Su retórica agresiva ya no seducía los cráneos ingenuos que interactuaron en tiempos eleccionarios prematuros. Ya habían caído en la desesperanza cotidiana. El caos organizado sostenido en discursos disuasivos, pendulaba desde la burocracia del poder político hacia los sectores más vulnerables, aun esa clase media con rasgos intelectuales bien definidos.

Ya no se trataba de descifrar la metafísica de este modelo tan añejo y reproducido como instantáneas de un prostíbulo decadente. La vida cotidiana se había trasformado en un circo bilingüe.

El porvenir ya no era un destino. El aquí y el ahora, con su pesadumbre abismal, latía su agonía. Tan lejos estaba el poder gobernante de la tierra de los seres que la habitan por estas latitudes, como el cielo, de la Republica de la Sexta.

Lo único que resplandecía, en una tristeza infinita, en esta tarde primaveral, en el Bar Blanco, mi refugio urbano de Av. Pellegrini y Alem, era la huida hacia praderas celestiales del Negro Palma, con su talento, hecho de humildad, gambetas, enojos y goles decisivos. No solo los canallas, el juego de la pelota está de luto.

Osvaldo S. Marrochi