En 2003, cuando todavía se respiraba el aire viciado de la bomba socioeconómica detonada en diciembre de 2001, los integrantes de la cooperativa audiovisual misionera Productora de la Tierra filmaron un cortometraje bautizado, justamente, Misiones. Aquel rodaje fue el disparador de la idea de un festival que funcionara como un espacio multisectorial que promueva el encuentro entre las obras audiovisuales de la región y sus directores con el público, una semilla que germinó unos meses más tarde con las primeras proyecciones del Festival Oberá en Cortos.
Dos décadas después, la 21º edición levantará oficialmente su telón este jueves por la noche con la proyección en el Cine Teatro Oberá del doble programa integrado por el cortometraje Río arriba, de Amancay Stumpfs, a quien también se le rendirá un homenaje, y el largo La transformación de Canuto, de los brasileños Ariel Kuaray Ortega y Ernesto de Carvalho.
El epicentro será la ciudad de 60 mil habitantes ubicada a cien kilómetros de Posadas, pero habrá más de una decena de subsedes distribuidas por toda la provincia. La función inaugural oficiará primer plato de un menú con más de 40 producciones, con mayoría de cortos y mediometrajes y un puñado de largos, todos provenientes del noreste de la Argentina, Paraguay y el sur de Brasil. Ese anclaje territorial explica la elección de los títulos de apertura.
Dirigido por la cineasta, vestuarista, programadora, actriz, fotógrafa y activista de los derechos humanos Amancay Stumpfs, Río arriba está concebida íntegramente en formato súper 8 y combina las técnicas del found-footage y la pintura utilizando como hilo conductor las aguas de los ríos Paraná, Paraguay e Iguazú. Por su parte, La transformación de Canuto propone un relato sobre una historia transmitida en la comunidad Mbyá-Guaraní, en Brasil, en la que un hombre se convirtió en un jaguar luego de una muerte trágica.
El cierre, pautado para el sábado por la noche, tendrá otro doble programa, en este caso brasileño, integrado por Mitã´I churi, de Elián Guerin, sobre un ejército que recluta niños en pueblo con promesas de gloria y patriotismo, y Até que a Sbørnia nos separe, de Otto Guerra. La historia transcurre en Sbørnia, un país pequeño rodeado por un gran muro que no permite el contacto con los vecinos. La caída de ese muro hará que los sbornianos descubran las costumbres extranjeras y modernas, dividiéndose entre quienes quieren mantener sus tradiciones y los que se abren a las nuevas modas.
Desde el sur del gigante de Sudamérica llegarán tres cortos animados, agrupados en la sección Rio Grande do Sul, que reflejan la diversidad de estilos y hablan sobre la identidad estadual y su historia. En este apartado, sobre el que también habrá una charla entre las actividades paralelas, se verán Posso contar nos dedos, de Victória Kaminski; Magnética, de Marco Arruda, y Gumersindo Saraiva - La última batalla, de Ricardo Ritzel y Rubens Fabricio Anzolin.
¿Más animación? Hay. La muestra de cortos infantiles tiene como eje una serie de historias fantásticas y reales que invitan a reflexionar sobre cuestiones de la sociedad contemporánea. Este apartado lo conforman Cuerdas, de Pedro Solís García; Vivos, de Adrian Böhm; La ollera, de Juan Manuel Costa; La piedra del rayo, de Aldana Loiseau y Soledad Fernández; El niño en la piedra, de Sergio Díaz y Claudio Rocco; Alas de Piedra, Sofía Gariazzo y Francisco Cerchiara; Viaje a la tierra del quebracho, de Tembe Cooperativa, y Yo te quiero, de Nicolás Conte. Queda claro que esta edición de Oberá en cortos será más animada que nunca.
Otra de las secciones es Retrospectiva, compuesta por algunos de los primeros trabajos de realizadores ahora consolidados, permitiendo al público joven –amplia mayoría en una ciudad cuyas universidades e institutos terciarios albergan estudiantes de toda la zona– a redescubrir obras audiovisuales que dejaron una huella en los primeros certámenes de OEC. Los cortometrajes son Juva y Washiná (2006), de Sofía Vaccaro; Emiterio (2006), de Diego Seppi y José Tabarelli; Jasy Porã (2015), de Cecilia Sandoval; Ahora después (2013), de Guillermo Rovira; Túneles en el río (2009), de Igor Galuk, y Entre luces (2007), de Maximiliano Schonfeld, quien acaba de presentar su último largometraje, Sombra grande, en el Festival de San Sebastián.
También habrá una buena cantidad de actividades paralelas que incluyen talleres, conversatorios y charlas sobre temas relacionados con las inquietudes de la comunidad audiovisual de una provincia que se ha convertido en referente en materia de producción. No por nada tiene, desde 2014, una Ley de Promoción Audiovisual que apoya, promueve y fomenta la creación de obras, así como también su difusión y conservación como patrimonio sociocultural.
Esa última variable explica el flamante Programa Cinemateca Digital de Misiones del Instituto de Artes Audiovisuales provincial, surgido para preservar, restaurar y difundir el patrimonio audiovisual. De ese patrimonio se destaca Prisioneros de la tierra, que se verá en el marco de la sección Cine restaurado. Si bien no fue la primera película filmada en el litoral, el clásico de Mario Soffici estableció un imaginario sensorial y simbólico que sirvió de base para diálogos y contrastes con las producciones que revisitaron estas locaciones cargadas de tierra colorada.