, Cosquín, Tunuyán y Córdoba, entre ellas- pero la vuelta en el Rex fue quizá la mejor síntesis de ese latido experimentado y esencial.