En los días felices de 2010, Virginia Innocenti protagonizó en el Teatro Maipo una obra de teatro musical inspirada en Tita Merello (Dijeron de mí, se llamó) y de tan buena no solo resultó muy festejada por el público y la prensa, sino también premiada varias veces. Pero le faltó algo: eternizarla en un disco de audio. Al publicarse originalmente solo en DVD, y ante sugerencias de allegados a la cantora y actriz que lo ponían en la lectora “solo para escuchar la música”, fue que Virginia decidió publicarlo solo en audio. “Si gusta tanto así, solo sonoro, sin necesidad de la imagen, ¿por qué no editar un disco, directamente?”, pensó Innocenti y pasó a los hechos con la edición del material, que presentará en público el sábado 12 de octubre -un día antes, Tita cumpliría 120 años- a las 20.30 en el Café Berlín (Avenida San Martín 6656).
Reponerlo implica entonces volver en voz nueva sobre enormes gemas que la Merello cantó y propagó en sus años de energía. “'¡Tormenta!', '¡Cambalache!', '¡Graciela Oscura!'... todo el repertorio que abordó en su momento Tita es una bomba. Y está dolorosamente vigente, como si se hubiese escrito ayer”, exclama Virginia, mientras atraviesan su mente las doce canciones que pueblan el material que, además de la voz de la actriz, conlleva el piano y los arreglos de Diego Vila.
“'¡Arrabalera!', '¡Tata… llevame pa'l centro!', '¡Llamarada pasional!'”, sigue exclamando Innocenti, mientras toma un suave té aromático en su casa de Villa Ortuzar, y se lleva las manos al pecho para improvisar una versión casera de “Arrabalera”, de Cátulo Castillo y Sebastián Piana: “Mi casa fue un corralón / De arrabal bien proletario / Papel de diario el pañal / Del cajón en que me crié… Yo quería rescatarla del olvido, ponerla en valor, porque fue una mujer increíble, Tita, una mujer que salió al mundo siendo analfabeta, y terminó teniendo hasta programas de radio, desde los que les salvó la vida a muchísimas mujeres preguntándoles si se habían hecho el Papanicolaou”.
-La secuencia más fuerte y recurrente de sus últimos años, sin dudas. Era una militancia.
-Incluso, cuando hago esta pregunta en el espectáculo la gente se ríe, y yo no sé si se ríe de los nervios, porque ella decía a voz en grito algo que supuestamente era difícil de nombrar. Yo creo que hoy habría que preguntar, también, ¿muchacho, te hiciste el chequeo prostático? En fin, Tita significó muchísimo para la sociedad a la hora de enfrentar la cultura patriarcal. Semejante mujer, que sin embargo recién se ha convertido en un ícono del feminismo en los últimos años, porque recuerdo que en el momento en que entrené la obra, mucha gente no la conocía, o la recordaba como una mujer mala, porque era fuerte y hacía oír su voz.
-Para colmo, peronista. Era visceral, Tita, en este sentido. Vos recordás este aspecto de su vida en el relato que viste la versión de “Tormenta”.
-Bueno, en ese sentido no investigué tanto, pero sí está ese tema, y lo que ella sufre después del golpe del '55. Me refiero a la proscripción y la persecución de las que es víctima, claro. En fin, Tita podría haber usado su fama para otra cosa, pero eligió esto, preocuparse por su entorno y llevar una vida muy austera. Que era mal llevada, bueno, sí, pero eso no es lo más importante, ni mucho menos.
-Hubo quien la menospreció como cantante, incluso. ¿Qué les respondés?
-A ver, pregunto ¿qué es cantar mal? Yo, por ejemplo, canto “Tata, llevame pa'l centro” y acá está la cosa, porque ella empezó a actuar y a cantar por hambre, para poder llevarse el pan a la boca y con un talento innato, una cosa de locos. Ese fuego, ¡esa impronta!... ella canta “Tata, llevame pa'l centro”, como hay que cantarla, quiero decir. No canta mal sino que decide qué cantar, y canta como se le canta el alma. Por eso se ganó la admiración de su generación. De hecho, fue una de las primeras en llenar teatros y encabezar marquesinas.
