El ocio, ese tiempo libre disputado por algoritmos y pantallas, es cada vez más un bien deseado y pocas veces encontrado¿ Qué hacemos de nuestro tiempo libre? ¿A qué lo dedicamos? Si entendemos al tiempo libre en contraposición al tiempo del trabajo, es decir aquel tiempo cotidiano que utilizamos para la reproducción de nuestro sistema de vida, la primera conclusión a la que arribamos es que nos escapamos de la alienación del trabajo por sumergirnos en la alienación tecnológica.

La disputa por el tiempo libre, por un tiempo de ocio, un tiempo pleno para nosotres es quizá el mayor anhelo, de ahí que sumergirnos en el mundo de los libros y sus lecturas implica un contrasentido, un tiempo detenido, una pausa y una decodificación que transita por el camino opuesto a los consumos fast food que nos ofrecen constantemente las redes sociales y los medios de comunicación. Deglutimos, nos procesamos. A un click estamos de creer que todo lo podemos tener, una creencia utópica en la que conviven la ansiedad y la aceleración, de allí que la pausa nos causa estupor.

Beatriz Sarlo nos explicaba que “la lectura es una actividad costosa, en cuanto a las habilidades y el tiempo que requiere. El desciframiento de una superficie escrita exige una atención intensa y concentrada durante un lapso relativamente largo de tiempo”. La mutación que estamos atravesando como lectores se tensiona por un texto que ya nos viene masticado, entonces no saboreamos. Los matices y entrelineas quedan subsumidos en una autoreferencialidad explícita que acompaña este clima de época en el que las realidades no mediatizadas parecen difíciles de encontrar.

Con el ocio como slogan, en Las Flores, un pueblo de la provincia de Buenos Aires, allí donde el tiempo transcurre en otro tiempo, donde la siesta aún perdura y los negocios tienen horarios de invierno y de verano, el ocio adquiere otras connotaciones y el espacio público aún es un lugar de encuentro, la vereda el escenario para plantar silla y ver pasar el día, y los comercios lugares para la sociabilidad.

Allí, en Las Flores, se realizará el 11 y 12 de octubre la Feria Regional del Libro “La Ociosa”. Durante estos dos días tenemos la posibilidad de acercarnos a los libros, de pensar y reflexionar ¿qué lugar ocupan éstos en nuestras vidas?, pero también la pregunta que podemos hacernos es ¿qué lugar nos gustarían que ocupen? No el libro como fetiche, sino el libro como puerta de entrada a mundos imaginarios y desconocidos, a palabras que nos atraviesan, nos rompen y nos reconstruyen.

Así quizá sean los libros y sus palabras el eslabón perdido para contrarrestar los tiempos del ocio virtual o del virtual ocio.

* Investigadora CONICET y profesora en UBA