Los tonos mayores
(Argentina/España, 2023)
Dirección y guion: Ingrid Pokropek.
Fotografía: Ana Roy.
Montaje: Miguel de Zuviría.
Música: Gabriel Chwojnik.
Intérpretes: Sofía Clausen, Pablo Seijo, Lina Ziccarello, Santiago Ferreira, Mercedes Halfon, Walter Jakob.
Duración: 101 minutos.
Distribuidora: Santa Cine.
8 (ocho) puntos
La cuestión es estar convencida de que el propio cuerpo produce música. Y así lo percibe Ana: no tiene dudas de que en su muñeca laten sonidos; el problema será articularlos, tal vez en una partitura que les de forma. Para ello recurre a una amiga, con quien escribe el proyecto de una canción, donde tal vez esté cifrada cierta razón. En este sentido, las posibilidades proliferan. Bien podría ser un mensaje secreto, en código morse. Así se lo hace saber un chico, al que conoce circunstancialmente en un bar: la escucha golpear con una cucharita en un vaso medio lleno, y él entiende lo que ella no: “No me olvides”. ¿Quién podría querer decirle algo así a esta niña?
Ana es preadolescente, y está en un umbral desde donde surgen otras maneras de mirar y sentir. Por esto mismo, lo que podría ser un mapa detectivesco, integrado por sonidos y claves a descubrir, no deja de responder a un juego más o menos parecido a los que comparte con su amiga. Ella, de hecho, no tarda en perder el interés; en el planetario, mientras Ana se deslumbra ante el despliegue visual, su amiga prefiere besar a un chico. Ana se va, sola y empecinada en descubrir el secreto tras las notas musicales de su cuerpo.
Se trata, según explica el médico, de una plaquita metálica, que Ana tiene alojada a raíz de una cirugía. Una plaquita que oficia como rebote de ondas sonoras, como si la niña fuera una radio andante. En síntesis, explicaciones que no dan en la tecla sensible de Ana. A ella no la satisface nada de esto; antes bien, piensa en un mensaje encriptado, cuya explicación daría la razón a sus suposiciones. Y aquí es donde aparece la pieza faltante, siempre en fuera de campo pero sin embargo sugerida.
Los tonos mayores es una historia de padre-hija, o mejor, de hija-padre. La madre ausente no tardará en ser la llave que movilice la preocupación de Ana, quien se dejará llevar por presuntas señales del cielo, de monumentos y de fachadas, para enhebrar un resultado legible, a la manera de esos dibujos que afloran cuando se une con líneas a los puntos dispersos. Por todo esto, es fascinante la manera cómo la película trabaja el guion, en la consecución de un clima fantástico que se acentúa mientras promete, avanzada la trama, una resolución fiel al misterio que logra.
Porque Ana cree felizmente en lo que hace, la película también. No es posible sustraerse a la fascinación de esta chica, que Sofía Clausen interpreta a partir de una dirección actoral precisa; se nota una relación fina entre sus gestos espontáneos y la marcación actoral. El rostro de Clausen es también un mapa a descifrar, ensimismada como está, absorta en el descubrimiento de una ciudad que puede ser muchas cosas, muy distintas. La relación con su padre (Pablo Seijo) es hermosa, los dos se comprenden de manera tácita, la película omite subrayados y da por sentado el cariño mutuo; algo que se percibe en los viajes compartidos en colectivos o en las películas vistas luego de la cena.
De esta manera, si Ana sufre la ausencia de una madre, con el padre se teje una relación simétrica: la de un vínculo contrariado o tal vez no superado, que sugiere también la posibilidad de reestablecerlo con otra mujer. Casi como si lo hecho por Ana estuviera decidiendo a su papá a llevar adelante lo que demora o aquello ante lo que no se decide. La deriva del film acentuará la vertiente fantástica, casi como si Ana persistiera en una mirada niña, feliz pero no menos amarga. Una cualidad de mirada mágica a la que aferrarse para dar algún sentido a lo ya sucedido: ¿será la madre quien le pide que “no la olvide”?, ¿le querrá decir también algo más?
Allí cuando todo esté por develarse, la ópera prima de Ingrid Pokropek (productora, entre otras películas, de Trenque Lauquen de Laura Citarella) sutura las vertientes narrativas en una unidad que integra la veta fantástica de manera inmanente al dolor y la alegría de sus personajes. Ana podrá, así como su padre (él recostado sobre el hombro de ella es una de las imágenes preciosas que guarda este film), dar un paso adelante, y sin renunciar al descubrimiento de nuevas soluciones posibles al enigma que es la música de su propio cuerpo, de su propia vida.
Los tonos mayores obtuvo el premio en la competencia de largometrajes en el Festival de Cine Latinoamericano que se realizó la semana pasada en Rosario y podrá verse en el Cine El Cairo (Santa Fe 1120) este jueves, a las 18 y el domingo, a las 23.