-¿Por qué decidiste retomar Dijeron de mí, además de la idea de publicarla en un disco?
-Por su importancia. Creo que Dijeron de mí, como dije antes, fue la primera obra que rescató a Tita del olvido. La gente siempre me la pide y recuerda este espectáculo, que además significó una obra bisagra en mi devenir artístico. En mi vida gané tantos premios y reconocimientos como con este espectáculo (ACE a la Mejor Actuación Femenina, diploma Konex al Mérito Mejor Trabajo Unipersonal y declaración de Interés Cultural a cargo de la Secretaría de Cultura de la Nación) por la interpretación, por la autoría, por lo que significa Tita, ¿no? Es algo hecho con mucho amor, respeto y mucho cuidado, porque la elección del repertorio, y todo el cuento que relato es conceptual.
-¿Qué dimensión de los conceptual planteás?
-El concepto nació de una pregunta que me hice respecto de cómo son los minutos previos a morir, cómo se suceden en ese momento los recuerdos, cuáles son los que, del tejido de nuestra historia, elegimos para llevar con nosotros, y adónde. Dicen que cuando uno se está por morir –y yo estuve a punto, hace poco- pasa tu vida en fotografías. Pero yo no vi eso… se ve que no estuve por morir (risas). En fin, no me pasó, pero sobre esa fantasía elegí un recorte que supuestamente Tita, en los minutos previos a morir, recordaba. Esto me permitió armar un devenir no cronológico, porque la obra salta del momento en que ella se encuentra con la carta de Favaloro, a cuando está en el teatro de revista y llena los teatros; y de ahí a sus primeros pasos en el Bataclan cuando era una niña hasta que envejece, se pone como una pasita de uva, se va hacia la oscuridad, y luego vuelve del más allá.
-¿En qué secuencia se ubica el fuerte de la obra?
-En que tuvo que abrirse camino en un mundo macho, con toda la violencia que ello implica. Fue una mujer admirable, sin dudas. Además, otra cosa: ella fue una gran actriz con un abanico que iba de la comedia a la tragedia. No hay muchos actores y actrices que tengan esa amplitud de registro, pasando por todos los matices.
Entre la puesta original de Dijeron de mi y su retorno quince años después pasaron cosas, claro. Pasaron muchas cosas en la vida de Virginia. No solo pasó que la pandemia la tentó con irse a vivir por varios bellos parajes de las sierras de Córdoba (San Javier, La Población, Villa de las Rosas), sino también un accidente automovilístico que casi termina con su vida y la de su perra en la ruta llegando a Mendoza, y dos muertes que la hicieron tambalear feo: la de su gran amigo Gabo Ferro y la de su madre, María Teresa, quien le contagió su admiración por Tita de Buenos Aires. “Mi mamá me decía que se quedaba en casa lavando los platos para que tanto yo como mis hermanas saliéramos al mundo a realizarnos. Además, a ella le hubiese gustado ser Tita Merello (risas), porque admiraba sobre todo que no tuviera pelos en la lengua”.
-¿Cantaba tu madre? ¿Qué hacía?
-Le hubiese encantado, pero era ama de casa. Conoció a mi papá a los 17 años y, un poco por formalidad y otro poco por falta de incentivo materno, no pudo. Creo que yo fui su instrumento.
-En octubre de 2020 murió tu gran amigo Gabo Ferro, y ya se escribieron dos libros sobre él. Un tornado dulce, de Sergio Sánchez y Lalo Ugarte, publicado por Marea, y El hambre y el arcángel, de Pablo Ramos, por Alfaguara. ¿Los leíste?
