Abril de 1997. En medio de la profundización del recorte menemista, los docentes decidieron comenzar un plan de lucha que marcó un hito en la historia de la protesta social en el país: la carpa blanca que se instaló frente al Congreso y se mantuvo allí hasta el último día hábil de 1999, ya con Fernando De la Rúa en la Presidencia.
Los registros históricos, hoy al alcance de la mayoría gracias al archivo global disponible en internet, son muchísimos. Y los protagonistas también. Uno de los más conocidos, quizás, es que muestra a Luis Alberto Spinetta, vestido con un guardapolvo blanco y caminando con los maestros y maestras por las calles que circundan el histórico edificio en el que se debaten las leyes que rigen la vida del país.
Es un Spinetta en estado de gracia, con la lucidez propia y la sensibilidad macerada por los años. Hace frío, tiene una polera negra y un gorro amarillo directamente asociado a su etapa al frente de Los Socios del Desierto, su última banda. “Honestamente yo no soy nadie, pero ahora soy un montón porque soy todos ustedes”, dice sentado en una silla, acompañado sólo por su guitarra. En el registro, Barro tal vez, una zamba que Spinetta compuso cuando iba a la secundaria y que con el paso del tiempo se iba a convertir en una de sus canciones más celebradas.
La temperlina Marta Maffei era secretaria general de la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (Ctera) y el ramense Hugo Yasky su adjunto. La discusión central era por la Ley de Financiamiento Educativo, en contra de precarización del trabajo docente, el desfinanciamiento de la educación pública el proceso privatizador que había habilitado la Ley Federal de Educación. Con esas banderas en alto, la carpa se convirtió lentamente en un lugar de encuentro en el que todas las luchas sociales y los reclamos contra las políticas aplicadas por el menemismo encontraban un espacio común.
En diciembre del 97, más de 30 mil personas se reunieron para un festival gratuito que tuvo a Spinetta como un protagonista excluyente. Volvió a subir de blanco, pidió que “siempre haya una escuela pública, posta” y fue ovacionado por la multitud que se mezcló con las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, la Federación Universitaria Argentina, la Asociación de Actores y la familia de Sebastián Bordón, víctima de uno de los casos de violencia institucional que marcó la época en el país.
“Están dando una lección mucho más importante que todo, que la base de la educación, la ética y el respeto por la vida”, dijo Spinetta en aquella previa a la primera nochebuena con los docentes en el Congreso. También tocaron Divididos, Los Caballeros de la Quema, Illia Kuryaki, Los Cafres, Los Visitantes, Willy Crook, y La Mississippi, entre otros grupos que durante toda la década protagonizaron un sinnúmero de conciertos al aire libre, en plazas, parques y calles, en apoyo a las luchas que iban organizando una especie de resistencia que iba a estallar años más tarde.
La Alianza ya había ganado las elecciones de medio término y el Gobierno de Menem entraba en su debacle final, con protestas en todo el país y una forma de manifestar que empezaba a naturalizarse: el piquete.
Habían nacido apenas un año antes, en el sur del país y fueron las primeras manifestaciones concretas de un colectivo que las privatizaciones, el cierre de las empresas públicas y la precarización laboral había logrado parir: el movimiento de trabajadores desocupados.
La carpa docente duro más de dos años y medio recibiendo apoyos de figuras de todo el mundo. Aunque también la indiferencia de quienes jugaron al desgaste y se terminaron yendo del Gobierno antes de que los maestros y maestras abandonaran su puesto de lucha. La primera solución que encontró el menemismo fue, ya debilitado, habilitar la creación del Fondo de Incentivo Docente, el Fonid, que se aprobó en enero de 1998 estableciendo el inicio de su aplicación un año más tarde.
Para financiarlo, se creó un impuesto que gravaría con el 1 por anual a los automotores, aviones y embarcaciones. La falta de controles sobre la evasión hizo que los cálculos fallaran y los montos destinado al pago del incentivo empezasen a postergarse. La plata del impuesto se recaudó durante todo el primer semestre, y se pagó por primera vez en agosto de 1999. La carpa no se levantó.
La suerte del Fonid fue a la par de los vaivenes políticos de los años más tumultuosos de la argentina reciente. El fondo tenía una duración inicial de cinco años pero se fue prorrogando hasta que la gestión de Javier Milei decidió dejar de pagarlo. “Caducó”, dijo Toto Caputo y mandó a que las provincias se hagan cargo de sus docentes. Algunas pudieron sostenerlo, a otras se les complicó más.
Spinetta grabó un disco en la UBA. Más precisamente en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. Fue en agosto de 1990 y se trató de su primer disco en vivo firmado como solista. Se llamó, precisamente, “Exactas” y fue también el primer material en el que el músico acepta mirar hacia atrás. El único antecedente, con todas las salvedades del caso, es la edición de los registros tomados de los conciertos que marcaron el regreso de Almendra en 1979.
En el disco se podía encontrar con nuevas versiones de todos los proyectos grupales de los que había formado parte hasta entonces. Plegaria para un niño dormido y Parvas, de Almendra; La cereza del zar, de Pescado Rabioso; Que ves el cielo, de Invisible; y La herida de París de Spinetta Jade. El disco también incluyó la interpretación de Amor de primavera, el tema de Tanguito y Hernán Pujó, que Spinetta ya había grabado en uno de los simples editado con Invisible; y dos temas inéditos: Psicocisne y Frazada de cactus.
A lo largo de todo el tiempo que siguió, Spinetta actuó en muchas salas universitarias, como en la Sala de las Américas de la Universidad de Córdoba, en la explanada de la Universidad del Litoral. Sin embargo en el que quizás sea su registro más recordado en un aula, no está cantando ni tocando la guitarra. Está hablando, sentado, en una sala repleta de estudiantes de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario.
Fue en el mismo 1997, cruzado por la experiencia de la carpa blanca que apenas comenzaba. “No tenemos que pensar en la universidad como si fuera un privilegio porque ahí es donde sonamos. Estudiar no es un privilegio. El privilegio es vivir, ese es el desafío, estar alerta, estar vivo”, dijo en el fragmento que la Universidad Nacional de Avellaneda convirtió en una pieza institucional para convocar a la marcha que a comienzos de años empezó a advertir sobre el desfinanciamiento sobre las casas de estudios de todo el país.
Hay muchos videos virales que retoman las ideas de Spinetta sobre la educación. El más cercano y significativo, data de diciembre de 2007, durante un festival por el esclarecimiento del asesinato de Carlos Fuentealba, el maestro asesinado por la policía durante un corte de ruta con el que el sindicato docente agudizaba su plan de lucha contra el gobierno de Jorge Sobisch.
“Tenemos que exigir Justicia para la educación”, dijo Spinetta entonces. “No es justo que un país como este decline su interés por educar porque de no haber salud y educación, de ahora en adelante, nuestro país se va a convertir en una cuna de delincuentes. Es hora de dejar de lado las banderías, políticas y personales, romper los egos, bien rotos, y poner el corazón para entender que la educación es la prioridad para el futuro del país”, agrega y cierra: “Entonces creo que la única forma de reverdecer mi propio canto y el de todos los poetas y cantores de la Argentina es pensando que si no cambiamos la educación, si no la ponemos firme, si no la ponemos justamente en su lugar, la debacle va a ser inevitable”.