El bello verano - 6 puntos
(La bella estate; Italia, 2023)
Dirección y guion: Laura Luchetti.
Duración: 112 minutos.
Intérpretes: Yile Yara Vianello, Deva Cassel, Nicolás Maupas, Alessandro Piavani, Adrien Dewitte.
Estreno en salas de cine.
“Aquella época siempre era una fiesta. Bastaba salir de casa y cruzar la calle para volverse loco, y todo era hermoso, sobre todo de noche”. Así comienza la novela breve La bella estate, de Cesare Pavese, que la realizadora italiana Laura Luchetti eligió como origen para su tercer largometraje. Se trata de una adaptación relativamente fiel al texto, más allá de la placa de “inspirada libremente” que abre el film, seguida de otra que anticipa que las acciones tendrán lugar en Turín, en 1938.
En la capital piamontesa, junto a su hermano mayor, vive Ginia (Yile Yara Vianello), una adolescente que, como solía estilarse en aquellos tiempos, ya no estudia pero trabaja como asistente en un importante atelier de moda. Tímida y algo ingenua, pero firme en sus convicciones de construir una vida en la gran ciudad luego de abandonar la casa familiar en el campo, la talentosa chica que sueña con ser modista conoce durante un picnic a la vera del río a Amelia (la modelo y actriz Deva Cassel, hija de Monica Bellucci y Vincent Cassel), que en más de un sentido parece su antítesis.
Un poco mayor que Ginia, despampanante en su belleza y de costumbres libres y modernas, Amelia ha hecho carrera posando desnuda para artistas de toda edad y calaña, y su primer encuentro con la protagonista de El bello verano dibuja la silueta de un choque abrasador y fulgurante. A los ojos de Ginia se trata casi de una “aparición”, y en sus rasgos se dibuja una mezcla de atracción, timidez y shock intimidatorio. Amelia será la puerta de ingreso a un mundo bohemio de artistas, cuyo estilo de vida dista mucho del conocido por la muchacha, como lo confirma la visita a una reunión nocturna al aire libre llena de abrazos, cigarrillos y copas de ajenjo –el “hada verde”, como la llama un pintor de origen franco-portugués– servidas a la manera tradicional. Y también del deseo sexual, que comienza a despertar en Ginia de manera explosiva, centrado al mismo tiempo en la figura de otro joven artista y en la propia Amelia, las dos caras de una misma moneda física y emocional.
En medio de ello, la carrera profesional de Ginia, que peligra por el descubrimiento de una existencia más relajada y atrevida; en el fondo, la Italia fascista en los años previos a la Segunda Guerra Mundial, que el film refleja de soslayo, a través de un grupo de soldados obligando a los pasajeros de un ómnibus a cederles los asientos o unas camisas negras secándose al sol. El de Lucchetti es un coming-of-age de época, el retrato de una mujer joven que, por primera vez en la vida, comienza a conocer las pasiones y desencantos del amor y el deseo, suerte de educación sentimental a alta velocidad, con las semanas del estío marcando las diversas paradas del tránsito. Algunos de los detalles de la trama, que en la prosa de Pavese encarnan en descripción precisa y directa, son transformados en melodrama por el guion de Luchetti, aunque eso no termina de empañar un film clásico en fondo y forma, que sólo roza las costuras del academicismo en escasos momentos.