-Estuve cantando en la presentación del primero, y le pego una leída todas las noches. Al segundo no lo leí aún, pero es muy bueno que se escriba sobre Gabo, que es un grande como Silvio Rodríguez. Sus canciones son una cosa realmente maravillosa. Pero además fuimos muy amigos los dos. Incluso hemos festejado cumpleaños suyos acá, en casa. Cuando recibí la noticia de su fallecimiento estaba acá, encerrada y sola. Su muerte fue un gran duelo, pero ahora estoy reverdeciendo y Gabo tiene que ver con esto, porque gravitó mucho para volver a cantar cuando vi personas bailando temas suyos pasados a tango en La Tierra Invisible, el reducto tanguero de Julio Coviello. La verdad es que pensé que no iba a volver más a los escenarios, pero hubo cosas como esta que me hicieron cambiar de idea. Es más, hay una anécdota de Tita con Hugo del Carril que viene al caso. Después de la proscripción a la que fue sometida tras el golpe del '55, ella no quería volver a los escenarios. Estaba muy deprimida. Hugo, que había pasado por lo mismo, empezó en cambio a salir de gira por los pueblos, cuando la cosa empezó a aflojar. Entonces, la invitó para que lo acompañe. Ella se negó, pero él insistió. Le dijo dónde iba a estar para que aunque sea lo fuera a ver y, cuando Tita llegó al lugar, Hugo la nombró, la gente la ovacionó, y ella volvió a cantar”, cuenta Innocenti. “Bueno, algo parecido me pasó a mí en Traslasierra, cuando pensaba que no iba a volver más a cantar. Estaba en plan de retiro absoluto, y Hernán Lucero hizo algo parecido a lo de Hugo para que yo vuelva. Siempre le digo “sos mi Hugo del Carril” (risas), porque él fue quien me convenció que vuelva a cantar.”
Así fue que Virginia retomó un trayecto musical que había comenzado en 2004 con el ecléctico Habrá, disco nominado a los premios Gardel, que contó con cinco temas de su autoría (“Por toda riqueza”, entre ellos). Que continuó dos años después a través del nostálgico En agua negra, y se reavivó en 2018 a través de En la luna, disco que la cantante grabó junto al talentoso guitarrista y arreglador puntano Sergio Zabala, y que incluye “Nazareno”, tema con letra y música de Virginia, en homenaje a una de sus películas preferidas: Nazareno Cruz y el Lobo, de Leonardo Favio.
“También estrené este año el espectáculo Herida Absurda, Tangos Clásicos y Otras Cositas, junto a Hernán Lucero”, informa. “Algo que me gusta mucho, también, es sacar a los clásicos de la escucha habitual. Liliana Herrero, Cecilia Rossetto, Verónica Condomí y Liliana Vitale son referentes claras para mí, en este sentido. Son mujeres que tienen valoración de la palabra, de eso que la canción dice. Bueno, la idea con Herida Absurda es cantar clásicos, pero con un guiño de actualidad. Por ejemplo, hago una operación. 'Esta noche me emborracho' (Discépolo) o 'Afiches' (Stampone-Expósito), que son dos temas que el hombre le canta a la mujer, yo los invierto. Se los canto yo a él. Les pongo mi propia mirada como mujer”.
-¿Temas de otras cantoras versionás?
-En Herida absurda estoy haciendo “Pero yo sé”, de Azucena Maizani, que me encanta. Yo no soy una especialista en tango, pero me encanta. Cada vez me gusta más.
-¿Tu faceta actoral en qué estado está?
-Me estoy tomando un descanso.
-¿Por qué?
-Porque lo que me devuelve la música no me lo devuelve lo actoral. Hay un drenaje aquí del que necesito recuperarme, aunque la música conlleva una actuación, también, porque se trata de pararse en escena desde un personaje, y esto es algo que me revitaliza. Además, lo que pasa con el público en el vivo de un musical es de identificación inmediata… un viaje mucho más luminoso.